25 de marzo de 2009

La Virginidad de Juan Tartufo

Juan Arístides López Tartufo no era un chico del montón. Su familia Tenía grandes planes para él Incluso antes de que naciera. De Hecho, su madre tenía arreglado A qué colegio lo enviaría sin Siquiera haberlo concebido; es Más, sin saber quién sería su padre. Y, claro, ya sabía qué carrera El seguiría. El problema no era Que Juan no hubiera participado De las decisiones, sino si le daría El coco para llegar tan lejos y Cuánto le costaría a la familia Hacerlo llegar hasta arriba de los Arribas. Porque ya de chiquito El Niño se mostraba muy poco Despierto: de hecho dormía casi Todo el día de bebé, y de preadolescente no salía de la cama (ya era Casi imposible sacarlo de la Pieza, y si iba al baño no salía Más, sobre todo si entraba muñido De alguna revista de dudosa Portada. En ese contexto, y decidido A dar un empujón a su vástago Que acusaba ya los trece añitos, Llegó el turno del padre de Tomar las decisiones que sólo Un hombre puede tomar para Hacer a su hijo hombre: “Pagale Una puta…”, dijo doña Evangelina, La madre, a su esposo quien se Mostraba preocupadísimo por La sexualidad del menor de los López Tartufo. Llegó el día V (de virginidad) y Don López (así le decían todos, Hasta su familia) llamó a Juan a Conferencia en el salón fumador De la residencia de la familia. Para Ello era rigor enviar una invitación Vía el mayordomo, pero éste no Había llegado todavía de sus Vacaciones en La Salada (tres días, Todo pago por el patrón); así que no le quedó más remedio a don López que cruzarse al ala izquierda del edificio y asomarse en la habitación De Juancito para pedirle esa reunión Educativa que lo haría comenzar A recibirse de hombre. Lamentablemente El niño estaba ausente sin aviso
en sus aposentos, Lo que obligó al
progenitor a hacerle Una
llamada por teléfono móvil: “Hijo mío, tenemos que hablar de Algo muy importante…” “Ufa…”, respondió el malcriado. “Espero que sea rápido porque Justo me estaba por masturbar con Unas fotos de Luciana Salazar…”, Explico el chico, muy político en Su decir y proceder. Llegaron casi juntos y entraron al Saloncito donde el hombre guardaba Sus mejores tabacos. “Hoy es un día Muy especial… Vamos a dejar de ser Niño para comenzar a ser hombre y bla bla bla bla…” “Ta bien, ta bien… lo Que digas, pero apagá esa pipa que Me estás ahogando coff… coff…”, Concedió el muchachito que estaba A punto de hacerse hombre. “…Una Buena amiga mía te va a ayudar a Transitar los primeros pasos en el Camino de la adultez bla bla bla…”, Continuaba don López entusiasmado En repetir las palabras que le dijera Su padre aquella sagrada vez, pero el Pibe no escuchaba nada, aturdido por Los audífonos del iPod que eran Ocultados por esa porra llena de rulos Que algunos osan llamar “cabellera”. El Joven sólo asentía con las cabeza, Siguiendo el ritmo de Eminem, lo que A su padre le hacía creer que entendía Todo lo que le decía. Así llegó la hora del “debut“. Romina Llegó puntual, a las 18. Pasó directamente Al ala izquierda donde Pepe, el mayordomo La condujo hasta las habitaciones de Juancito. Él la esperaba ansioso, jugando Con su Play Station uno de Kung Fu, por Eso no alcanzó a verla entrar. Ella se sentó En la cama a esperarlo y cuando él Se quedó sin vidas luego de la pantalla Número veintisiete, lo llamó para que se Acostara bocabajo (total le pagaban por Hora, qué le importaba a ella esperarlo!). Empezó por quitarle la remera de cien dólares Cuidadosamente y se puso a hacerle masajes en la espalda al niño. Así estuvieron Cinco años, religiosamente una vez a la semana, De 18 a 20 todos los miércoles. Pero el nene Fue creciendo y cuando terminó la Secundaria (la hizo en casa porque Afuera había mucha inseguridad, así Que los López Tartufo contrataron Todo un séquito de profesores para Juancito el lento, lo que era más Barato que blindar el auto y contratar Guardaespaldas), llegó la hora de Abrir la puerta para ir a jugar, lo Que hizo la Ama de Llaves, claro, Previa autorización de Madre (así Es como llamaban todos a la señora De López Tartufo, pero el único Que se lo decía de frente era Juancito, Quien pocos derechos a ello no tenía En verdad). Fue entonces que el Muchachón, ya entrado en la juventud, Viajó a Houston a conocer a su hermano Eric (se llamaba Enrique pero eso No quedaba muy en contexto allá), varios años mayor que él. El Día de su llegada, Eric (Enrique) organizó Una fiesta de bienvenida a modo de Presentación en sociedad, fiesta que Pagó la mujer de Eric, una texana Entrada en años que tenía buen pasar, Dado que el Enrique devenido Eric No tenía ni dónde caerse muerto pero Medía uno noventa, siempre estaba Bronceado y tenía una maestría en Relaciones Públicas (eso decía él, Flor de chamuyero). Alli en el “Grand Ranch” se convocaron las chicas más Lindas, ricas y tontas de la sociedad Texana, todos alrededor de la gran piscina iluminada desde dentro que esa noche lucía perfecta para tirarse Y arruinarle el vestido a más de una. Pero eso no pasó. Eric se encargó de Ser el perfecto anfitrión y dejó que su Hermanito hablase con las muchachas Y sus familias a sus anchas. El problema Era que, además del acento maraca Latino que tenía su inglés de entrecasa, El Juan no les hablaba más que de video juegos, Programas de tele argentinos, de Fútbol (que allá, además, se dice football y Se juega con la mano!)… Les cayó simpático, Sí, a más de una madre… Pero con las hijas Un desastre. Tampoco ese jopo nerd Que lucía desde sus 18 ayudaba mucho, Digámoslo. La noche pasó sin pena ni Gloria (la Stefan no pudo venir) a no ser por un detalle: Cuando Juancito (Johnny desde ahora, según Eric Que era Enrique) pasó por el corredor Rumbo al baño, equivocó la puerta y de Repente te topó con una parejita Matándose a manotazos en uno de los Rooms… Eso despertó la lucecita De curiosidad necesaria que hace del Hombre hombre, y de la bestia, inteligente. Al otro día, mientras Eric y Dixie dormían, Juan decidió que era hora de conocer El mundo por sí mismo y de salir a por Unos nuevos videojuegos de mano que Había visto en el avión a unos chicos Que viajaban cerca de él. Así se llegó Hasta el centro (treinta kilómetros en Taxi, cargados a la cuenta de Dixie, la Texana adinerada) y comenzó a pasearse Embobado por las vidrieras relativas a Boludeces de esas que a los yankees les Encantan y que duran lo que un pedo. Ya De entrada el taxista lo había acostado, Cobrándole de más, cosa que el pibe Nunca se enteraría (y lo que no se sabe, No Daña); después lo acomodó un Blockbuster, donde le vendieron una Consola de videojuegos usada a precio De nueva casa. Y lo terminó de rematar Un vendedor de teléfonos, que le enchufó Un Mobile (allá se dice así, con b de burro) Que en Argentina no servía ni para pisa Papeles. Bueno, para pisa papeles si. Pero Juan era libre, por primera vez. El pibe Nunca había visto el obelisco más que En internet (un vicio!) pero ahora se paseaba Por el centro comercial de Houston, man! De Houston… y justo (valga la onomatopeya) Se le dio por comerse un MacPollo (allá Se llama diferente pero es la misma mierda Que en todos lados) en un local donde una
linda peliroja de aspecto punky hacía
La misma cola para pedir lo mismo.
Ella Le habló, el le respondió… Ella le habló
de Nuevo preguntándole lo mismo; él volvió A responderle… Ella insistió porque no le Entendía un sorongo… Y así hasta que Se sentaron juntos, comieron, rieron (no sé De qué porque no se entendían, si él hablaba ese inglés de libro de Cultural Inglesa, pero dos chicos riendo es un cliché y lo respeto)… Y en cuanto quisieron acordar, estaban en Un cuartito negro, mal pintado, con lámparas De alto consumo, una cama doble y una Biblia en el cajón de la mesa de luz (todos, Siempre, revisamos los cajones de las Mesas de luz de los moteles). “Estou motell..”, Dijo ella, y se le tiró encima, le arrancó La camisa Lacroix que le había regalado Madre antes de partir y le pegó una montada Que fue digna de toda una texana En rodeo profesional. El potrillo No pudo saber qué le pasaba… Apenas si corcobeó después de Media hora de ser succionado, Estrujado, chupeteado, besado, Asfixiado y fornicado de mil Maneras diferentes… Como A las cuatro horas, justo un minuto Antes que él se enamorara, ella se aburrió. Se vistió y, saliendo, aún con la puerta abierta le dejó su mejor despedida: “Estou sexou…” Le dijo. Y Juancito, Juan, Johny No pudo siquiera levantar el índice Para arrastrar un “Esperate…”. Lo mató, lo remató… Porque el pibe Había vivido en un engaño involuntario, En la mentira de que él ya no era Virgen. Cinco años y nada. Lo habían estafado, sin querer, en eso que es Lo más sensible y profundo de un hombre; Le habían robado la dignidad. “Papá… Hoy tuve sexo, Papá…”, gritaba Enojado por teléfono… “Bueno, Te cuidaste?…, está bien que te Vayas haciendo de experiencias bla bla bla… “No, no Papá… No me entendés, Para variar… Hoy tuve sexo por Primera vez!!!…” “Cómo ‘sexo por primera vez‘, si yo te pagué una puta cinco largos años…”, Acometió don López sin tapujos al Hablar de guita… “Si, sí… por primera vez. Con Romina nunca hicimos esto que hice hoy… Nunca…” “Cómo que NO… Y qué hacían?”, Cuestionó el capitalista, herido en su Billetera y en su rol de proveedor de Sexo (por no llamarlo delivery, que Suena a empanada); golpeado como Educador sexual y como iniciador En la cadena ancestral de pelotudos De su familia… “QÚE HACÍAN?? “Masajes pa… Sólo me hacía masajes Romi… Y yo creía que eso era sexo. Y que yo ya no era virgen…”, confesó El hijo, todo un placard para él de regalo Por esa concepción de las cosas. “Pero no puede ser… si yo la saqué de…” Y ahí, a mitad de la frase, don López Tartufo se dio cuenta de todo; se cayó Sobre el error de rodillas y lloró por Dentro su fracaso… “…del Rubro Masajistas!”, Gritó para adentro sin dejar que ese Final lo escuchara nadie más que Su vencido orgullo de macho caído. Él, el heredero de una dinastía (había Ligado toda la herencia de su tía, Millonaria por haber inventado La pasa de uva), el hombre de familia, El prohombre de su tiempo y de Entre sus pares, había confundido A una masajista de ley con una puta Sana, por decirle algo que no sea Despectivo. Romina se dedicaba A dar masajes a domicilio en countries Y barrios privados… pero de sexo, Nada, si era lesbiana y había estudiado En colegio de monjas (y hasta casi Se consagra al Señor cierta vez, tomando Los hábitos). Qué desliz, qué patinada Del destino: cinco años perdidos y Cuánta guita tirada!! Y encima a don López le dolía la espalda. Qué bien Le habrían venido los masajes de esa Santa.

19 de marzo de 2009

Todo es una Cadena

A Rolando le llamaba la atención Que ciertos acontecimientos De su vida se enlazaran unos Con otros como eslabones en Una cadena interminable. Eso Justamente, esa sensación de Infinitud de esa cadena lo Desequilibraba, por eso Se peleaba todos los sábados A la tarde con cuanta barra brava Se topasen sus colegas de “Los Pesados de San Telmo”, Equipo que militaba por entonces En la segunda división (no es Que ahora haya mejorado sino Todo lo contrario). Los Pesados Eran los encargados de poner Justicia cuando, ignominiosos, los del otro Equipo gritaban a viva voz: “Ya van a ver, ya van a ver La pelota alguna vez…” y cosas Por el estilo. Si, él era parte De una barra de pesados, pero No por lo agresivos que fueran Sino por el evidente y mayúsculo Sobrepeso de sus miembros (los de los chicos de la barra, y los miembros Inferiores y posteriores de ellos mismos). Y no es que fueran tan chicos, a Juzgar por esas papadas y La pérdida general de chapas Que mostraban las bochas De más de uno, de un total De seis que componían el Enjambre (ya bastante difícil Era encontrar hinchas como Para arriesgarlos en enfrentamientos Estériles pero riesgosos). Lo cierto es que la vida de Rolando Barreto se debatía Entre al amor por la camiseta Azul y Negra y las tetas de Claudia, el amor de subida (la había conocido en el viaje De egresados cuando subían Al cerro Otto y la aerosilla se Trabó, quedando ellos atrapados Por tres horas en las que Rolo Aprovechó el terror de la chica A las alturas y su vértigo Para declararle el amor a sus Increíbles tetas, y cómo no amarlas Si a Rolo lo podía el fútbol y esas Eran como dos balones Inflados esperando la pitada inicial). Ella no era para nada Futbolera, y si lo hubiera sido Ya se habría repodrido de tanto Escuchar, bancar, esperar, curar A Rolando cada sábado. No había Una sola salida nocturna de fin de Semana a la que Rolo no fallara, Sea por reunión de barras, partido De visitante a cien kilómetros, Rotura de mandíbula por golpe Certero de hincha contrario, Ebriedad manifiesta o bien Cansancio de barra brava post Tribuna. Ese era el panorama Cuando él se enteró que ella Lo engañaba. “Turra, guacha, Me cagaste…” le reprochó él “…me engañaste como a un logi”, Acometió, herido animal que era. “Qué te voy a engañar si te lo Estoy contando yo”, le hizo ver Ella, con la sólida lógica de una Mujer bien atendida. “Y qué me Importa, bruja… si yo también Te cagué… Mil veces te cagué”, Se despachó Rolo, resentido Como bostero en gallinero. Y ahí Rolo, al escucharse a sí Mismo, comprendió que todo Vuelve, como en un ciclo Inexorable, tal le había dicho Aquél profesor de taekwondo Que una vez le diera media Clase de defensa personal al Ver lo torpe que era para pelear. Rolando empezó a hacer Memoria y así recordó Que la chica con la que él había Engañado a Teti (así le Decían a Claudia, por obvias Dos razones) también le había Dicho a su novio que lo Engañaba. Rolo lo supo cuando El tipo, un camionero de YPF Que trabajaba en el Docke, Se le vino al humo al grito de “Sos boleta, bufarrón”, lo que Llevó a Rolando a comprender Que sí, como todos decía, la Chica en cuestión era un Travesti; cosa que poco Importó en ese momento dado Que las trompadas en el rostro Dolían más que cualquier Prejuicio tardío. “No será Que me pasa esto por ser Así, por haberle hecho eso A la Teti?”, se cuestionó El mamut. Empezó así Una encuesta, una brutal (no podía ser de otro modo) Búsqueda de la verdad entre todos aquellos que conocía. Y así fue atando cabos, deshaciendo Nudos, y ganándose unos mangos Como marinero de agua dulce En un remolcador: “Para lavar Un desengaño no hay mejor Cosa que hacerse a las aguas A bordo”, había leido en un viejo Billiken una vez que fuera Al dentista (la única, en realidad).
Así, fatal y ensimismado, Una tarde nublada que terminaba El trabajo se cruzó por azar con el Instructor En ciernes, el que le daría la Lección de vida de su vida. “Y, Rolando, seguís tirando golpes Sin destino Y cobrando como siempre?” Fue la pregunta retórica que no Era reto pero que parecía retar a Rolo a tomar una decisión. “Maestro Zen… cómo necesitaba hablar con Ud!”, se confesó. “Zendra, Zendra Es mi apellido”, lo corrigió el Petiso, al que mejor ni contradecirlo Ni explicarle ni nada porque te Ponía bocabajo sin más, de una Patada. Rolando le contó un poco A las apuradas lo que venía Descubriendo, y cómo aquello que El instructor de taekwondo le Revelara se había hecho carne en Él y dominado su vida. “Yo me Refería entonces a la plata que Te había prestado para los puchos”, Le aclaró el maestro en relación Al “Todo Vuelve”; “…pero ahora Que me lo preguntás, sí… Todo Vuelve querido, menos el bondi Que me lleva a Villa Celina porque Creo que éste es el último… Hace Cuatro horas que estamos charlando”. Lapidario, seco y contundente Como una milanga al horno con fritas, el Profe Zendra se tomó el bondi Y Rolando Melquíades Barreto supo Que ese era su último día como Marinero de remolcador. “Voy a enseñar Artes marciales… Voy a transmitir la Filosofía que me fue revelada: Todo Vuelve… Seguro que así vuelve la Teti Conmigo”, se envalentonó en un Ataqué de lógica de macho de tablón Que era, el fin. Y sí, la cosa se fue Dando porque, de entrada, el profe Volvió al barrio, y así pudo recomenzar las Clases con él. Fue convenciendo a la Teti (Claudia para los registros) que Su cruzada era la de un hombre Cambiado, nuevo, rescatado. Ella Comenzó a ir a los entrenamientos Y se hicieron bastante amigos los Tres con el profe. Pero un día, en Que Rolo venía con flores para Volver a declarársele a la Clau (ya No le decía Teti porque temía que, Si todo vuelve, llamarla igual atraería La misma mala suerte y la Perdería otra vez), justo al atravesar La puerta del la Sociedad de Fomento Los ve: "qué toma tan extraña le enseña Zendra a la Clau...", pensó un momento con la rapidez de un Koala. Pero de esa toma, ellos dos nunca se zafaban, y al minuto Rolo se dio cuenta que no estaban entrenando sino muy arrumacados los dos, Instructor y ex señora de Barreto sin Papeles, matándose pero a besos y Manotazos. Duro, durísimo round Para un peso pesado de la vida que, Volviéndose, se comió una a una la Docena de Rosas mientras caminaba Hacia Su casa. “Qué boludo… qué Boludo…” fue lo único que dijo durante Dos semanas, tres casi, hasta que se Le desengancharon las últimas espinas De la lengua. Después desapareció del barrio. Y es que Ese ciclo había que cerrarlo. Si él Ponía la academia, todo comenzaría otra vez; la mujer de otro vendría a ver a su hombre en acción Y él y ella terminarían como Clau Y Zendra.. Y él, en tanto instructor, Tendría el mismo final que el Petiso taewondista. Porque no les Conté que al “matador” de las artes Marciales y mujeres ajenas lo Esperaron una noche a la salida, Lo agarraron a tiros y perdió Una pierna y la dentadura postiza. Hay quien cree que fue el Rolo, Pero la policía ya detuvo a una Mujer que parece, era la jermu Que él venía corneando hacía Tiempo sin pasarle un mango. “Si todo es una cadena, mejor me pongo una bicicletería” dijo Rolando, mientras fumaba Recordando que, al final, Al petiso le había cagado La guita de aquél atado que Nunca le devolvió.

12 de marzo de 2009

La Vida desde el Piso 11

Juan Carlos miraba la calle Desde el piso 11 con la actitud De un paracaidista y la sensatez De un trapecista. No era Ese su departamento privado Ni siquiera su oficina con vista Al río, no. Pero él ganó lo Que sería el balcón y gritó “Me tiro…” Nadie, ni el viento le respondió. Un poco porque el edificio Estaba en construcción y otro Poco porque era domingo a la mañana Y en Palermo es como Decir El Sahara... Sólo algún borracho Podría pasar por ahí abajo pero No habría recalado en ese Pobre perdedor pretendiéndose Kamikaze sin cruzada. Y es que Era eso justamente lo que Le faltaba a Juanca: Una razón De vivir. La exhalación de Ese "grito a nadie" lo había Dejado a Juanca sin aire, y esa sensación De vacío fue la que lo devolvió A la vida (Además de cierto Vértigo propio de los once Pisos sin ascensor pero de Descenso directo por el balcón Que venía de abrazar)... Y sí: Si lo pensás no te tirás. “Voy a encontrar esa razón para Vivir y si no, volveré aquí Para tirarme”, terminaba de Jurarse a sí mismo como buscándose En el espejo de un horizonte que Le contestó con una voz desde Abajo, algo aflautada: “Tirate de una Vez, salame..”, para luego Perderse en las S de un andar Algo etílico propio de los Trasnochados sin privilegios. “Ni En pedo, boludo…”, respondió Muy tarde Juanca al desafío; “…ya vas a ver hasta donde Llego en la vida”, reaccionó
media hora después. Bajó y se fumó un armado. En El primer bar abierto, entró Y en la barra pidió un vino y Una certeza: “Buscan mozo Para atender mesas...?” Al Mes ya era el preferido de Doña Mirta, la dueña del Lugar. A los tres meses debutó Como administrativo, y A los seis meses se casaron. Para Entonces nadie veía bien Que él fuera uno más (que Ya no era) y una oferta de un Distribuidor le llegó como Alianza al anular, por aprovechar Literariamente el momento Emocional y civil del protagonista. Lo tentaron para que se uniera A una mediana empresa con Aspiraciones que se dedicaba Al rubro de la alimentación, Una industria en franco ascenso Que le permitiría progresar Y hacer una carrera prominente. No era para tanto, en verdad, Pero la fortuna quiso que al Año una fuerte corriente Monopolista ganara los mercados Y la empresita pasara a manos De otra que a su vez era comprada Por otra más grande de tipo Regional que además fue comprada Por una multinacional. Así que En cosa de una año los que No fueron rajados ya tenían Auto caro, chequera de gastos De representación y oficina Adivinen dónde? Si ! La empresa Compró el edificio aquél de la Calle Julián Álvarez y Juan Carlos Pidió que le asignaran una oficina En el piso 11, cosa que no tardó En hacerse realidad porque él Era el encargado de organizar Uno de los pisos a su total Responsabilidad. Y como suele Sucederle a los que tientan al Destino, no tuvo mejor idea el Juan Carlos que asomarse Al balconcito y pronunciar las Fatídicas palabras: “Viste. Yo Te dije…” Como todo ser Con dos dedos de frente y medio Sentido de la fatalidad, uno sabe Que no se desafía así a la nada Y menos desde un balcón De piso 11 donde uno quiso Una vez tirarse al vacío. Desde Ese día, todo comenzó a ir Para atrás, pero nadie lo notaba. O todos preferían mirar Para otro lado. Juan estaba Convencido de que la crisis de La que todos hablaban no Lo tocaría… Y podría ser Porque ya antes él había Salido indemne y fortalecido, Mientras que sus jefes, Zorros viejos, ahora eran Pinches o jubilados precoces. En ese contexto llegó el Ascenso y después, las Merecidas vacaciones en Cozumel para dos: él y Su nueva mina, ya que la Gorda del bar era historia Hacía cuatro meses. Todo En paquete ejecutivo, como Le gustaba a él. “…Y pensar Que una vez me quise Tirar y ahora soy el que Manda limpiar el balcón”. Bueno, hubo sol en Cozumel; El vuelo de ida, bien. El De vuelta hasta se adelantó. Ni pozos de aire ni precios Fuera de lo pautado; la Atención del hotel, increíble. Si hasta buceó entre los Peces y le dieron el premio Al mejor debutante del Grupo por cumplir con todos Los ítems y hasta animarse A contar chistes! La chica Se portó como una diosa: No hinchó las pelotas ni Se zarpó con las compras Pero al Juanca le dio pena Y le regaló de todo: Patas De rana, una pileta inflable, Dos cocos pegados con la Inscripción “Vuelvan Pronto”, Una muñeca azteca de dudosa Legitimidad, anillos de plata Maya (otro cuento turístico), La camiseta de México firmada Por Cuauhtémoc Blanco (ella Lo amaba aunque no supiera Ni dónde quedaba), un libro De autoayuda americano, la Pirámide Maya en miniatura, Una suscripción anual para la Revista “Tiempo Libre”, la Sombrilla que usaban para Protegerse en la playa (ella Se había encariñado de las Rayas de color), las toallas y Sábanas del Cancún Plaza (también
pasaron por Cancún porque ella
no quería ser menos que su
prima que ya habia ido), un Retrato de Juanca pintado Por un artista local algo daltónico, Una perrita idéntica a la de Madonna que vendían en El free shop del hotel, la pelota De playa que perdieron unos Brasileros (no daba para devolverla), Y otros enceres que pudieron Llevar con ellos, pago de un tercer Ticket de vuelo mediante. Por suerte Habían podido disfrazar a la Perrita de títere y convencer al Personal de a bordo de que La rubia noviecita de Juanca era Ventrílocua y sabía ladrar sin Mover los labios. Todo bien Durante el viaje y la llegada, aunque tomó Media hora que les revisaran Todas las porquerías en aduana De Ezeiza. Eso ya fue una señal. Una vez en el playón de salida, Una presencia figuraba por su Ausencia: “Dónde estará Humberto” Era la frase cada vez más Desesperada de la parejita plena de Equipajes y demás. Y es que La empresa ya no contaba con Ese servicio de chofer 24 hs que Antes de partir Juan Carlos Martínez Zubiría (el último apellido había sido Agregado por el éxito) disfrutaba: Ahora algunas cosas habían Cambiado. Y no hubo más Remedio que tomar un taxi ahí, Cosa que tomó unos 20 minutos Mínimo. “Bueno, una vez en casa Descansaremos…”, dijo él, ingenuo. Pero el auto no pudo llegar hasta La puerta de la casona de Cramer Al 1300... Un vallado policía Impedía el acceso a esa cuadra, Aparentemente debido a un Allanamiento en proceso… “Qué Jodido está este país, papi…”, Dijo ella, la rubia, tapada por Las porquerías que traía y que No habían entrado en el baúl. Él, Negador del destino, no quería No podía pensar. En vano sería Forzar a ese hombre, que se Sentía dueño del mundo, a pensar Que ese mundo ya no tenía Dueño… porque los verdaderos Dueños nunca le habían dado La llave: se la habían prestado. “Vos tenés las llaves de la oficina”, Reparó ella, fantasiosa de Encontrar un lugarcito alfombrado Como esos donde supo conquistar A varios jefes como Juanca de tanto hacer de Secretaria full full full... time. “Vamos allá, dejamos todo y Después descansamos en un Hotel”, sentenció, segura de Que él de ese modo ni mencionaría Ir a parar a lo de su madre. Y Es que amante y suegra no Conjugan, y para la señora de Martínez (la madre de Juanca) Esta nunca dejaría de ser la Amante... Y punto. El chofer los llevó hasta el edificio Que alguna vez fuera lugar De iniciación para Juanca. Algo Se olía en el aire de Palermo Esa tarde de domingo. Sí, Otro paro del servicio de Recolección de basura puede Dar esa misma impresión nauseabunda, Pero esto era diferente. Lo Que olfateaba Juanca era otra Cosa. Él conocía el barrio, Sabía que todo había cambiado. “Cambiaron la clave de la puerta”, Esgrimió como explicación Después del intento número Doscientos dos de meter el Código de veinticinco cifras que Él mismo había obligado a Todos a aprendérselo de memoria. “No te estará faltando algún Número?”, fue el brillante Aporte de Pamela desde el Asiento trasero del 504 blanco Donde caían, a puertas abiertas, Las baratijas que este remedo De familia muerta al nacer migraban Sin tener dónde dejar. “Callate Tarada… te creés que soy tan Pelotudo…”, fue la respuesta. Y Entonces, exhausto, emocionalmente Acabado, lleno de culpas y mirando A piso 11 desde la vereda, Juan Carlos Martinez a secas, Juanca, Comprendió todo. “Qué bien me la hiciste, la p… que Los p…” (lo dijo así, con puntitos, Porque será un perdedor pero Era un caballero). “Ahora que todo, Todo se vino a pique y tengo, QUIERO Cumplir mi promesa, vos no me Dejás tirarme.. Qué iluso fui! Debí Haberlo hecho cuando podía”. La Crisis, esos extraños acontecimientos Que todos padecimos lo habían Tomado por sorpresa, como sol En espalda de veraneante nuevo. Mientras él hacía skyjet, la bolsa Se hundía y sus jefes huían justo En el vuelo del que él venía de Descender. La vida, los sueños, la Propia Imagen de sí mismo venían Cayendo de ese onceavo piso Mientras Juanca, impávido, Miraba desde abajo su Debacle; la de todo un sistema… La de un hombre. “A dónde vas… Pame…”, Alcanzó a mascullar, casi Sin aliento como aquella Primera vez ahí, cuando no Se tiró. “Ma sí… tirate”, gritó ella. De Espaldas y sin mirar Atrás.

6 de marzo de 2009

El Caso de la Monja del Diome

Eusebio Pastor Sandoval era Cazador de diablos profesional. Según ese sospechado título Que supiera enarbolar en Cuanta oportunidad tuviera, él (Este paraguayo cara de susto con Dotes de exorcista y mañas faranduleras) Era el encargado de Dios de Perseguir a los hijos de Satán. Así Iba por la vida, encubierto como Verdulero de barrio para dar de Este modo Con aquellos seres endemoniados Que como todos sabemos suelen Tomar la forma de amas de casa Con changuito de mercado a Rastras. En eso estaba Eusebio El Cazadiablos digo, vendiendo Limones y cebollas, cuando De entre los billetes sucios por La tierra de las papas y unos ajos Que hacían de monedas de vuelto (dada La escasez permanente de ellas) vió Asomar un papelito manuscrito que, Como todo buen cazador de diablos Sabe, no era otra cosa que una señal. La señal que Eusebio esperaba. Tres palabras y tres Números de 3 cifras cada uno. 16 letras Divididas en 2 series de 5 y una de 6, con los números Separándolas y sólo los números, sin Comas ni puntos ni otros signos: “Jamón 150 Queso 100 Batata 250” Inmediatamente, casi como poseído (es Sabido que somos lo que hacemos y Que los gajes de todo oficio nos Impregnan con sus influjos maléficos) Bajó la persiana de la verdulería, echó Sin muchos modales ni paciencia A las dos viejas que quedaban dentro y Se sentó a rezar, cada vez con más Frenesí, buscando desesperadamente La respuesta; una que llegara desde el Cielo… Y ahí estaba, cayéndole justo Encima de la terraza del localcito de Varela que alquilaba al boliviano que Se había vuelto a Santa Cruz. Se Sintió el caer de esos pies pesados, el Golpear de un cuerpo vivo que Bregaba por sobrevivir, por encontrar Una tierra que pisar… Era un Ángel Desesperado o un demonio desterrado El que caía sobre Eusebio Sandoval? No lo supo sin antes recordar todos Los acontecimientos que venían Sucediéndose uno a uno esos Últimos días, semanas quizás… Recordó sus pecados (todos Los tenemos, más él, que lucha Contra los diablos!), sus tentaciones, Y esas noches de lujuria vividas Junto a la esposa del boliviano Que se había quedado para terminar De vender los muebles que restaban Y así alcanzar a su marido allá En su Bolivia natal. Recordó su Traición al hombre que le había Aumentado el alquiler en los Últimos meses pero que lo había Aceptado sin garante ni garantía Más que ese Rolex que Eusebio Trajera sin declarar del Paraguay En su última cruzada santa cuando Diera cuenta de un hijo guaraní De Luzbel ahogándolo en las Costas del Paraná, ahí frente a Encarnación. No podía Eusebio Ampararse en ello para disculparse A sí mismo la incitación al adulterio Que promoviera en las carnes de Zulema: ese Rolex era trucho. Tampoco olvidaba las palabras del Dependiente de la verdulería que, Al enterarse del hecho le dijera: “Don Eusebio, esa mina es Monja del Diome…” Terrible, horrendo Descubrimiento; El Cazadiablos Había sucumbido a los influjos Maléficos antes descritos de una de las hijas chollas de Satán, ella toda Envuelta en satín y gritando Como Un demonio bañada en una Luz roja que no era otra que la Del velador de su dormitorio Que estaba cubierto por su enorme Bombachón de encaje sintético. “Amalaya” gritó Eusebio… “Esa Mujer me engañó… Era Monja Y ahora me hizo demonio; me Engatusó con su carita de Niña desesperada por la soledad De esa canilla que gotea y que yo, Tonto de mí, fui a repararle… Ahora El Diablo viene a buscarme, está Aquí, sobre mi techo esperando Que asome para llevarme con él” Fue entonces que Eusebio se Miró en el espejito manchado Que colgaba de la pared sucia de La verdulería, en el que apenas Podía verse de chiquito y destemplado, Y entendió cuál era su destino… “Pero cómo voy a tener miedo Si soy un Cazadiablos diplomado!” Se cuestionó, casi como pisando Sobre la evidencia de su realidad. “Voy a matar a ese Añá Membuy O moriré en el intento canejo”, juró Con la Biblia en la mano mientras Trataba de encontrar un versículo Que gritarle en la cara a ese Hijo de Lucifer… Pero no lo encontró. Así Y todo, decidido igual, se colgó una ristra de ajos al cuello, Se encomendó a todos los santos Y hasta al Gauchito Gil… y abrió la puertita que daba al fondo donde la escalera se erguía eterna Hacia el destino (según pensó Eusebio en un arranque de poética Boludez e última hora). “Ahora vas a ver la cara De Dios…”, le gritó a Eso para envalentonarse Y saltó los cincuenta escalones de A tres para llegar rápido hasta ese Ser que lo esperaba… tirado y Desmayado, todo envuelto en Una roja tela brillante que le recordó A Eusebio Pastor, por un instante, La enagua de satín de la Zulema Aquella fatídica noche en que Sucumbiera a ella. “Sos peor Que el Diablo che señor”, se enojó… Y Ya alzaba el puñal, ese que lleva En su cintura el Cazadiablos siempre (sobre todo en las noches de bailanta) Ya estaba por descargar la ira de Dios Sobre el bulto inerte en la Terraza cuando el mismo, O algo debajo, se movió de pronto, Quejido mediante… “Entregate Lucifer, Luzbel, Satán, Satín o Como te llames vos che…” Ahhh..! Ahhh..! fue toda la dolorosa respuesta Que recibió a tamaño desafío. “Güeno, Ahhh te digo, si querés… Me da lo Mismo; pero andá llamándole a tu jefe Pa’decirle que mañana no vas a trabajar” Fue la sentencia final. Pero antes que La santa daga, embadurnada de ajo Y limón se clavara en el corazón del Mismo demonio, una cabecita humana Asomó, en forma de cofia de monja, Acompañada por una rara cara nada Angelical, y unas piernas peludas Se dejaron ver también debajo de la Roja tela del paracaídas. “Disculpe Señor, puede llamar una ambulancia. Gracias” fue lo que alcanzó a Mascullar ese muchacho disfrazado De monja que había errado el aterrizaje Mientras participaba de un show Solidario en el Club Varela. Difícil, Muy difícil fue convencer a Eusebio de Que esa no era una cruzada que Él debía acabar dando esa puntada Final sino que lo que se cruzó fueron Los vientos que llevaron a ese pobre Aprendiz de pajarón a caerle justo Encima de la terraza al loco éste que Ya venía siendo buscado por La ley desde las tierras del guarán y Que terminó encerrado gracias A esa obsesión por las monjas y La puta casualidad (no hablo de Zulema, eh). Y por culpa, claro, De esa maldición, de ese conjuro Hecho mensaje pérfidamente dejado entre ajos Y medianoches para Hacerle pisar el palito. Quién, qué Cazadiablos en su sano juicio Iba a desestimar tal designio Confundiéndolo con una simple Lista de compras de fiambrería. Quién? * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * N del R (r de recolpilador): Me veo en la obligación moral de explicar el título de este relato que yo mismo debí decidir dado que el bueno del Boliviano sólo ponía números a sus historias y él sólo sabía contar hasta cien, habiéndome relatado al menos unas setecientas y tantas. Esta historia, la número 666, fue elegida por mí para continuar la saga de narraciones demoníacas que el Mataletras cultivara durante su período místico (aquél durante el cual bebiera a diario una buena cantidad de Mistela). Aquí debo señalar, si prudente, que el título mísmo se presta a confusión (la misma de Eusuebio, el protagonista) si no se conoce la raíz cultural del juego de palabras que da pie al equívoco que terminará con el confinamiento por tiempo indeterminado del Cazadiablos en una Colonia Psiquiátrica (me aferro al prefijo "psi" como a mi propia vida, disculpen la disgreción). Es habitual desde mucho tiempo atrás en Argentina (y más acá en el tiempo en Francia) que los jóvenes y no tanto inviertan las sílabas de un vocablo para hablar en clave, lo que derivaría en costumbre popular (cuándo no!) por todos conocida. A esto se lo llama "hablar al verre" -al revés- en porteño, o "verlan" -l'envers- en francés de banlieu (alrededores de la gran ciudad). Es esto precisamente se basa el equívoco de Eusebio, paraguayo él y nada al tanto de este hábito que, en el relato, esta interpretado por el dependiente quién representa a las voces populares. Monja del Diome no es otra cosa que "jamón de medio", en otras palabras: un manjar! De allí que la lista de compras encontrada SÍ representa un mensaje para Eusebio, pero no en el sentido que él lo interpreta. Así es la suerte de los perdedores (y de los inmigrantes).