27 de febrero de 2009

eL DeMoNiO sE mUdÓ a Mí bArrIo

El mío era un barrio aburrido Hasta que el demonio Llegó. Se disfrazó de Panadero, o al menos Alquiló un local y lo hizo Panadería, lo que resultó Una negocio infernal… Un Buen (mal debería decir!) Día un tipo adusto, de ojos Difíciles de ver de tan Esquiva que era su mirada, Entró en lo de Pedro Gonga A preguntarle si conocía Al dueño del local que hacía De veterinaria bajo la tutela Del hijo de Doctor Rivera (el Que le había salido Dr, pero De perros, para reidera de Todos los vecinos…). Al Pedro le extraño semejante Pregunta: mal que Mal, lo Queríamos al pibe; sobre todo Por haberse animado a Romper con el mandato Paterno (o sea, por haber Ridiculizado al padre), quien lo soñaba Médico y había Metido su buena presión Para ello. Y cuando digo Presión, hablo de animarse A todo! Pero el pibe Hizo la suya y bien ganado Se tenía el mote de Dr Pichicho. Así se llamaba La veterinaria, valga la Aclaración. Pero todos le Decía a él Dr Pichicho, un Poco cariñosamente y otro Poco de brutos que somos En el barrio, que siempre Le mandamos el nombre Del negocio al dueño como Si fueran hermanos. Y así Se armó el chimento de que Un porteño (se lo creía De Buenos Aires por el acento, Pero más por lo seco y agrandado) venía a instalarse En lo de Pichicho pa’escupirle El asado… Pero no. No Se trataba de otro veterinario Ni de un socio ni nada de todo Lo que se venía especulando. La cosa es que en unos días, lo Vimos a Pichicho mudando sus Bártulos del negocio, todo dentro Del R12, arriba del techo, en el baúl Y sobre los asientos… Así Se lo vio partir y nadie volvió a Verlo ya. Pucha que habrá Sido fuerte la razón que hasta Dejó a la novia sin respuestas ni Casamiento; y por entonces todo Creyeron que escapó para zafar. Pero al tiempo las cosas se Fueron aclarando; aunque él no volviera más. El desgarbado tío no tardó en Instalarse en lo que dejó libre El menor de los Rivera. Ese Era su objetivo y eso consiguió, Aparentemente pagándole al Viejo Soca el triple de lo que Valía el alquiler del local. Una oferta así, ni loco la iba A dejar pasar alguien con Sentido común… y menos don Soca que cenaba sopa de Números en lugar de letras. Por un tiempo nada parecía Indicar lo que después Sucedería en el Barrio El Tridente… El local estaba Cerrado; siempre inaccesible Y todo pintado, hasta los vidrios, De negro. Iban y venían Obreros, albañiles, carpinteros, Pintores… Don Gonga quiso Darle charla a uno pero justo El tipo era mudo… En fin. Eso Habrá durado seis semanas. Pero una tarde vinieron En una camioneta trayendo Un cartel: “Panadería Pandemonio” decía. Y lo Colgaron, claro; para esos son Los carteles. A la mañana Siguiente abrió sus puertas la Panadería más lujuriosa de La que haya dado cuenta toda La provincia, creo. En poco Menos de media hora se Llenó de viejos que, atraídos Por las delicias que ofrecía El lugar, no dejaban sin considerar A esas vendedoras que ofrecían Degustación de bombas de Crema en bikini y cofia. Era Un desfilar de abuelos babosos Con bolsas y changuitos de Hacer las compras; y entraban Y entraban, desplazando por Lejos a las señoras, quienes se Acercaban a la caja para Preguntar si estaba el dueño y Así felicitarlo por la inauguración. No, no había caso. El pálido no Asomaba, quizás consciente que Su cara arruinaría el negocio; no Supe en ese momento qué Otra cosa pensar. Algo Me olió mal, más allá de mis Zapatos, cuando las señoras Empezaron a llevar a sus hijas Para que saludaran al señor. Al Parecer, sólo las menores de 25 tenían el saludo asegurado y, Claro, salvoconducto para franquear El pesado cortinado negro que Separaba el salón de ventas de Las “oficinas” de Don Pandemonio, Como ya lo llamaban todos los Torpes del barrio (no les dije?). La cosa es que había vida en El rioba; las viejas andaban Como alzadas de nuevo, los Maridos como picaflores de Antaño rejuvenecidos de Repente por alguna flautita Energizante o una rosquita Afrodisíaca… Eso sí, los nombres De las facturas había cambiado: Nada de bolas de fraile, ni Sacramentos… Se llamaban Bolas de reo y blasfemias, Respectivamente; toda una Atracción fatal!!. Aunque el Éxito mayor lo conseguían las “Vengativas”, una suerte de Bombita de dulce de leche con Licor que se servían flambée, es Decir, prendidas fuego! Esas, Claro, eran para comer allí; Aunque había quien había Aprendido a flambearlas en Casa, lo que estaba dándole Un giro inesperado a la cosa. Y así fue. Un noche el barrio Se despertó en medio de Sirenas de bomberos; y era Que había prendido fuego La casa de los Paz, una De las mejores familias de Nuestra comunidad (que Muy, muy grande no era, y Ahora menos, que se fueron Casi todos). Al parecer Se comentaba que los Miembros de la familia Estaban en tren de flambear Vengativas cuando se desato Una guerra de las mismas Entre ellos, padre contra hijas, Hermanos contra madre, etc… Lo que derivó en ese calamitoso Cuadro del caserón vencido Por las llamas y allá, detrás del Último resquicio de fuego, él, El hombre de negro, Don Pandemonio (le digo así Porque todos lo llaman así Y nunca supimos su nombre) Que parecía reír, o bien la Prótesis dental no le había Quedado a medida y requería Una buena limada más. Eso fue lo que me animó, Rebelde cómo siempre fui; Corajudo y medio boludo ahora Que lo pienso bien… Me animé Y entré en la noche en la Panadería. Tenía que saber Qué se cocinaba allí además De vengativas y blasfemias. Aproveché un ventiluz que Había quedado abierto y salté Dentro, al oscuro más oscuro Que en mi vida pude ver. Un profundo escalofrío me Recorrió por entero y me Acordé aquella frase de mi Madre: La muerte me pasó Por al lado! Esa, esa era la Sensación, precisamente. “Claro…”, le respondió una Voz grave a mis pensamientos; “…Yo soy la muerte de todas Las muertes”, me dijo… Y me meé encima, de una. “Lo estaba esperando, amigo Archundia”, me encaró. “Al Menos sea hombre y prenda Una luz”, le dije; qué pelotudo! “Hombre… ja ja ja ja…”, gritó Y ahí me cagué nomás, pero Encima; todito… “… Hombre Es lo nunca querría ser”, Sentenció. “Y… en el fondo Tiene razón”, agregué, de chupa Medias que soy nomás, porque A esa hora yo ya estaba sentenciado. Al menos me Hubiera hecho el valiente, si Total me quedaban minutos De vida. De honra ya no me Quedaba nada: meado, cagado, Usurpando propiedad privada y Además, sin un mango para Coimera a la cana… De esta No me salvaba! Y entonces Se presentó; apareció ante Una luz de fuego, que después Supe que era la del horno a Leña cuando su puerta es abierta, Y sus empleadas, desnudas, Danzaron alrededor mío como Si fueran a devorarme pero Al momento de tocarme, como Que se desvanecían… O Yo me habré desmayado del Julepe que tenía, no sé. A Poco de todo esto me encontré Acostado sobre una pala Muy grande, la de sacar los panes Del horno ese que ardía. Escuché a una de las chicas Diciendo “Qué frío”, y eso que Hacía 45° ahí adentro… “Oiga, Don Pandemonio…”, ensayé Un chamuyo, cosa que nunca Fue mi fuerte… “Demonio…”, Me interrumpió; “….Demonio a Secas”, agregó lúgubre y casi Medio arrebatado también… “No se da cuenta que Pandemonio Es al nombre de la panadería?”, Intentó hacerme reflexionar, pero Eso si que era imposible… “Pan- Demonio”, aclaró… “Pan, de Panadería, y Demonio, por mí… Se da cuenta ahora?”, insistía El terco.. Qué me iba a dar Cuenta de algo, todo pillado y Con olor a baño, mojado en mis Propios jugos y al borde de Un ataque de llanto. “No…” Le dije, pero no de bravucón Sino de ingenuo que soy… “…la verdad, no me doy cuenta Don Pandemonio”, me sinceré. Y ahí fue como que me avivé Que este tipo no era lo que Pintaba; de algún modo le Encontré la debilidad: si Fuera tan poderoso, tan Omnipresente como parecía, Por qué iba a andar tratando de hacer Reflexionar a un burro como Yo, que no pude terminar ni La primaria porque no Encontraba dónde carajo Quedaba la escuela después De un año de no ir. Ese no Era un Diablo de los que Te tienen en la palma de Su mano ni mucho menos; Era un tarado que no se Daba cuenta de lo que tenía Enfrente, de tanto jactarse de Sí mismo. Y me acordé de Aquellas palabras que Nos dijera en su momento La catequista Elsa (bastante Fuerte estaba, lástima que No se sacaba los aparatos De las encías ni para rezar): “Hasta al ser más poderoso Lo pierde el amor propio“. Y Así fue: en medio de la Explicación, me levanté y le Pedí que me lo explicara De nuevo, que no entendía Cómo era él Demonio y la Panadería Pandemonio; y Qué corno tenía que ver El Pan con el moño y así… Así de fácil (aunque tedioso) Pude cansar al Demonio quien, Calculo, todavía está en esa Cueva calurosa intentando A la luz del fuego del horno Que alguien entienda eso De por qué le puso así a la Panadería. Yo todavía No lo entiendo.. Pero Mejor así.
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> N del R: Como recopilador, me veo en la obligación
de dar algunas precisiones con respecto a este relato.
Me fue confiado por El Boliviano al regreso de una fiesta
de 15 a la que había intentado invitarse sin éxito. Por
entonces él venía de su autoexilio, expulsado de Francia
por sí mismo toda vez que el fisco decidiera, de buenas a primeras
reclamarle al menos un franco en concepto de impuesto o bien
su declaración de SDF (sin docmicilio fijo) de puño y letra, cosa
que hasta el mismísimo Boliviano consideró un chantage (se dice
yantash) y un acto discriminatorio. Así, movido por una suerte de
despecho de invierno (eso son los que valen!), el Boliviano organizó
una movilización a por su desagravio que fracasó debido a la mala
organización pero sobre todo a la Gran Tormenta del '62 que arrasó
Paris y sus alrededores en forma de tornado enloquecido.
Esa influencia parisina se evidencia en ciertos giros tales como "en
tren de flambear", rebuscada manera gala de referirse a un presente
extendido a un futuro muy cercano que podemos saborear también
en algunos tangos de neta influencia post Paris (sabido es que muchos
grandes y no tanto tangueros han recalado en esa capital quién sabe
por qué berretín). La idea del Demonio, sin embargo, es parte de
cierta fijación que El Boliviano tenía por lo demoníaco y más por el
color rojo, toda vez que (una vez exiliado en Argentina) tomara
partido por los colores (o debo decir EL color) del entonces exitoso
Club Atletico Independiente de Avellaneda, los "Diablos Rojos"
para todo el pueblo futbolero. De allí ha surgido la especie de que
el Boliviano es nacido en esa ciudad del Conurbano, lindante con la
Capital, sostenida sobre todo por ignorantes en geografía, dado que
el Boliviano es, como la palabra lo dice, nacido en Bolivia.