tag:blogger.com,1999:blog-17047198370224298892024-03-06T01:39:22.045-04:00pOeSíAs CíNiCaS < > hiStoRiaS bIzArrAstodo lo que pueda pasar, pasará justo aquíC@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.comBlogger23125tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-28349677800491338132011-03-06T14:18:00.001-04:002011-03-06T14:31:58.963-04:00El Atractivo René<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUWZkNArYZDQcfpXI0CuaWnFEia7VBo2fEBF1ejzycxWU4fbKezTIhd5zpZEnQH68qy1hgFFC1H5YeZMMubLeifOiLMSEeCImUp2X0ENWAggezWUvQ01wD2TGh5YNkZT9TzTdQf-tAvi0/s1600/multitud_Rene.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 200px; height: 166px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUWZkNArYZDQcfpXI0CuaWnFEia7VBo2fEBF1ejzycxWU4fbKezTIhd5zpZEnQH68qy1hgFFC1H5YeZMMubLeifOiLMSEeCImUp2X0ENWAggezWUvQ01wD2TGh5YNkZT9TzTdQf-tAvi0/s200/multitud_Rene.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5581036427798137298" /></a>
<div>René tenía una extraña pero muy preciada virtud: Era atractivo. No es que fuera bello ni seductor en el sentido en que lo entienden publicitarios y mujeres en celo. No, René atraía a la gente. Y esto, que parece muy copado, era para él un verdadero calvario.</div><div>Ya desde muy niño, él sintió que algo raro pasaba en sus relaciones infantiles. Se daba cuenta cuando, en primero y segundo grado, llegaba a su casa y sus padres se veían en la obligación de llamar a los padres de los otros niños, todos compañeritos, que venía adosados a él. Su atracción de parte de los otros era tal, aun en su más temprana edad, que las otras aulas se vaciaban porque todos los chicos se arremolinaban alrededor de la puerta y la ventana más cercana al alumno René. Y él no podía manejar eso. No tenía ni el don de la agresividad siquiera, como para espantarlos.</div><div>Los padres hicieron como si nada. Nunca consideraron que esta particularidad de su único hijo fuera algo parecido a una enfermedad. Entre la miopía del padre y la obesidad de la madre, René no podía contar demasiado con sus progenitores. Ya era bastante con soportar las peleas entre ellos cada noche. Y claro, entre el miope que no veía un pito (mucho menos el suyo propio) y la gorda que era inembocable, la tensión hacía saltar los tapones de la convivencia a la hora en que las velas dejan de arder. Así fue que el niño creyó que esa atractividad suya era algo que podía pasarle a cualquiera. Eso duró hasta que tuvo doce años. A partir de entonces, René se sintió un fenómeno.</div><div>Llegó la adolescencia y el joven René era el centro de las reuniones: si buscabas a alguien seguramente lo encontrarías alrededor de René, cerca… muy cerca. O encima de él ! Será por eso, o porque odiaba a la gente y a las reuniones, que a René no lo invitaban a ninguna. Y eso lo hacía más resentido aun. Claro, los invitados, los compañeros de secundaria, todos preferían quedarse al pedo con René mirando pasar bondis por Camino Negro que ir a la mejor de las fiestas negras que los otros organizaran. Hasta los dueños de boliches bailables estaba alterados con la sensible baja en las ventas desde que la generación de René copó la parada. En las discos y bailantas los encontrabas más grandecitos o mucho menores pero nunca de la edad de René: esos estaban con él, pensaban todos. Y es que basta el mito a veces para justificarlo todo. </div><div>Sufrió varias amenazas el pibe debido a esto. Y atentados! Una vez lo esperaron en la oscura esquina de su casa para algo que seguramente no sería felicitarlo… Pero les fue imposible sortear a la muchedumbre para llegar a él. Y es que el pobre René nunca estaba solo.</div><div>Lo eligieron Presidente del Centro de Estudiantes del colegio cuando él ni siquiera se había postulado. Lógico si se piensa que era, por lejos, el de mayor convocatoria. Había otro candidato, el Ruso Jiménez, quien le disputo palmo a palmo la candidatura… Pero si bien el Ruso era muy popular por sus convicciones, René lo era más porque sí. Y es que los compañeros preferían votar en la misma línea que el Atractivo; en la misma línea y el mismo cuarto oscuro. La elección fue impugnada por eso: era imposible separar a la masa que lo rodeaba y entonces todos los votos, más de la mitad del total, fueron anulados. Eso salvó a René de caer en las redes sucias de la política, que siempre busca fenómenos atractivos como él a quienes impulsar al éxito. </div><div>
</div><div>Sin embargo, la peor etapa fue la de la juventud. Perdido en su soledad imposible, siempre rodeado de un séquito de conocidos y desconocidos, René descubrió al amor de su vida: Latoya. Ella también odiaba a la sociedad, y más ahora que era amada por René, el gregariópata. La sociedad era, ahora, lo que los separaba… O al menos, esa parte de la sociedad que se pegaba a su pretendiente y hacía que un beso fuera algo así como ir a ver a los Rolling Stone al césped. Esa relación no duró mucho. Ella le dijo no estar lista para el sexo grupal. Él la comprendió. Sobre todo porque él odiaba a los Rolling tanto como ella.</div><div>
</div><div>Cansado de intentar tener una vida normal, harto de subir a un colectivo vacío y que todos se suban al mismo bondi y se sienten alrededor de él porque sí; frustrado de intentar jugar tenis y tener veinte compañeros de dobles repentinamente, René buscó la lejanía, el autoexilio como forma de exorcismo. Pensó que quizás muy lejos ese fenómeno amenguaría o quizás desaparecería. Entonces aprovechó los ahorros que encontraba en los bolsillos de los pesados que siempre estaba encima de él para viajar.</div><div>
</div><div>Cruzó el charco y se instaló en Valencia, previo paso por Madrid, donde los madrileños se le pegaban todo el tiempo. Ya el vuelo había sido complicado, dado que el peso del avión se desbalanceada por culpa de esos desubicados que se la pasaba saltando de sus asientos para sentarse en el pasillo junto a él, o bien en su falda. Y no saben lo incómodo que puede ser volar doce horas con un gordo hincha de Racing a upa. Pero duró poco en tierras españolas. Dado lo difícil que le era viajar sin atraer las miradas (y los cuerpos) de los otros viajeros, René decidió, a instancia de lo cerca que resulta todo por aquellas tierras, caminar. Se convirtió en mochilero. A los diez kilómetros ya era el mochilero más popular del país: había por lo menos cien personas caminando junto a él, que fueron más de mil cuando se detuvo en la gasolinera que estaba a cincuenta kilómetros de la salida de la ruta a Valencia. Él sabía cómo escapar de esas: normalmente permanecía quieto, en algún lugar abierto, se sentaba… Y cuando todos lo hacían, él corría desesperadamente hacia algún medio de transporte. Alguna vez se había entregado a la policía para escapar de un grupo de punks en Parque Rivadavia. También había tenido socios de escape: un primo, Renzo, solía buscarlo con su taxi cuando las papas quemaban y la multitud se ponía insoportable. Pero el primo era un laburante, un profesional… y le cobraba. Esta vez había un camión rutero justo enfrente, cuya puerta abierta invitaba al escape. Y a correr !</div><div>En Valencia la cosa no cambió mucho. El valenciano es tranquilo pero también dejado a las atracciones, de puro aburrido. Así que allí no pudo zafar tampoco. Pero en esa estada tuvo la revelación que le daría sentido a su don (por llamar a esa atracción absurda de alguna manera medianamente interesante). Trató de trabajar como simpatizante profesional de diversos deportes, en productoras de TV integrando paneles de participantes o tribunas de “chupamedios” (esos chupamedias que aplauden cuando alguien se los indica o ríen ante el cartel “risas” que otro chupamedios de mayor jerarquía levanta). La cosa es que mientras no se daban cuenta de su problema, todos creían que esas aglomeraciones se debían al gran éxito del programa, o a la masiva adhesión a un cierto equipo de un cierto deporte. Una nutrida fila no sorprendía a nadie, pero cuando las instalaciones rebasaban sus capacidades la cosa se ponía de castaño a oscuro. Ahí es cuando René desparecía. Justo antes que los organizadores se percataran del fenómeno.</div><div>Un día, en un chat, un tío le dijo: Oye, tu deberías deshacerte de todos esos que te rodean sin sentido… Un día ponte una bomba y termina con esto! </div><div>Bingo! René sintió que esa era la gran idea, el deseo oculto que callaba desde la primera vez que comprendió lo absurdo de su destino. Pero tenía que tener sentido ese sacrificio. No era cuestión de dar la vida de tanta gente por nada. La idea dio vueltas por su cabeza, cansado de lidiar consigo y con tantos. Pero siguió viaje. </div><div>Italia, Serbia, Albania, Grecia… Todo siguió igual. Turquía, Siria, Irak… Líbano. Un poco caminando, otro tanto corriendo y subiéndose a algún vehículo inesperadamente. Así llegó el fenómeno René a la zona más caliente de Medio Oriente. </div><div>Allí lo recibieron como a un héroe nacional. Detrás de él, doce mil otros atraídos venían cuan legión de incondicionales, hombres, mujeres, niños, vendedores de alfombras… En Beirut lo agasajaron (a él y a aquellos de los doce mil que entraron en el palacio) como a un príncipe. Habían visto en él una suerte de nuevo Mesías, un Mahoma extranjero. Un Che Guevara sin ideales. Y es que le reservaban un destino, una misión final exoneratoria. </div><div>Lo llevaron a un campo de entrenamiento. Los llevaron, en realidad, ya que era imposible aislar al atractivo René de su séquito de atraídos: Todo intento de separación duraba apenas un minuto, al cabo del cual ya se encontraba acompañado, rodeado de camaradas haciendo exactamente lo mismo que él. No bastaron los innumerables disparos al aire ni los disparos a matar: otros reemplazaban a los caídos inmediatamente, cosa que desconcertaba a los guardias de aquél campo. Los jefes a cargo decidieron que si Mahoma no iba a la montaña, la montaña debía irse al carajo, y justo cuando iban a abandonar el entrenamiento y ajusticiar al complicadísimo René, llegó una llamada salvadora que más que una opción era un ultimátum. La misión estaba lista. Había llegado El Gran Día.</div><div>René fue llevado ante el Líder, un hombre de pañuelo en la cabeza y Kalashnikov al hombro. Éste lo beso dos veces, lo tomó de ambos brazos a la vez y, de frente y a los ojos, le dijo: Vas a morir por nosotros. Al menos eso fue lo que le tradujeron a René, aunque más sensato era pensar en un “Vas a morir con nosotros” dada la naturaleza de su don.</div><div>Y fue asi nomás. Aquellos que lo habían querido utilizar para sus planes de combate guerrillero como hombre-bomba, no pudieron alejarse a tiempo. Esa cualidad tan atractiva de René el Atractivo termino siendo su fatalidad (la de él y la de todos los otros). El Hombre-Bomba que odiaba a la humanidad había encontrado al fin su destino; el modo de deshacerse de sí mismo, de su trágico don y de todos los pesados que durante el último tiempo se le habían pegado como moscas. Y qué lindo que es matar moscas, verdad.</div><div>
</div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-6351284877536236042010-12-04T15:00:00.004-04:002011-03-06T14:06:03.565-04:00El Loquito de Mierda<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9dccVDvS7uuCqcpZl7AqrzvWQRhcLaXGC_AVRa0q-XZOKXDFilR0sAm4s5MvH9HWoXCnvHJxTkA5nhZhjpY3HmIGmfFOU69D7UB8OZvUqR7k8wUY9MiscQazDmsoNN31-OkXMqRDDXtg/s1600/Loquito.jpg"><img style="MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 187px; FLOAT: right; HEIGHT: 285px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5546916341078763698" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9dccVDvS7uuCqcpZl7AqrzvWQRhcLaXGC_AVRa0q-XZOKXDFilR0sAm4s5MvH9HWoXCnvHJxTkA5nhZhjpY3HmIGmfFOU69D7UB8OZvUqR7k8wUY9MiscQazDmsoNN31-OkXMqRDDXtg/s200/Loquito.jpg" /></a>
“Qué lindo día para salir a matar” dijo él
mirando al cielo y respirando hondo. Y, no
le decían Loquito de Mierda
porque sí… Estaba realmente dañado
el pibe de Ituzaingo que ahora habitaba
un depto bastante bien amoblado que
había heredado de la abuela cheta en
Barrio Norte. Es que el émulo del Petiso
Orejudo no era ningún pobrecito: educado en
los mejores colegios de
Buenos Aires (que fueron muchos porque de todos
lo rajaban con honores), el tipo conocía el
way of life de cualquier bacán, así como le
sobraba chamuyo para zafar
de cuanta gayola en la que lo quisieran
encanutar.
Y es que el Loquito había
estudiado abogacía, relaciones públicas,
psicología… además de cocina macrobiótica,
pero esto último no le daba gran ventaja frente
a la cana en general. Así que casi toda su vida
se había dedicado a joder a los demás, pero no
como lo haría un abogado,
un psicólogo, o un mal cocinero sino
a joder por joder nomás, de puro
capricho de loco. Este no era el tipo
de loco que viola a una mina, no… Era
más capaz de empujarla del bondi al momento de
descender, sólo por arruinarle la cara contra
el pavimento si
acaso la piba era una baby face. Tampoco era de
esos que te secuestran
para hacerse de tu guita, para qué?.. No… Éste
te secuestraba y te llevaba a la popular de Boca
con una camiseta de River puesta, para que te
murieras de miedo mientras caías desde la segunda
bandeja de la Bombonera arrojado por
la 12. Era perverso, sádico… De hecho,
decían que había sido amigo del menor
de los Saadi.
Resulta que este cheto emputecido (él ya
no le daba mucha bola a las minas
sino que se lo relacionaba sólo con
chonguitos freakies últimamente), venía portándose
más o menos bien hasta hoy… Pero como todo loco,
tenía mañanas y mañanas. Y ésta era una de esas
que seguramente terminaría en sangre.
Y así fue que el Loquito se puso los Rayban oscuros
y encaró por Av Santa Fe donde compró ropa deportiva
y un
bate de béisbol. Después, sonrisa flor
de labios, bajó hasta Reconquista y se paseó por
la nueva peatonal porteña llevado por cierto aire
de libre felicidad,
preámbulo seguro del momento de gloria que pronto iba a
llegar: sólo faltaba la excusa… Y la excusa siempre
llega.
Ella manejaba un Mercedes Sedán plateado, un tono que
molestaba por demás al loquito por su falta de
personalidad. Pero eso no habría sido nada si la
chica no hubiera sido tan joven, tan bella, y tan
arrogante como para pretender pasar con su auto por
el medio de esa calle para peatones.
Y si bien no era la única, y venía a dos por hora <div>ella cometió el terrible error de tocarle bocina al
Loquito de Mierda que venía floreándose en su locura
mientras elegía qué cabeza reventar… Y ahí estaba
ella, la cabeza perfecta! Rubia,
desubicada, rica o mantenida. Hueca como debe ser.
“¿Cómo sonará una cabecita tan vacía?” Se preguntó
el Loquito. ¡Qué plato tan bien servido para la
felicidad del trastornado!
Ahí mismo la arrancó para afuera del auto por
la ventanilla, la que rompió con el bate de
aluminio… La levantó en el aire de los pelos y
la arrojó contra un ciclista que pasaba, el cual
fue a parar contra una mesa donde unos ingleses
se tomaban la décima cerveza de la
mañana, lo que provocó que los piratones (ya
entrados en carnes y años) reaccionaran como
si se tratara de la invasión a las Malvinas,
y al grito de “Falklands are English” le empezaron
a dar duro al bici mensajero, quien claro fue
defendido por unos motoqueros que se tiraron
de las motos a darles duro a los desubicados
british que, para colmo,
vestían horrendas remeras estampadas con el
Union Jack pintado, ese pabellón
de rayas cruzadas en rojo, azul y blanco que
los punk tan irónicamente hicieron
popular… A la mina no tardaron en
afanarle el reloj Cartier, la cartera Gucci,
los zapatos Sarkany, el vestido
de Romano y hasta la bombacha
Caro Cuore (y sí, es el efecto cebolla,
más adentro vas, más te hace llorar).
A ella, el golpe le afectó; pero lo
que realmente la hizo llorar fue que
todo el mundo viera que su lingerie no
iba a tono con su bijouterie, y menos con
el resto de sus enceres.
El Loquito cantaba de felicidad, y al
rítmo de la Marsellesa (quién sabe
si habrá sido el Cartier lo que lo
inspirara) iba rematando a golpe de
bate las cabezas de los que
salian de aquella batahola, sin
discriminar entre criollos y extraños, ni
entre cristianos y herejes
(la locura, si algo no tiene es ideología
o teología… mucho menos
identidad nacional). Entonces llegó
la frutilla del postre, lo que esperaba
el Loquito con disimulable ansia: Llegó
el macho de la rubia, un tipo de unos cuarenta
y cinco, de impecable traje Dior azul noche y
gemelos de marfil, quien insinuó agacharse a
levantar a la llorosa y desnuda muchacha. Justo
entonces se acercó el Loquito y le dijo
“Cuidado..! No vio cómo tiene corrido
el maquillaje la señorita?”, lo que
provocó en el hombre ese pequeño
segundo de duda que le dio al Loco
el tiempo de levantar el bate de béisbol lo
suficiente como para asestarle un jonrón
perfecto que le hizo volar la cabeza rodando
Reconquista abajo…
lo que el Loquito de Mierda festejó con un histérico
“¡¡¡¡Ganadoooorrrr!!!!” mientras corría por la calle
levantando las rodillas cuan beisbolista en su noche
de consagración.
Para cuando la policía llegó, el “jugador”
ya no estaba en la “cancha”. Allí sólo
quedaban rostros amoratados, cuerpos
desparramados y muchas cabezas sangrantes;
una mujer desnuda sentada en la vereda,
inmersa en un ataque de
histeria, todo el maquillaje diluido y
chorreado haciéndola ver como un
maorí en trance ceremonial… un torso
de hombre muy bien empilchado…
y más allá una cabeza suelta de cabellos
cortos muy bien arreglados cuya expresión
parecía decir “Maquillaje… cuál maquillaje?”.
La policía cerco el perímetro y comenzó una
investigación por “Atentado Terrorista” que
nunca prosperó. Un
motoquero que milagrosamente sobrevivió dice
haber visto al Loquito
llevarse su moto (no se sabe si fue cierto o
si el tipo quiso estafar al seguro). El Loquito,
por su parte (y
fiel a su estilo) no volvió a matar usando
un bate… Ese seguramente fue directo a su sala de
trofeos. Esa en cuyas paredes el abuelo, de muy mal
gusto, solía colgar las cabezas de las presas que
cazaba, pobres animales duros, muy peludos ellos.
“Yo ni loco cuelgo una cabeza acá”,
me dijo el Loquito de Mierda después de contarme
su epopeya, mientras
fijaba a la pared el bate “ganador“.</div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-34454315927892687482010-05-17T21:57:00.003-04:002010-07-14T12:39:40.499-04:00El Chonguito<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://photos1.hi5.com/0087/660/192/K6UI2M660192-02.jpg"><img style="MARGIN: 0pt 0pt 10px 10px; WIDTH: 238px; FLOAT: right; HEIGHT: 295px; CURSOR: pointer" border="0" alt="" src="http://photos1.hi5.com/0087/660/192/K6UI2M660192-02.jpg" /></a>
Julián comprendió muy temprano
cómo era esto de satisfacer a una dama.
Le bastaban esos quince temerarios
abriles para ver por dónde corría la
liebre del misterio femenino: una buena
noche tres veces por semana y
nada de preguntas era su fórmula
ganadora. Y cómo no!... Si estaba
lo suficientemente dotado como para
que en el barrio (orinada en pared
de potrero mediante) lo apodaran
“El Chongo”. Y esto era así desde
los cinco eh. Ahora, diez años
después, ya no había potreros dónde
corretear sino peatonales llenas de
mujeres maduras con gordas carteras
(y algunas otras partes igualmente
sobrecargadas) a las que atender.
Esto había empezado, como casi
todo en su vida, sin querer: Un amigo
de su hermano Beto se lo encontró
en la calle y él, que siempre andaba
al pedo porque no estudiaba, lo
acompañó. El tipo este se dio cuenta
enseguida que las minas se babeaban
por el pibe, y que el pendejo
no se avispaba de eso de puro pendejo que era.
Entonces empezó a llenarle la cabeza
con historias de minas con guita
que lo habían mantenido durante la
mitad de su vida siendo él un adefesio
-con algo de labia, eso sí, y buena
presencia. Que cuán grande era la
oportunidad que se le había dado al pibe,
que era fachero y bla bla bla… La cosa
es que el Chongo picó, y dado que el trabajo
no era su materia predilecta (nunca lo
es a los quince), decidió pararse a hacer
esquina en la peatonal de Lomas
de Zamora una tarde de primavera
en que las veteranas comenzaban a
dejar su hibernación para liberar piernas
y escotes al aire cuan colegialas en tacos.
Al principio fue un tanto duro: el pibe no
se animaba a nada con ninguna… Y a las
maduritas ni las miraba. Apenas si
entablaba medio diálogo con las nenas
de su edad, algunas ya todas unas gatas
en eso de encarar. Y lo encaraban!
Pero al pibe, todavía, se le escapaba la liebre. Y
para eso estaba Jaime, el amigo de Beto.
Para él era ya un buen negocio pararse
junto al púber, cuyos ojos celestes y su
metro noventa le daban suficiente cartel
como para atraer al menos a la cuarta parte
de las mujeres que pasaban (la otras tres cuartas
partes estaban obviamente seducidas por las
ofertas de vidrieras, cuándo no).
De a poco el pibe fue aprendiendo a mirar, a
sonreir, a pedir un cigarrillo a las que había
que atraer: señoras de treinta y cinco
a cincuenta ávidas de nuevas experiencias o de
viejos vicios. Aprendió a vestirse como todo
un dandy: camisa blanca y saco azul muy oscuro,
pantalón al tono o jean, si era de tarde. Claritos si
pintaba el claor... Nada de esas camisas
hawaianas llenas de flores color verde
agua, bermudas de combate ni
collarcitos de feria hippie. Volaron rulos
y piercing: un corte modernito y a cazar.
Para pendejadas bastaba su cara de nene
y esos dientitos separados del medio
que ya lo delataban como púber luismiguelesco.
Además de esa insipiente barbita
que siempre parecía de dos días
porque no se animaba a crecer, quizás
por falta de hormonas todavía.
Y el gran día llegó. Matilde no era de esas
mujeres que dudaban; ni bien lo vió supo que
lo quería en su cama, que ese era el juguete
ideal para tener una noche y encontrarlo
sobre la mesita de luz al despertarse a la mañana
siquiente. Y así fue. El pibe la acompañó en
el auto de ella hasta un departamento a
unas cuantas cuadras. Allí Julián extrajo
el arma que la daría fama de amante serial y
la señora cuarentona (separada según ella
pero no divorciada) se quedó paralizada
por un instante antes de arrojarse boquiabierta
sobre el sexo del pibe. Será ilegal,
pero era inevitable.
El amigo de Beto estaba contento. Pensaba que
él solo había hecho de ese perdedor todo
un gigoló… El problema radicaba en los
atributos ocultos del nene. Cualquier señora
más o menos maltratada sexualmense se volvería
loca ante la obscenidad de semejante oferta. Y así
le ocurrió a Matilde. Ya evaluaban dejar la
esquina y mudar el emprendimiento porque
la pobre no dejaba de acosar a pibe: cada tarde
se les aparecía en busca de más y más, y así
el negocio se enturbiaba. Y si bien Julián
no se animó a cobrarle la primera noche,
la matraqueada aquella hizo que la buena
de Matilde llegara hasta a ofrecerle el
coche “prestado sin compromiso” al amigo
mayor con tal de tener vía libre con el nene.
Un día aquél muchachón aceptó, a sabiendas que
ofertas como esas no sobrarían... y sin
avisarle al púber se las tomó con el 307 de la
tórrida veterana para nunca más volver.
Entonces, ya sin tutor, Julián
se largó por su cuenta.
Al principio creyó que todo había
terminado y que lo que le esperaba
era una vida normal como la de
cualquier pibe de su edad. Pero
las cartas ya estaban echadas y
las pocas noviecitas que frecuentó
lo echaron de sus casas al ver que
las trataba como si fueran meras
clientas. El pibe se había convertido
en un profesional… y ya no
había vuelta atrás. Eso de gritarles
“puta, cómo te gusta eh...”, whisky en
mano a las chicas de quince
no era precisamente algo
de lo que jactarse. Pero con las
veteranas funcionaba tal y como
Jaime le había enseñado. Así que
volvió a buscarse una esquina, esta
vez en Adrogué… Y las clientas no
tardaron en llegar.
De Adrogué se fue a Capital…
Y de Capital a la Costa… Pero
un día se cansó. Ya no era ese
pendejo inexperto en busca de aventura.
Sus erecciones ya no eran eternas... Y
aprovechando que había juntado unos
mangos, creyó conveniente sentar cabeza.
Era cuestión de encontrar a la gallina
de los huevos de oro que no fuera
el bagayo que le rompiera los huevos
(como solía ser su madre con su padre).
Julián estaba dispuesto a formar una
familia. Pero para él, pensar en un trabajo
normal era como para cualquiera de nosotros
pensar en ser astronauta: él sólo sabía satisfacer
mujeres. En ninguna otra cosa era bueno;
¡siquiera mediocre! Por eso la mujer que
eligiera debía sin dudas estar en posición
de bancar a un hombre y tener la necesidad
de mantenerlo al lado con tal de recibir
buen sexo. Eso se propuso. Pero enseguida
se encontró frente al gran dilema: la mujer que
es capaz de estimular semejante deseo sin
que el sexo sea un trabajo seguramente no
necesitará pagar por ello. Le bastará con
una mirada al hombre que desee, en cualquier
bar o reunión. Por otro lado, la que necesite
a alguien al lado tan desesperadamente que
considere mantenerlo con tal de no perderlo
seguramente sea una mujer sola debido a
que no es facil de desear (y mucho menos de
empomar). Él sabía cómo hacerlo, era capaz de
sacar un orgasmo de un repollo... pero
el pibe consideraba que ya era hora de
jubilarse; de disfrutar del sexo cuando
fuera propicio y no por cumplir a cambio
de algo. Iluso, no sabía nada de la vida.
Ahora se venía lo más duro. Y fue con
Alejandra D., una abogada de Mar del Plata
con quien se animó a quedarse cama adentro.
La paraguaya (así le decían por su origen
mandioquero) era una mujer bastante mayor
como para no andar con cualquiera, pero
aun lo suficientemente deseable como para
merecer darle sin problemas. Y la guaraní quiso;
quiso esa mandioca humana para ella sola. Entonces
orquestó toda una organización alrededor
del joven chongo como para no levantar
la perdiz: No sería bien visto en los
Tribunales Marplatenses que una
mujer de ley anduviera con un
pibito treinta años menor. Así le inventó un
cargo: Secretario Full Time. ¡¡Para qué,,,!! El
que no quería laburar tuvo que aprender el oficio.
Empezó con llevarle la agenda y terminó
yendo y viniendo de los juzgados por ella,
mientras la señora disfrutaba las tardes
con sus amigas y/o amigos en el
club de campo. Ah, eso sí: cada noche,
puntualmente, él aprendió a decir no:
“Esta noche me duele la cabeza, amor”, solia
excusarse Julián, el Chongo. Quién lo
hubiera dicho, a sus veintidós añitos.C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-32615506395276601492010-01-25T20:33:00.003-04:002010-02-07T18:52:50.897-04:00La Ví Parada Ahí<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5mVFprdP5_rIiS3oLflyiI3qZFBNXZDCoSREnX0ifEonFrKEIK-32UH0JRhJHeHiWXLsS7eI7dLqmu_oXyQaZ5K9uID2v745sVsMXr-4nluSgGepJ-yGt7hmK4TzV7nXvxCmB6ZHtV3M/s1600-h/Taxi400.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 240px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5mVFprdP5_rIiS3oLflyiI3qZFBNXZDCoSREnX0ifEonFrKEIK-32UH0JRhJHeHiWXLsS7eI7dLqmu_oXyQaZ5K9uID2v745sVsMXr-4nluSgGepJ-yGt7hmK4TzV7nXvxCmB6ZHtV3M/s320/Taxi400.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5430853780778500274" /></a>
Acababa de llegar a Sao Paulo
cuando, aun con mis maletas
en la mano, la vi. Estaba
parada en una esquina de la
rodoviaria (léase, estación de
Buses), cigarrito en boca y chistando
cuanto auto pasaba quizás
buscando algún taxi que abordar.
No llevaba por equipaje que sus
espléndidas curvas, muy muy bien
señalizadas por sobre esos
tacos como aguijones que
casi no apoyaba en el terrenal
asfalto. La morena (quien
resultó no ser brasileña sino
uruguaya, y no llamarse Xoxota
sino Edith), me cautivó con su
desdeñoso moverse, toda vez
que fracasaba en su intento por
atrapar un auto de alquiler (que,
después supe, era en realidad
cualquier auto) y gesticulaba
con verdadera inquina a quien no
le llevara el apunte. Me acerqué,
temeroso como siempre pero
seguro de poder ayudarla, y
su rostro, algo desencajado por
lo infructuoso de sus intentos,
se iluminó al verme como si
el mensaje de su sonrisa fuera
“He aquí al hombre que buscaba”.
Y así parece que fue, porque la
llevé en el auto de alquiler por
mí rentado que me esperaba allí.
Fuimos donde ella propuso, como
corresponde a un galán como
yo: Un sitio de amigos que nos
agasajarían por nuestra llegada
(ya verán que ella no llegaba de
ningún viaje). Promesas de vino
y espeto corrido más sonrisas y
Más sonrisas me perdieron y
ya no podía ni pensar en que a
mí no me gustaba el vino y menos
el espeto corrido ese. Pero ella sí
me gustaba. El auto nos llevó
hasta una zona fabril y populosa,
aunque algo desolada de la Gran
Orbe paulista, donde no había otros
vehículos en la calle que alguna
perdida bicicleta y una que otra
patrulla policial que la perseguía.
Hasta allí llegamos, no sin discutir
acaloradamente con el taxista quien
repetía que él hasta allí no llegaría
pero llegó después de hablar duramente
con ella, cosa que para mí
era difícil de entender cuando la
charla se ponía así de densa y
apurada y en portugués. Llegamos pues
frente a una puerta corrediza metálica
de enorme porte que alguien
amablemente corrió para nosotros.
Y entramos, con auto, chofer y todo,
para después bajarnos y despedir
al buen hombre quien, dejando
el auto se marchó a pie sin protestar.
Me pareció extraño y sospeché
de algún desperfecto porque no
pude entender la ironía con que
el quía se despedía de nosotros.
Claro que no tuve que aprobar
un curso acelerado de portugués
para entender, más tarde, lo que
sucedía. Por entonces lo único que
movía mis neuronas era cierta hormona
que ella sabía muy bien estimular
y que hacía que ellas (las neuronas
digo) sólo se interesaran por
recorrer, una y otra vez, aquellas
curvas tan bien pronunciadas como
discurso De candidato. Tal vez
por ello no me percaté de que
aquél hangar no era otra cosa
que un desarmadero, y que el
tal agasajo me iba a costar más
caro que organizarme una fiesta
a mí mismo en el Sao Paulo Hilton.
El hombre se acercó de inmediato
a presentarse, la mano estirada y
enunciando una frase que después
supe quería decir “dónde están
sus tarjetas de crédito”. Las barreras
que impone una lengua desconocida
nunca son más fuertes que los
besos de lengua, así que poco
me importó que el tipo hurgara en
mis bolsillos; mi mirada no podía
desprenderse de esa boca carnosa,
brillante… Y esos ojos que me
engatusaban (término impecable
para describir cualquier cosa que
de ella viniere)… Supuse, en mi
hipnosis amorosa, que esos modales
eran los propios de esta cultura que
yo venía de descubrir; a poco,
El Inquisidor se fue y quedamos solo
unos muchachones y yo, ellos
muy animados en palmearme
la espalda al tiempo de ofrecerme
de beber esos menjunjes tropicales
que siempre (siempre) tienen
un poquito de limón, casi nada de
azúcar y mucho pero mucho
alcohol del fuerte. Yo, que nunca
fui un gran bebedor, no podía
negarme a tal gesto de camaradería.
Pensé entonces en dosificar
La ingesta como para que no
se note que bebía poco pero ellos,
amables como nadie, insistían en
hacerme probar más y más…
No estoy seguro si las cosas,
después, fueron como las recuerdo
O si todo fue una sugestión
hormonal promovida por tanta
Cachasa caliente (se había
terminado el hielo hacía
rato y estos brasileros no aflojaban
Con el trago). Lo cierto es que
lo que recuerdo es a Xoxota
hincada sobre mí, desvistiéndome
salvajemente al rítmo de una
suave melodía de Milton Nascimento
(que no por ser Nascimento
Tiene algo que ver con Pelé,
como supe después). La recuerdo
ardiente, apasionada… flameante
En los vahos del alcohol como
bandera de buque de guerra
que huye luego de una escaramuza
en aguas extranjeras… Sí… Qué
pedo tenía!! Histórico, podríamos
considerar, a la luz de la breve
historia de mi vida alcohólica.
Cuando desperté, todo dolorido, la ví
(otra vez) parada ahí… Distinta,
distante… Distraída!! Contaba
un fajo de billetes que, al parece
eran míos. Me habían llevado
de gira por los cajeros
de toda la zona comercial del
Bajo Sao Paulo porque mi
tarjeta (arrancada de mis bolsillos)
Les pedía mi clave y número de
documento: “ Es así…”, les dije
Para conformarlos. “Vivimos en
culturas diferentes…” Y me fui
caminando despacio, no
porque ese fuera el final
de una película barata ni yo
el antihéroe de ocasión; mucho
menos porque así, despacio, yo
estuviera saboreando esa experiencia
de hacía un rato… Me iba despacio
porque no podía caminar del
dolor de culo: Y es que Edith no
era Xoxota ni tampoco brasilera, pero
menos que menos una mujer
cualquiera sino un singular travesti
ya entrado en años que organizó
una banda de estafadores porque
su cuerpo ya no le daba (de
comer ni de nada). Y así
ella (él!!) se vengaba
de los muchos que una vez
la abusaran sólo por ser pobre,
trasvestista, prostituta y bien
parecida… a Ronaldinho! Ahí
me acordé que ya en la viaje
yo había estado bebiendo,
única manera de conciliar
el sueño si se viaja de Montevideo
a Sao Paulo por micro
ómnibus porque uno es un
cagón que no se banca demasiado los
aviones. Así que ya al llegar
estaba algo adobado, cansado,
caliente como buen habitante
de latitudes frescas llegando al
Trópico. Y ésta (éste!!) que se
me regala… Bah, yo me lo
busqué. Y qué? Si al fin y al
cabo, con esto me hice hombre.
Porque hombre es el que prueba
Y vuelve… Y yo, bueno… Estoy
En eso. Tratando de volver,
sin un mango y averiado; pero
con la moral (casi) intacta.
Solamente la moral, claro.C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-972941823974013592009-11-12T17:45:00.002-04:002009-11-12T18:17:33.617-04:00El Hombre Plástico<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhu4w3NGSP5q71ypxfrsWkyXJYA1HcAQAnr8H0wHJjENWlXi5XNe3yg-v03W1zTQLA4GQ50hJYh1RRSqW5NSYg_ctyggpPpKmHNIlw3jXyBOp1dPG1-SKQIWkV68C1rgvNq0Z-sreb71xs/s1600-h/tarjetas1.jpg"><img style="MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 201px; FLOAT: right; HEIGHT: 304px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5403344740383238818" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhu4w3NGSP5q71ypxfrsWkyXJYA1HcAQAnr8H0wHJjENWlXi5XNe3yg-v03W1zTQLA4GQ50hJYh1RRSqW5NSYg_ctyggpPpKmHNIlw3jXyBOp1dPG1-SKQIWkV68C1rgvNq0Z-sreb71xs/s320/tarjetas1.jpg" /></a>
<div>Carlitos era una chico simple
que había encarado una carrera
universitaria después de lidiar
con ese secundario que no
quería rendirse pero que él,
de tanto rendir materias, terminó
por vencer (o casi) por cansancio.
La cosa es que por más pública
que sea la universidad, costos
son costos… y que viaje, apuntes,
cafecito, materiales… Hubo que
buscarse un laburito, sin más.
Algo de medio tiempo, como
para poder estudiar (y vivir!)
dado que el objetivo era ser
“arquitecto” y ya hacía como
dos años y medio que no pasaba
del CBC (ciclo básico que,
normalmente, no debería tomar
más de una año). Un buen (o mal)
día vio un aviso y se mandó:
“Estudiante universitario se busca
para tareas administrativas bla bla
bla…”. Los requisitos eran mínimos,
y sus diecinueve (casi veinte)
abriles lo calificaban para casi
todo: Esa es la edad que todo
explotador pretende de un explotado
(cuando se tiene poca experiencia
es más facil que se se diga a
todo que sí). Y ahí fue Carlitos
con su CV casi vacío, pero con
todas las ganas de ser parte
del staff de Granger, Bolocks &
Hankerchiefs Inc, una empresa
de puta madre que se dedicaba
a venderle pañuelos descartables
a todas las otras empresas de
puta madre que los pagaban
fortuna con tal de no permitir
que una pequeña empresita local
se llevara el dinero que, claro,
debe siempre quedar en manos
de unos pocos “amigos” gordos.
Y lo tomaron a Carlitos. Puesto:
Cadete Raso; Sueldo: Básico +
viáticos + tickets + promesas…
Básico bah… Pero en blanco y
con aportes. La familia, chocha!
(él venía de una familia clase
media baja con ansias capitalistas).
El problema comienza cuando
llegan los del banco. Hasta entonces
Carlitos sabía para qué estaba
ahí, en La Empresa, dejándose
explotar. Era un pacto de
caballeros: Él decía a todo
que sí durante seis horas por
día, cinco veces a la semana, y
ellos le depositaban el sueldo que
le salvaba las papas para seguir
intentando ser algún día un
arquitecto y no ya un explotado.
Pero eso iba a llevar tiempo. La
manzana de la tentación llegó de
la mano de la palabra “banco”. Y
es que, justamente, el sueldo se
depositaba en una cuenta, la que
era abierta al empleado “sin cargo”
por obligaciones legales de la
empresa; pero esta “cuenta” venía
con algunos “beneficios” extra: Una
tarjeta de débito (para poder extraer
su dinero del banco, como es
obvio aunque nuevo para Carlitos),
y una “tarjeta de crédito”. Claro que
Carlitos dijo sí a todo. Qué más podía
hacer ante la palabra “gratis” o la frase
“sin costo adicional”. Ahí empezó
la debacle.
Al principio Carlitos no daba crédito
a todas esas promesas de una vida
plástica y mejor, por eso o por
falta de costumbre ni se acordaba
de que contaba con un recurso
maravilloso para gastar y gastar.
Así vivió una par de meses hasta
que su hermana le hizo
la nefasta pregunta: “Vos tenés
tarjeta de crédito, no?” Ese momento
cambiaría para siempre la vida de
Carlitos, la de su familia, la mía,
la de ustedes y diría que todo el
mismísimo universo (si adscribimos
a la teoría de que todo pequeño
cambio particular afecta al todo
en general, una teoría muy pelotuda
pero mágicamente en boga hoy
por hoy). Porque Carlitos preguntó
para qué, y la respuesta le abrió
un abanico satánico de posibilidades
que trastornarían su devenir. “Para
financiar en cuotas un celu nuevo”
fue la desgraciada respuesta de la
desgraciada de su hermana, herramienta
del Diablo para llevarse las almas
más puras para el lado corrupto
del capitalismo, de donde, como
si el Infierno, jamás se vuelve.
Ahí, en ese lapso de fraternal
traición involuntaria, de ambición
telefónica, se gestó el fin del
sueño de Carlitos y el comienzo
de la pesadilla de un hombre que
dejaba de ser un chico para,
por supuesto, sufrir (como todo
aquel que deja de ser un chico
para convertirse en un boludo
responsable). Carlitos se dio
cuenta que podía acceder a
tantas cosas como el plástico
se lo permitiera; era cuestión de
saber financiar, prorratear, liquidar,
etc… Así comenzó a acumular
gastos. Primero fue ese simple
celular (por dos había descuento
así que se compró uno para él
también, típico truco consumista
en el que todos hemos caído
alguna vez; pero cada uno
venía con una línea a cien mangos
por mes y bla bla bla). Después fue
un LCD para la compu (tanto TP,
tanto TP para la facu que la
compu se merecía un monitor
mejor, no?). Luego, el gran salto:
Una motito para ir al laburo, a
la facu y a todos lados. Un
gran ahorro en monedas (imposibles
de conseguir, alguien haga algo
al respecto, por favor!) al ya
no tener que pagar colectivos ni
esperar que alguno se digne
a pasar cuando se hacen las 12.
Más tarde, el abono para el cable,
internet banda ancha, boletos para
un fin de semana en Chascomús,
una plancha para mamá en su día
(un hijo de puta el Carlitos, podría
haberle regalado algo más lindo
y menos trabajable). Y más adelante,
unas salidas a comer mensuales,
el telo (salía con una del trabajo y
otra de la facu, dos pescados de
mar perdidos en el río que no daban
para andar mostrando… pero él
pagaba todo). Y llegó el
cochecito! (también financiado en
cuotas). Para esto Carlitos ya
tenía tres trabajos: Con una sola
tarjeta no iba a alcanzarle para
pagar todo lo que se quería comprar.
La facu, nada. Cómo estudiar con
tanto laburo! La fue dejando como
a cada uno de los pescados que
se le iban cruzando hasta que, al tiempo,
se cruzó con María Sara (una chica
buena y no tan fea que lo amaba) y con
ella formaron una familia. Todo
pagado a puro plasticazo: Desde el
ramo con el que le pidió su mano
hasta el remis que los llevó al
hospital cuando el primer parto. Sin
olvidar el taxi hasta el Registro Civil
(no se casaron por iglesia porque ahí
se paga cash… qué, no sabían
que en las iglesias siempre
cobran para casar?). Hoy, Carlitos es
el típico Hombre-Plástico: Vive por
y para las tarjetas. Nunca llega a
cubrirlas y se desvive por llegar al día
de vencimiento lo menos mal parado
posible. Las tiene de todos colores
y no hay un día que no lo llamen o no
le llegue algún resumen de las que
usa, de las que usó o de las que usará.
Es así: El capitalismo sabe cómo
hacer de un cadete un hombre
exitoso. En ese sentido, todo esta pago.
Y si no, se financia… Qué problema
hay si tenemos plástico? </div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-71430015435223609272009-10-20T19:35:00.002-04:002009-10-20T20:01:16.727-04:00Dany Drogón<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-_h9ULVYED_2Po1lhIjFsYPGakyT2Qq2YqzxsMOnF9yHM3E2TQqEs6pM70rEAOu7ZuznhiA6smZG3qnZy2CVCIBcxqTeB1Fxg_nefgj_y6DSfrYTTD-5r9-41HHkePh-hLJvIBL83T2g/s1600-h/guru1.jpg"><img style="MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 299px; FLOAT: right; HEIGHT: 213px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5394836490744514434" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-_h9ULVYED_2Po1lhIjFsYPGakyT2Qq2YqzxsMOnF9yHM3E2TQqEs6pM70rEAOu7ZuznhiA6smZG3qnZy2CVCIBcxqTeB1Fxg_nefgj_y6DSfrYTTD-5r9-41HHkePh-hLJvIBL83T2g/s320/guru1.jpg" /></a>
<div>Empezó como empiezan todos:
Probando… Una de ésta, otra
de aquella… Y así
se fue haciendo costumbre,
como todo en la vida, te
toma por asalto y en un
par de ratos nomás te
convertís en fanático
de quién sabe que porquería.
Hay adictos al trabajo, a
la música de iglesia, adictos
al chucrut o al cine escandinavo,
al tute y a la payana. Hay
adictos a lo que haya…. Pero
el bueno de Dany era
adicto a todo. De chiquito,
lo podían los caramelos,
sobre todo los envueltos (sin
excluir a los otros). De más
grande incursionó
en los helados de agua y
por entonces no paraba
de mancharse la lengua
de todos los colores con
esos palitos berretas que
de tan adicto se afanaba
del kiosco de la escuela
donde nunca terminó la
secundaria dado que la
deuda era tan grande en
ese ingrato kiosco que
debió trabajar 6 años parar
pagar lo que ingería; igual
seguía y seguía, y del helado
pasó al alfajor de leche, ese
que tiene azuquita arriba.
Al fin, si haber pagado
más que parte ínfima de la
deuda, el kiosquero
se cansó y de una pateadura
lo mandó a la calle donde
cambió alfajor por raviol,
y azuquita por cocaína. Y
cómo no iba a hacerlo si
lo importante era encontrar
a qué hacerse adicto. Así
que como plata no había,
cuando ya no le regalaron
la golosina tuvo que salir
a procurarla. No era
Dany el Drogón hombre
de armas llevar, no
porque le faltara arma sino porque
de hombre no tenía nada. Y en eso
andaba una tarde oscura que entró
a la sacristía de una iglesia a
por la limosna. Dada
la falta de canasta, de moneda y
de todo, se entusiasmó con
la imagen de una botellita clara,
transparente como el alcohol
puro; y ya que estaba, por
qué no darse un toquecito
ae alconafta como
para seguir rumbeando a por
alguna otra puerta sin
llave que, generosa, se
dejara abrir sin mucho bregar.
Fue entonces que, espontáneo,
sin mucho Pensar (como era
su estilo), empinó
la botellita hasta llenar
la jeringa que llevaba y
metérsela en la vena mayor
del antebrazo…
Y ahhhhuhhhhh! Ahí hubo
como un cambio, una
suerte de maremoto interior,
una ceremonia interna de
iniciación en algo que (otra
vez) habría de cambiarle
la vida. Estaba, era invadido
por una nueva experiencia
Religiosa: Y es que
no era alcohol lo que
contenía esa botellita, sino
Agua Bendita… Bendita
Agua que licuó
esa sangre intoxicada y
de un golpe, como una Maza
Sagrada, derrumbó
a ese monstruo que moraba
en las entrañas revueltas
(como todas!) del muchachón, ese
que le reclamaba más
y más… Ahora, la Santidad
lo colmaba, lo invadía…
lo drogaba! Si acaso
la religión no es el Opio
de los pueblos? En el
caso de Dany Drogón, ahora
conocido como Pastor Dany,
la revelación
llegó como influjo medicinal,
como inyección de fé (nunca
mejor utilizada la idea). Y
hay que verlo, de blanco,
Entre las viejas del pueblo
y sus hijas (alguna
Ya le ha echado el ojo),
pregonando la sanación
de las almas y, por qué
no de lo cuerpos, a través de una
simple infiltración
de Agua Bendita, $50 la
dosis a domicilio, gentileza
de la Parroquia Local…
La Iglesia, moderna, adaptada,
no se iba a quedar sin su
porción de santidad, verdad.
Eso sí, a Dany no se la
cobraban. Cuestión de
humana piedad, si se quiere. </div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-12148961994980478962009-10-02T15:13:00.003-04:002009-10-02T18:24:39.647-04:00Las Cosas Tan En Serio<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhtXRJWpgOZPV8_ZkbiO2znxsYB4BsTXmeQdTU2XVWbKhJY_hOL52VH5y4djjnRDWXRWfKCWOvtfg168igV4Z-s2POB0j8188d8jyZ6DoHWlWT3PNxeTeo9uibHJ0ZLu800UGVlHklEU3c/s1600-h/Ian%2520hippie.jpg"><img style="MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 218px; FLOAT: right; HEIGHT: 320px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5388132073143507218" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhtXRJWpgOZPV8_ZkbiO2znxsYB4BsTXmeQdTU2XVWbKhJY_hOL52VH5y4djjnRDWXRWfKCWOvtfg168igV4Z-s2POB0j8188d8jyZ6DoHWlWT3PNxeTeo9uibHJ0ZLu800UGVlHklEU3c/s320/Ian%2520hippie.jpg" /></a>
<div>Mi problema siempre fue
que me he tomado las cosas
muy en serio. Tan en serio
que hasta los chistes
los he tenido que evaluar antes
de saber si reírme o no. Y
Es que vengo de una familia
muy hippie, con un padre que
se la pasaba diciendo “Qué
onda, no?” todo el tiempo y
entonces aprendí que si todo
te chupa un soberano huevo,
al fin terminás teniendo la vida
de una tortilla, viste. Y
yo siempre quise para mi
vida otra cosa: nada de
flores, cero naturaleza,
poca droga y mucho, pero
mucho trabajo. Es decir,
que a mis viejos les
salí fallado, lo que por mi
parte era todo un éxito. Pero
eso mismo que me salvó de
ellos y su flower power se
convirtió un día en un
peso que me aplastaba; y
es que me di cuenta que
me quedaba afuera de un
montón de cosas. No
es que me faltaran cosas
interesantes que hacer, pero
eran siempre las cosas del
trabajo; también tenía
un montón de amigotes, pero
caí en la cuenta que eran
todos compañeros de trabajo y
que de lo único que les
hablaba yo era del trabajo y eso…
las salidas nunca faltaron, eso sí;
pero cuando íbamos al bowling
yo siempre era el que
contaba los puntos, juntaba
los pinos, secaba las bolas…
Y así cuando salíamos de bar:
Yo terminaba juntado las
copas caídas, alcanzándoles
las jarras de cerveza hasta la
barra, y si se hacía tarde, hasta
he llegado a barrer una cantina
de la Boca después de una
Despedida de Solteros. En fin,
un día una novia que tenía
me dijo que me aflojara un
poco porque yo (según ella)
siempre estaba como muy
contracturado… Me lo dijo y,
con una amplia sonrisa,
se subió al auto de un amigo
para nunca más verlos a
ninguno de los dos. Y bueno,
si así es la vida de un trabajador,
me dije como resignado.
Pero un buen día todo
cambió radicalmente: Me
encontré en la calle con
un amigo Radical que
ahora trabajaba para el gobierno
en un programa llamado
PREPUCIO, que viene a ser
el Programa Educativo Para
Urgencias Con Individuos
Ortivas… Me dijo que
ellos estaban buscando
alguien como yo para
justificar los gastos que
se morfaba ese programa.
Mucho no le entendí, pero sí
me quedó claro que me
estaba ofreciendo una salida
a mi frustración. Y entonces
acepté sin pensar; era la
primera vez que me
abismaba a hacer algo, a
encarar un cambio sin
reflexionarlo. Entregué, me
entregué, a los brazos de
mi amigo radical arrepentido
como si yo mismo reconociera
en su arrepentimiento
el mío, este de ser
lo que era (al menos
eso me dijo mi psicólogo y
yo, que querés que te diga…).
Así fue que me acerqué
hasta las dependencias del
PREPUCIO, donde me
realizaron un chequeo y
me diagnosticaron Neurosis
Ortiva en grado 8; parece
que el mío era un caso para
tratar.. Y tratar… y tratar. Y
ellos trataron nomás! Lo
primero que tuve que aceptar
fue la medicación: Un
par de porros por día que
me iban a relajar y eso me
ayudaría a dejar atrás esa
obsesión por controlar que
me terminaba poniendo
en cuatro para limpiar, juntar
las cosas caídas, lavar
la vajilla en los restaurantes
a donde iba… En fin, una
terapia no es completa si
no se la encara con seriedad.
Así que empecé a fumar
De esa porquería y, la verdad,
la cosa empezó a funcionar.
Después vino el Segundo
Paso: me cambiaron los
hábitos: empecé
a vender flores de papel
en la estación Guaymallén
del tren que va para el norte
todos los sábados y
domingos; eso, según mi
Tutor del programa, me
daría una nueva dimensión
de lo que puede ser la
vida. Me hacían
chamullar como loco porque
las florcitas esas eran
tan poca cosa que
era imposible venderlas, si
ni se veían de tan chicas las
porquerías. Y entonces
me fui animando, salí
de ese pozo en que me
enterraba solo para encarar
esa parte de mí que estaba
latente, dormida, drogada
por tanta responsabilidad, que
no es otra cosa que
una manera muy escondida
de zafar de la felicidad. Y
de tanto ser feliz vendiendo
flores de papel, me pasaron
a la Tercera Etapa: Dejé
todo, Buenos Aires misma,´
para mudarme a San Marcos,
pueblo de amigos descontracturados,
aldea de seres irresponsables
que gozan la vida sin más…
Y donde mis florcitas (las que
dan los del PREPUCIO) se
venden como pan caliente,
sobre todo cuando vienen
los turistas que, como hormigas
ciegas compran cualquier porquería
sin preguntar para qué sirve, quién
la hizo ni cuánto cuesta.
Al final, tanto odio a mis
padres me estaba haciendo mal:
ahora soy hippie como ellos, pero
peor, porque soy un hippie
mantenido por el sistema que
ellos aborrecían!
Y qué querés que te diga…
Yo me siento de diez, loco;
acá en la feria, con mis colegas…
Que onda no?, diría
mi viejo. “A la flor, florcitaaa…” </div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-68955621267648030422009-09-15T23:18:00.003-04:002009-09-15T23:50:13.855-04:00La Empanada Asesina<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4lvpltMvJ2hhc2c6vjK459WEUFYTFMH-Ip0MTlrDpMFF6P7Z1pdt6ODb-08pDDZZFgW0McakQRUQBuosqQLM20f3GM0ED7Y95XGqruY4BkdknUjoFa1oST5hUe0Q1tcSHqLR9lOL0UeA/s1600-h/empanada.jpg"><img style="MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 266px; FLOAT: right; HEIGHT: 240px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5381902187739120114" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4lvpltMvJ2hhc2c6vjK459WEUFYTFMH-Ip0MTlrDpMFF6P7Z1pdt6ODb-08pDDZZFgW0McakQRUQBuosqQLM20f3GM0ED7Y95XGqruY4BkdknUjoFa1oST5hUe0Q1tcSHqLR9lOL0UeA/s320/empanada.jpg" /></a>
<div>El caso había llegado a
la opinión pública
hambrienta de escándalo a
través de la TV: Un
voraz delincuente venía
cocinando un número nada
despreciable de crímenes que
apetecían a más de un medio
local y hasta nacional: Robos,
atropellos, violaciones (de cajas
de seguridad y de alguna
vieja desprevenida con
seguridad), atentados a la
autoridad y resistencia a la
servilidad lo definían como todo
un adorable desquiciado; la
clase de lacra que toda
persona de bien de una
sociedad como ésta desea
ser. Lo que más
desalentaba a los especialistas
en seguridad era que
lo único seguro en este caso
era que seguro no lo atraparían.
Ya llevaba varios meses
la búsqueda del malviviente y
ésta siempre era Infructuosa.
Porque Infructuosa Rivera, la
Responsable de Prensa de
la Policía siempre aparecía
repitiendo la misma triste
historia: “Estamos
cada vez más cerca de
esclarecer el caso…” Una
patraña tan despreciable
como los crímenes de este
personaje que la prensa diera
en llamar “El Asesino del
Espejo”, una exageración,
el típico error mediático que
no sirve como antecedente
criminal pero siempre
sirve para vender más. Porque
si algo había de lo que este tipo
fuera incapaz era de matar…
Sin embargo la suerte (la mala)
lo llevó a estar
en el mal lugar en un mal
momento: Cierta vez que entró
a afanar a un viejito bastante bacán
que coleccionaba pinturas caras,
se encontró con que al viejo
se le había caído un
gran espejo encima, degollándolo
en el acto; y es que el viejo
de chicato que era, se
ponía frente al espejo creyendo
estar apreciando su
autorretrato. Y un día que pasó
un camión un tanto
apurado por Avenida Madero el
espejo se desprendió de
la pared por la vibración, cayendo
sobre el anciano como
todo un símbolo de
la pelotudez. Y es que el hombre
tenía dinero como para
ir a un oculista, operarse y
hasta comprarse las mejores
gafas del mercado, pero
no tenía familia
ni visión como para ver en
su agenda el número
del profesional en cuestión. Y así
fue que cayó
una buena noche nuestro
asesino casual (digo
“Cayó” porque entró por el
Balcón, desprendiéndose como
Hombre-Gato) y se encontró
con ese cuadro: No el que quería
afanarse sino con el cuadro
del tipo tirado, un charco de sangre
y el espejo destrozado con
su marco enorme cuan collar
de dinosaurio alrededor del
cuello delgadísimo del anciano.
“Pucha…” dijo nuestro antihéroe,
con lo que me gustaba ese
espejo, “…y bué.. Tendré que
llevarme este Degas, el Tintoretto…
Y también este Berni”, reflexionó
desilusionado pero tranquilo,
seguro de que lo importante
no era tanto el valor de los
objetos sino su tamaño. Después
de todo, ese espejo era demasiado
para andar bajándose por una soga.
Aquél fue su último atraco
vestido de civil y haciendo de
Hombre-Gato, pero sería el que
lo marcara para siempre y
eso que después vendría
lo mejor: Descubriría
la manera más simple y
perspicaz de entrar en las casas,
en los corazones de la
gente y así adueñarse de sus
valores sin casi ser detectado
de tan evidente que era
su aspecto así, disfrazado
de Empanada callejera. Y
es que para él era una
revancha: Había sido,
alguna vez, una de esas
empanadas que, disfrazado,
repartía volantines y danzaba
bajo el radiante sol de Enero
en la peatonal de Mar del
Plata… Ese año se había jurado
que un día se vengaría de
la humanidad y de su jefe…
Y de todo aquél que amara
La empanada! Y ahora
había encontrado la manera
más perfecta de realizar su
Venganza: Todo amante de
esa alimaña de comida
de reunión barata en la que
siempre los gustos se
entremezclan y terminás
comiéndote la que pidiera
el otro, todo el que
alguna vez llamara tarde para
zafar la cena, esos
le abrirían la puerta
gustosos de recibir en sus
casas a ese representante
de la gula criolla,
de ese pecado de la
gastronomía. Y así, una vez
despojados, ellos odiarán
las empanadas… Y además
dentro del traje cabía
más de lo que un gran bolso
permitiría. Y quién en su sano
juicio revisaría a una empanada
que va por la calle como si
nada? Así era que sorteaba
los más estrechos cercos
que le imponían las fuerzas
de la ley, que no por
representar la ley eran, al fin,
tan fuertes: Sucumbían,
todos, al perfume atroz
de una empanada frita. Y
es que el falso asesino se
prodigaba en impregnar sus
ropas de empanada con
las salpicaduras de fritura que
actuaban a modo de
hipnótica influencia a la hora
de apersonarse ante
quien fuere. Así seducía a
víctimas y custodios, a gordos
y muertos de hambre por
igual. Pero, pero… siempre
hay un Judas Vegetariano, un
alguien que, fuera del mundo
puede abstraerse de las
seducciones banales y pensar
sin que los sentidos se relaman
ante una empanada humana.
Y así fue que después de un
trabajito en el Banco Provincia,
Sucursal Berazategui, una dama
de la División Perros (por no
decir una perra que queda
bastante feo) que cuidaba de la cuadra
de la mano de su amo policía
sospechó que esa empanada
que salía caminando de ese
banco olía más a billete de cien
que a fritura en aceite viejo y
de una mordida (vaya paradoja
de la vida) dio cuenta
del malviviente.
Las crónicas del día siguiente
no coincidían en determinar
si el éxito acaso fue por el excelente
entrenamiento de la sabueso,
o si quizás la perra simplemente
se quiso manducar una empanada
al mejor estilo vigilante argentino. </div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-38085013491792032072009-08-15T20:48:00.004-04:002009-08-15T23:28:24.784-04:00Efecto Dominó<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHGBRTSB0CalMygsy63zB7wG9odCkhq5HxK-8hqedmEzCHt2HvnOO72V1_ZTQDKRQIKKeYtX2vjEcLqcSb_Mwt6yD-Rs6HSdWmum_NYmz3WU10Cp5v1_lzT3TxmAmsojx2_X9gtj4xlyo/s1600-h/plaza_de_mayo_blanco_y_negro.jpg"><img style="MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 259px; FLOAT: right; HEIGHT: 216px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5370361510984859490" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHGBRTSB0CalMygsy63zB7wG9odCkhq5HxK-8hqedmEzCHt2HvnOO72V1_ZTQDKRQIKKeYtX2vjEcLqcSb_Mwt6yD-Rs6HSdWmum_NYmz3WU10Cp5v1_lzT3TxmAmsojx2_X9gtj4xlyo/s320/plaza_de_mayo_blanco_y_negro.jpg" /></a>
<div>La química de la vida suele darnos
sorpresas explosivas. Nunca sabremos
muy bien cuáles son los elementos que
pueden detonar la más inesperada de las
circunstancias. A veces basta con
estar ahí en el momento indicado. Incluso
la combinación de un idiota con una
gran injusticia alrededor puede dar
como resultado una revolución.
En este caso, un simple tablero de damas
fue el campo de entrenamiento, y un club
de jubilados el escenario.
Y bastó quizás con que uno de los jugadores
se llamara Ernesto y el otro Fidel para
que, desde algún oscuro rincón del
misterio, se engendrara una idea tan
peregrina como la que el tercero en
discordia va a tener en unos segundos.
“Ahí ta… Saben lo que nos está faltando
muchachada…?”, dijo Napoleón desde
su silla de ruedas.
“Yerba, otra vez?”, se lamentó Ernesto.
“No, nooo… Yerba tampoco hay, pero no
importará mucho cuando le diga lo que
tengo en mente ahora que los veo batallar
en este Campo de Marte cuadriculado (el
de la silla de ruedas era fanático de su
homónimo francés, por lo que todo
lo relacionaba con la bélica vida
de aquél)… Les digo que lo que nos está
faltando es una buena revolución, chicos!”
Los otros dos siguieron jugando pero no
dejaron pasar la bravuconada del amigo
espectador.
“Bonaparte… a vos deberían llamarte
Napoleón Mandaparte!”, lo desacreditó
Fidel mientras se comía tres fichas del
bueno de Ernesto, quien no era un avezado
jugador de damas pero que de revoluciones
sabía un poquito dado que había participado
en la de los Azules y Colorados cuando
estaba en la colimba, y desde entonces,
por esas cosas de la vida, le tocaba ser
parte en toda revuelta que anduviera dando
vueltas por allí.
“Yo me acuerdo que durante la rebelión
Carapintada le volé la boina a un tanquista
rebelde desde el balcón del piso 11 donde
vivía mi hija con el Mauser que me llevé
cuando deserté de la colimba”, aclaró
Ernesto dándole aire y vida a la no muy
bien recibida idea de Don Napoleón.
“Y qué hacemos si ganamos…”, se anticipó
Fidel, como asegurándose un final favorable
en esta historia.
“Cualquier cosa… Un mundo mejor
por ejemplo… Qué se yo!” dijo
entusiasta Ernesto antes que Napoleón
desenvainara su bic y comenzara a
apuntar las primera entradas del Libro
de la Revolución.
“Sí… peor que lo que hacen estos que
están ahora, imposible…”, agregó el
escribiente, en una notable descripción
no sólo del gobierno de turno sino de
todos los turnos y gobiernos que habían
pasado por la tierra que albergaba al
Club de Jubilados La Bocha Corta, de
Escobar.
“Fijate que hasta Perón le está errando
feo”, acotó Fidel, algo extraviado.
“Qué Perón ni perodonte! Ese ya se fue
hace rato…”, aclaro los tantos Fidel,
para tranquilidad de la masa obrera. “Ahora
está el General Onganía che…”, agregó
como para dejar en claro que la actualidad
no era su fuerte.
“Ese moralista hijo de su buena madre…
Ya va a ver cuando engrase mi Mauser”,
se envalentonó Ernesto mientras trataba
de acordarse a dónde había ido a parar
el fusil ese después de la mudanza de su
hija.
“Che, mejor nos organizamos eh…”,
propuso Napoleón, que no era el escribiente
por casualidad. “…Establezcamos el
Plan de Acción, así lo anoto“.
“Claro!”, dijo seguro Fidel… “Punto 1:
Tomar la Casa Rosada…”, como para no
dejar dudas de que la cosa se resumía al
todo.
“Epa epa… vamos rápido…”, se ofuscó
un poco el de la silla de ruedas, como
intentando dar cauce a un plan mejor
pergeñado. “…Primero hay que llegar
hasta allá… yo monedas, no tengo”,
sentenció en un rapto de autocrítico realismo.
“Iremos caminando”, sentenció Ernesto
poniéndose y levantando al cielo el botellón
de suero que solían darle por las mañanas
en forma endovenosa. “…Dónde se ha visto
un grupo de revolucionarios llegando en
colectivo… Y si las cámaras no enfocan
bajando por la puerta de atrás?… Un
bochorno!”, cerró convincente y contundente
a viva voz, antes de tener un acceso de
tos que le duraría como diez minutos.
“Sí, además yo tengo que esperar
que venga el 60 que tienen rampa
para discapacitados, que no pasa
nunca el desgraciado…”, se quejó
Napoleón, exacerbando ese sentimiento
de desigualdad que envalentona a todo
revolucionario a ir hasta el fondo de
las reformas.
“Callate maricón, que nunca pagás
boleto vos con esa silla rumbosa que
empujamos siempre nosotros…”, se
despachó Fidel, como sacándose una
espina clavada en la campanilla del
alma hacía siglos.
“Te voy a dar maricón a vos hijunagran…”
lanzó ofuscado, tocado en su más
profundo ser el ofendido; y empuñando
la bic cuan daga se avalanzó sobre
el insultante camarada sin demasiado
éxito dada su escasa movilidad, pero
con el suficiente rango de acción como
para tirar al carajo el tablero de damas
con todo y mesa.
Pasada la afrenta y juntadas las fichas
del suelo (tarea que a los revolucionarios
les llevó hora y media dada sus avanzadas
edades y las consabidas complicaciones
visuales y lumbares), se calmaron los
ánimos y se fueron a dormir: La mañana
siguiente sería clave en el destino de
toda una nación… y quizás de la humanidad
entera.
A eso de las cinco de la madrugada Ernesto
entró en la habitación de Napoleón, y juntos
fueron por Fidel, que era el único que
dormía con una viejita ocasionalmente. La
vieja roncaba tan fuerte que casi no podían
despertar al camarada, lo que los obligó a
gritar (y no es que, por lo usual, hablaran
en voz baja, eh… todos padecía cierta dulce
sordera). En eso estaban cuando se despertaron
otros viejos del geriátrico donde vivía Fidel,
y casi todos concluían en que acompañarían
a los revolucionarios en su periplo
triunfal hasta la Casa de Gobierno.
A las cinco treinta ya estaban en la ruta,
soportando la ignominia de los bocinazos
de camioneros frustrados por tanta explotación
de un sistema que no respeta a las personas
como ellos. Así se iban dando manija,
kilómetro a kilómetro (en realidad debería
decir metro a metro, dada la lentitud de
la marcha). Pero como nada es casual en la
vida, esa lentitud fue la mejor de las
circunstancias para que esa revolución
triunfe: la caravana de nueve viejitos locos
que empezó en el geriátrico de Fidel ya
se había convertido en una columna de
setenta personas que, conmovidas o simplemente
solidarias con ellos los seguían en su
andar hacia la Capital. A los sensibles
agreguémosle los resentidos; a estos,
los decepcionados… A los decepcionados
y resentidos, los vengativos; y a todos estos,
los familiares.
Porque hijos y nietos, obviamente, a medida
que se iban enterando por los medios se
acercaban a sus padres-abuelos dado que,
simplemente, no entendían de qué se trataba
todo esto y temían algo malo. Qué ilusos!
Malo es un eufemismo al lado de lo que
tramaban estos hombres de temer.
Para cuando cruzaron la General Paz (siete
días después), más de dos mil personas
completaban las dos cuadras y media de
extensión de la columna que entraba en
Capital para derrocar al gobierno y
tomar el poder.
Fue una larga jornada de orgullo y
patriotismo la que los llevó hasta
la Plaza de Mayo (los viejitos se tomaron
el subte en la estación Congreso de Tucumán,
por recomendación del Doctor Zin y de
Cormillot, quien no paraba de dar notas
al respecto en todos los canales -NdelR).
Pero en el andar de esa gloriosa marcha
se fueron sumando más y más adeptos,
llegando a los setenta mil al momento de
dar el grito que habían venido a proclamar:
“Rendite Lanusse, en nombre de la Revolución…
Estás Rodeado”, gritó Napoleón desde su
silla encabezando la columna Sur.
“Tu hora a llegado, Lombardi… El pueblo
está con nosotros”, fue el grito casi
simultáneo de Ernesto, al frente de la
columna Norte. “Videla, Massera y Agosti…
Se les terminó la farra… Entréguense vivos
o muertos, pero entréguense”, anunció de
frente a la puerta principal de La Rosada
el mismísimo Fidel, jefe de la columna Oeste.
Claro, era viernes y en Casa de Gobierno
sólo quedaban algunos empleados de poca
monta, quienes alcanzaron a huir por los
túneles subterráneos hacia la línea B
y arreglate vos…
La gente no esperó a que los generales de
la revolución entraran triunfales;
arremetieron contra las rejas (que de muy
buena calidad no son, hay que decirlo),
derribaron la puerta y saquearon la Casa
Rosada dejando nada más que la desolación
de la tierra arrasada que toda
revolución necesita para reconstruir su ser
nacional y popular. Hubo quien cagó en el
Sillón de Rivadavia, como ejemplo de lo
que el pueblo (o el culo del pueblo)
siente por aquellos próceres de
libro con cuyas historias fueron
torturándose a generaciones y generaciones
de argentinitos que no alcanzaban a
aprobar historia, coartándoles así
su derecho a una vida mejor y
condenándolos a trabajar como kioskeros,
albañiles, ferreteros, peteros,
plomeros, colectiveros, basureros,
y demás Eros (lo que no incluye a
Ramazzoti quien la ha juntado en pala
gracias a la sordera popular y,
además, no es argentino).
Afuera, en la Plaza del Pueblo, los
móviles de la televisión y de la radio
no paraban de entrevistar a los tres
prohombres del caos nacional, aun
incrédulos de lo que estaba pasando.
“Señor Bonnette, señor Bonnette…
está toda su familia apoyándolo aquí,
vemos…”, le decía un viejo lobo de la
radio argentina a Napoleón, quien se
encontraba abrazado a su hijo y rodeado
de un par de sus nietos quienes lloraban.
“Sí, mis hijos vinieron por mí… pero no
para apoyarme sino para llevarme de
vuelta al geriátrico ese de mierda…”,
se despachó a viva voz el de la silla
mientras luchaba con uno de sus hijos
por permanecer en la plaza mientras este
le empuja la silla hacia donde estaba el
auto de la familia y el revolucionario
resistía a puro freno de mano nomás.
“Es que está loco, mi viejo está pirado…
Es un hombre medicado porque su
cabeza ya no funciona bien…”, se
justificaba el pobre “hijo de“, mientras
persistía en llevarse el mentor de
la revuelta popular vernácula.
“Andá vos a ese depósito de viejos!
Te creés que me vas a encerrar de
nuevo mientras vos te vas de fin de
semana al campo…”, retrucó el
general de la revolución, más seguro que
nunca de su argumentación, por años
mascullada en la soledad de ese agujero
llamado “casa de reposo”…
“Pero no… si yo también vivo encerrado
en esa oficina donde laburo, papá…!”,
se defendió el avergonzado y sobrepasado
hijo de la revolución…
“Y jodete por pelotudo…”, le espetó
Napoleón, como corresponde a un General
del Pueblo que no tolera la mariconada, y
mucho menos si ésta proviene de la sangre
de su sangre.
“Cómo fue… Cómo fue señor Papastrini que
se gestó este golpe popular…”, gritaba la
cronista de un canal “serio” de televisión
abierta, corriendo detrás de Ernesto con
los pelos todos parados y el maquillaje
desencajándole aun más su poco encajada
cara.
“Y… estábamos aburridos…”, confesó
este Padre de la Revolución. “…Nos habían
robado el dominó la semana pasada… Y
las damas no dan para jugar de a tres”.
Y sí…, motivo de más para patear el tablero. </div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-84758469227844037292009-07-13T00:35:00.002-04:002009-07-13T00:46:03.286-04:00El Pibe de Oro<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjotQNkWHmsBQjeU87H8gG1_lulXxottxseHrFjC3xhZ8qiGeL8MfWRi4wF3t1WSY2Tm0Ihb1PqsBJz7L9ouXBeUEcbIK3_TnNFOGHsorrUkVi_7flIm7_x-L9XfZ7zQKjmZpXRdedWCXQ/s1600-h/Buda2.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5357801239783655570" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 174px; CURSOR: hand; HEIGHT: 224px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjotQNkWHmsBQjeU87H8gG1_lulXxottxseHrFjC3xhZ8qiGeL8MfWRi4wF3t1WSY2Tm0Ihb1PqsBJz7L9ouXBeUEcbIK3_TnNFOGHsorrUkVi_7flIm7_x-L9XfZ7zQKjmZpXRdedWCXQ/s320/Buda2.jpg" border="0" /></a>
<div>
Nació con una pelota bajo
el brazo el Pibe de Oro. Digamos
que a la altura de su vientre.
su Padre lo soñaba desde
antes de juntarse con
Roxana: Un día un hijo suyo
deslumbraría, dejaría
ciegos a los hombres que
osaran mirarlo. Sería
algo así como un Dios, un
mito, una leyenda. Algo
desde luego sagrado. Y
así fue que vino al mundo
Diego Armando Gómez
Peperina, el chico que
deslumbraría con su encanto.
Ya desde el comienzo,
al dar sus primeros pasos,
mostraba claros indicios
de ser diferente: No lloraba,
no caminaba, no agarraba
la teta… Pero esas
son pequeñeces que
no hacen a la ilusión que
Don Gomez tenía desde siempre
abigarrada a su corazón:
Tener un crack en casa. El
sueño se le cumplo cuando
El Pibe de Oro llegó a
los doce años, no porque
su hijo debutara en la 5ta
División de Boca como
titular, no, sino cierta vez
que la policía decomisó
unas pequeñas piedritas
de crack (esa roca a base de
cocaína) luego de allanar
la casa familiar. Culparon
del hecho al progenitor, y así
Diego, el Pibe de Oro, se
vio en la obligación de
parar la olla. El problema
era que la olla, aún parada,
no se llenaba, y la madre
de Dieguito se había ido
con el carnicero del rioba,
que era un tipo muy
jodido y no quería que
por nada lo molestaran mientras
fornicaba o trabajaba. Las
hermanas del Pibe, una
mayor que él y las otras
diez, menores, le buscaron
mil trabajos (ellas preferían
hacer las cosas de la casa,
aunque por entonces vivían
en la calle); pero El Pibe
sabía que, muy en el fondo,
el sueño de Papá Gómez debía
ser cumplido, así como Don
Gómez cumplía con su
injusta condena allá en el
pabellón del Fondo de la
cárcel de encauzados (raro
eso de ser condenado
antes de tener un juicio, no?).
Así que, fiel al honor de
la familia, rechazó cuanta
changa se le cruzara… hasta
que la oportunidad llegó un
día de la mano de la
casualidad. Revolviendo los
tachos, las bolsas y demás
en la calle Libertad, una de
sus hermanas encontró
un aerosol con pintura, y
ni lerda ni perezosa (cosa
bastante poco habitual en ella,
ya que de ambas cualidades
tenía bastante, heredadas
seguramente de su madre)
se acercó a Dieguito mientras
éste dormía su mamúa en medio
de la plaza, y lo roció con esa
pintura como queriendo
hacer de su Hermano mismo
una aerografía. El resultado,
inesperado, enmudeció al
Pibe; cuando despertó, sin
saber lo que pasaba, se dio
cuenta que la gente lo
miraba sonriente, que el
mundo lo incluía con sorpresa
pero simpatía. No entendió lo
que sucedía hasta que se miró
en los espejos del pasillo que cruza
la 9 de Julio hacia la estación de
subte; la vida había dado
ese giro de ciento ochenta grados
que su padre soñara para él: ahora
era el Pibe de Oro de verdad. Y
es que la pintura del tarro era
dorada y el chico parecía toda
una estatua de algún culto del
sudeste asiático, semidesnudo
por el calor cuando su hermana
lo pintó. No tardó, Diego Armando
Gómez Peperina, en conseguir
un trabajo como ídolo: justo
se inauguraba una Feria de
novedades en La Rural y
necesitaban un Buda niño
que se sentara en la puerta
de un stand todo el santo
día sin hacer nada ni hablar;
sin dudas, el trabajo ideal
para quien quiere ser
idolatrado sin tener que hacer
nada más que estar
pintado de dorado y tener
una pancita como la que
el desnutrido Dieguito
hacía tiempo que desnutría.
Son cosas de la vida: el
Pibe terminó siendo casi
como un Dios. Afortunadamente,
Papá Gómez aun no se ha
enterado. </div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-82071081732610313052009-07-05T02:08:00.003-04:002009-07-05T02:53:49.810-04:00La Bruta<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmlWoyusJlJb0J8sRifQnLrOSrttVuwTtEPrhqn0rCY5aT-CNNEooslxBQQtly5Fxs1RSAYReQMFslv2eMOkSvyCgRC6vtBfQxeJPB8iKNZOWHafYa2c0Dkr7auRXJW1kAESyUa-rFmt0/s1600-h/LaBruta.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5354865555265532818" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 234px; CURSOR: hand; HEIGHT: 301px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmlWoyusJlJb0J8sRifQnLrOSrttVuwTtEPrhqn0rCY5aT-CNNEooslxBQQtly5Fxs1RSAYReQMFslv2eMOkSvyCgRC6vtBfQxeJPB8iKNZOWHafYa2c0Dkr7auRXJW1kAESyUa-rFmt0/s320/LaBruta.jpg" border="0" /></a>
<div>Conocí a la bruta en mi viaje de egresado
en Palo Seco. No es que no nos haya
alcanzado para ir a Bariloche, sino
que a mitad de camino se nos quedó
el micro y tuvimos que hacer
parada en ese pueblucho rural; y,
adivinen qué, perdí el micro cuando
partieron después de reparar esa
correa de ventilador… Y nadie se
percató de mi ausencia de tan poco
popular que era yo entre mis
compañeros (qué digo compañeros,
Enemigos eran esos hijos de puta!).
Por eso mismo, lejos de lamentarlo,
decidí que mejor que pasar quince
días en ese Guantánamo estudiantil
era quedarme acá sin más,
conocer el lugar, hacerme de amigos
y, con suerte, no volver a casa.
Tampoco allá iban a extrañarme,
si éramos como doce hermanos
(doce o trece, no me acuerdo). No
sabía por entonces lo que
me deparaba el destino. Trabajé
enseguida en el taller mecánico
donde arreglaron el micro. No
Me pagaban, porque el chofer había
huido sin abonar la reparación, así
que vine yo a pagar los platos
rotos y las facturas impagas. Pero
a los dos días me liberaron de tal
responsabilidad, más que nada debido
a que yo era un inútil total que daba
más trabajo que el que solucionaba. Y
lógico, si era un pendejo de 23 años
(no les dije, pero era repetidor de los
que repiten todos los años al menos
una vez). Así, por puro bruto, me
fui quedando en ese villorio aburrido
que se fue haciendo mi hogar;
y no tarde mucho en dejar
de dormir en ese taller para
Acomodarme ya en una casa de
Buena Familia. Ahí conocí a La Bruta.
Ya me habían hablado de ella,
un poco en broma (creí por entonces);
y como en el pueblo de donde vengo
“Bruta” significa “Fuerte, atractiva”,
enseguida se me hizo en la cabeza
la imagen de una diosa impresionante.
Y la verdad es que sí, ella impresionaba;
no sólo porque de físico estallaba: era
grande, grandota…; de espaldas, de
manos, de piernas… Sino porque
era impresionante verla en acción.
Como es de esperarse, bruto
y bruta se atraen. Pero en este
caso, yo era el intelectual de los
dos. Tal era la brutalidad de ella.
Cuando sus padres, los dueños
de casa, me la presentaron, no
terminaron de decir “él va a ser
nuestro nuevo huésped” que ella
me pegó una palmada tal en la
espalda que casi me tira al piso, y
del beso (en el cachete) casi
me tienen que operar para extirpármela.
Por supuesto que su familia ni
se inmutó por ello: estaban habituados
a reacciones mucho más exageradas
que una bruta palmada de bienvenida.
En ese momento lo tome como
una simple broma (nada femenina
por cierto); más tarde pensé en un
exceso hormonal retenido, y liberado
ante la presencia del hombre enfrente
(alguna vez evalué la posibilidad de
estudiar psiquiatría, pero es una carrera
que requiere de leer más de un libro, cosa
que me supera). Al final me di cuenta
que era de bruta nomás que se
comportaba así. Fue difícil escapar
a sus modos cavernícolas, un poco
porque tan fea no era (si no la mirabas
moverse ni la escuchabas hablar)
y otro poco porque yo estaba solo; y
eso a esta edad te lleva a cometer
todo tipo de errores con tal de ponerla.
Y pequé. No fue difícil, dado que ella
se me venía a la pieza y ni golpeaba
siquiera (claro, era su casa, pero…).
Pegaba un empujón y reventaba la
puerta de una; y se metía como
apurada, juntaba un par de medias
del suelo, mi remera, las acomodaba
y se me tiraba en la cama, me enchufaba
el vaso de agua en la boca, me peinaba,
me tiraba de los cachetes… Todo esto
en la mañana y en menos de un minuto.
La verdad es que, pensándolo hoy, yo
debí haber sido muy boludo o debí
haber estado muy pero muy falto
de atención para permitir semejante
trato de marioneta vapuleada. Era
un atropello! Y lógico, si la Bruta era
como un camión con acoplado y sin
frenos. Y yo, de camionero, nada.
Pero fue imposible evitar que las
cosas subieran de nivel. Si ya de
entrada se me instalaba en la zapie,
imagínense que al poco tiempo ya
era difícil sacarle seis centímetros
de distancia. Me tenía más marcado
que un defensor central al número 9.
Eso no me molestaba tanto, pero cierta
vez que íbamos por la calle me hizo
pasar vergüenza del empujón que me
dio cuando saludé a otra chica del
pueblo, la hija del mecánico donde
yo había “trabajado”. De ese empujón
me metió en el Registro Civil nomás.
Y ya sacamos fecha para casamiento.
Sacamos digo para no sentirme
discriminado, porque en realidad
los trámites los hizo ella con mi
consentimiento tácito; lo que
equivale a decir que nunca me
consultó siquiera. Pero quién osaría
oponerse a la fuerza bruta de La Bruta?
Yo, su marido, no. No y no, quise
decir cuando el juez preguntó “Acepta…”,
pero me salió un sí que era como
rendirme al enemigo incondicionalmente
a cambio de sobrevivir. Porque cuando
la miré antes de contestar, sus ojos
casi me cachetean de bruta que era.
Ella, al verme dudar a la hora de firmar,
me sacó la lapicera y firmó ella con mi
nombre; y ni forma de hacerle entender
que esa firma no era válida y bla bla bla…
Como todos, hasta el juez, la conocían,
no insistieron mucho y dieron por
válido el matrimonio, mal que me pase.
Y así llegamos al altar. La pequeña
capilla del pueblo estaba llena (hacía
como dos años que nadie se casaba
de la poca gente que quedaba en ese
villorio). Ella estab imponente: Parecía
el Perito Moreno (no el prócer sino
el glaciar), toda de blanco que encandilaba.
Yo estaba, al fin, contento: era la primera
vez que resultaba el centro de interés
social de todo el mundo y, además,
había una fiesta en mi honor. Qué iluso
era por entonces. Entró la Bruta a la
iglesia y ya comenzaron los problemas,
porque de bruta que era llegó antes que
yo, que no por asustado estaba retrasado
sino que era temprano: Tan temprano
como que llegó doce horas antes, porque
ella había entendido que la misa era a
las nueve de la mañana y no hubo forma
de que sus padres y amigas la convencieran
de que era a las nueve de la noche. Así
que me fue a buscar, todo el séquito
detrás caminando de la capilla a su casa
(donde yo dormía todavía la tranca de
la despedida de solteros), levantando
polvareda por la calle de tierra a la
velocidad del paso a que ella nos tenía
acostumbrados, una suerte de marcha
olímpica imposible de seguir si no la
corrías. Así mismo me llegó, en medio
de mi sueño, para convertirse en otra
pesadilla. Me levantó del cuello con
una mano, me puso el saco (la camisa
y pantalones no me los había sacado
del pedo que tenía al acostarme), y
me llevó en el aire hasta la Casa de Dios,
quién no sólo no estaba sino que tampoco
estaba el cura, otro que había participado
de mi despedida y también dormía vestido,
pero no en la sacristía sino en lo de Doña
Rosa, la catequista (no me pregunten por qué,
pero se ve que era más cerca su casa
que la parroquia). Al percatarse de la falta
de personal celestial idóneo, la Bruta no
dudó: manoteó a un chico que hacía las veces
de monaguillo, quien estaba
chismoseando como todo pueblerino,
y lo puso detrás del púlpito a dirigir el
sacramento. El pibe no tenía ni la menor
idea, pero era vivo y se dio cuenta que
mejor seguirle el juego a la Bruta que
reconocerse inhábil para el puesto. Así
que mintió un poco el texto, dijo dos
o tres pelotudeces de rigor y preguntó
lo que tenía que preguntar, de la manera
más simple y sencilla: “Ustedes se quieren
casar?” Sí, contestó ella por los dos.
“Entonces los declaro marido y marida”,
dijo el pibe, que era bruto pero no boludo.
Y así, por primera vez, la ví sonreír a la
Bruta, lo que valió todo el sacrificio de
estar a su lado. No voy a contar lo de
la noche de bodas, pero sí vale aclarar
que la fiesta se terminó de un golpe cuando
ella echó a todos al grito de “basta,
váyanse… llegó la hora de la consumación”.
Escalofriante! Y los sacó uno a uno pa’fuera
a las patadas como perros en jardín ajeno.
Después llegó la mañana, con el cantar
de los pájaros; se me terminó la mamúa
de dos días de festejos… y entonces
comprendí, perplejo, en qué situación me
hallaba. Ahora era el marido de La Bruta!
Y bueno, como dice le saber popular, de
las peores se sale con educación: Así
fue que me decidí a terminar la secundaria.
Mi jermu me mantenía porque
la familia era dueña de unos campitos
muy generosos que daba para los
cinco (ella tenía un hermano que
con buen tino había rajado para
Córdoba capital, pero igual pegaba
un mangazo puntual cada fin de
mes). Entonces me inscribí
en el bachillerato nacional y en un
año y medio estaría recibiéndome
de grandulón diplomado. Era,
desde ya, el más viejo de la clase,
pero mi plan iba derechito como
mi andar cuando la Bruta me
mandaba a hacer las compras.
Así llegó mitad de 5to año y,
claro, tuvimos nuestro viaje de
Egresados. Otra vez para Bariloche,
esta vez sí. Pero cuando partí,
me dí cuenta que si llegaba allá
no me iba a quedar otra que volver;
así que en una de las paradas me
las rebusqué para aflojar la correa
del ventilador del micro. El motor
recalentó, y no hubo otra que
parar en un pueblucho de La Pampa
que no les voy a revelar porque ahora
es mi guarida. Sí, me quedé acá
cuando partió el micro. Tomé el
recaudo de decirles a todos que
estaba con diarrea, y que si no me
encontraban era porque estaría
seguramente en el baño del
bus. Y así partieron sin mí, creyéndome
descompuesto e hincado en el
inodoro del colectivo salvador. Esa
es la manera como zafé de la Bruta,
pero ahora que me volví a casar
(aquella boda no tenía validez
legal, si yo nunca firmé) y estoy
obligado a mantener una familia,
me pregunto si era tan malo soportar
a una bruta todo el día o si es peor
tener a tu suegro de jefe, como
me pasa hoy día. Creo que en
cualquier momento tiro la toalla
y me vuelvo para Palo Seco nomás.
Pero lo que más lamento es no
haber conocido, al fin, Bariloche.
Capaz me haga docente para irme
con los alumnos alguna vez.</div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-59569699305829032082009-06-26T00:12:00.002-04:002009-06-26T11:02:58.761-04:00El Embarazador de Southampton<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhe9eWsoa7eLNBvQq2cBx62FRETMLq14kXiB4bDk17As7chprclLUJSuNGWIWrWvft9GIWusu0SPuEvW5DC3t51G0nSPoX05eGQob6HZrzFctR2beryUnMU0BllSZjLe190EVjx8lhU-Fw/s1600-h/embarazada.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5351651866070653890" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 187px; CURSOR: hand; HEIGHT: 181px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhe9eWsoa7eLNBvQq2cBx62FRETMLq14kXiB4bDk17As7chprclLUJSuNGWIWrWvft9GIWusu0SPuEvW5DC3t51G0nSPoX05eGQob6HZrzFctR2beryUnMU0BllSZjLe190EVjx8lhU-Fw/s320/embarazada.jpg" border="0" /></a>
<div>Conocí a Simon Zorren en el hospital
St. Joseph cuando pasaba sus últimos
días en este mundo y, como suele
sucedernos, ya no le importaba
demasiado su timidez. Por eso, y
sobre todo por la ginebra que yo,
como buen enfermero que soy,
le daba sanamente cada noche a
escondidas de la caba de turno,
Simon desnudó su más oculto
costado (no hablo del derecho
o del izquierdo, que esos ya me
tenían cansado de tapárselos una
y otra vez al viejo este, que no sé
cómo hacía pero se destapaba
todo el tiempo el muy jodido).
Cierta noche fría de otoño acá en
su Southampton natal (a donde
había vuelto cansado de tanto
trajín y “hacer la América”), en un
ataque de lucidez poco frecuente,
seguramente milagros del
aguardiente!, me contó su vida.
Corría mediados de los ‘50
cuando el joven Simon, harto
de las privaciones de posguerra
pero sobre todo de tener las bolas
congeladas acá en la Gran Isla
Británica, se embarcó sin rumbo
en el primer barco que zarpaba
(no sé si leyeron algo, pero
Southampton es un puerto,
manga de burros -N del R). Ese
bergantín (no es una definición
técnica del tipo de navío sino
un eufemismo dada la lamentable
condición del barco) venía para
el Río de La Plata, y así Simon
(se pronuncia Saimon, sépanlo),
por entonces un entusiasta pero
tímido chico de unos veinte, salió
de perdedor.
Sí, ni bien tocó tierra firme, el rubio
niño fue tentado a visitar el célebre
Anchor In Bar, un símbolo de aquella
Buenos Aires de la abundancia donde
abundaban las putas en espera de
boludos como Simon (o Saimon,
como quieran). Y en este cabarulo
del bajo de Barracas el inglecito
conoció la cara de dios sin siquiera
asomarse a una iglesia. Sí, debutó.
Él, único hijo varón de una
familia católica del sur de
Inglaterra, nunca se habría animado
a pagar por una mujer allá en
las tierras que pisaban su madre
y sus hermanas (una más trola
que otra como buenas inglesas
del sur). Pero acá ni lo pensó;
una, porque del mareo que tenía
al bajar del barco después de veinte
días ni se acordaba en qué religión
lo habían bautizado… Y otra porque
el muy nabo no se dio cuenta que
había pagado hasta que revisó
la billetera la mañana siguiente
(quien dice mañana, dice mediodía).
Pero pasaron algunos años en los
que Saimon se convirtió en Simón,
o más acá, Don Zorren. Se instaló
en Don Torcuato y se hizo de una
vida que, sin ser para envidiar,
tenía sus gratificaciones. Él era
amado por su barrio porque era
el que daba las noticias… No, no
era periodista. Con ese acento que
no se le iba parecía infradotado, cómo
iban a aceptarlo en las insipientes
radios que de a poco ganaban la plaza.
No. Simón repartía diarios. Se levantaba
a las cuatro de la mañana, mateaba
(es un decir; nunca se le pudo hacer
entender que de la bombilla se debe
chupar, no soplar dentro) y salía
a pedalear la vida silbando algún
tango a los que, de vez en cuando,
les agregaba una que otra letra de Los
Plateros, haciendo de esa música
un cambalache único. El asunto
es que, en una de esas mañana
en que clasificaba los ejemplares,
se le cruzó por las manos una
revista de esas que venden cualquier
cosa de un modo bastante convincente.
Y en ésta la revelación era un método
para seducir mujeres a distancia.
“Guauuuu!!!”, se dijo Simón, el tímido
que hablaba mal y cantaba peor.
“Éste es mi chance de ganando”,
observó con la agudeza propia de
un canillita a las cinco de la madrugada
y mal dormido. Al otro día
mandó la carta. Y a la semana
ya le empezó a llegar el curso
completo, con (obviamente) los
cheques para ir haciendo el pago
quincenal correspondiente. Saladito
pero muy tentador, el Simón de
Boludear éste (como lo había
bautizado la señora que le
alquilaba la pieza donde vivía,
en obvia alusión a la Dama
de las Camelias) comenzó a
practicar con tan poco tino que
en lugar de tomar como conejillo
de indias a una chica desconocida,
de otra ciudad, alguien de la calle…
no… El tipo se empecinó en seducir
a la hija del turco, la ferretera
(o sea, la hija del ferretero que
atendía la ferretería); que no era
lo que se dice un minón, no. Más
bien, el epíteto que le iba era el de
“bulón”, dado el rubro en el que
se desempeñaba y las pocas
curvas que anunciaba a su paso
por la vida. El hecho es que el
Simón este empezó a pasar
más seguido por la vereda de
la ferretería… Y a cada pasada
aplicaba los términos de lo
aprendido: Herramientas de
personalización del vínculo,
dominio absoluto de la atracción,
transmisión de confianza…
Todo iba según el manual del
curso por correspondencia (la
dama en cuestión, ni enterada);
hasta que una mañana se supo:
La Juana estaba embarazada!
Nooooo..!! Algo estaba mal !
O alguien le había usurpado el
rancho, o las herramientas de
seducción habían sido mal utilizadas,
llegando demasiado lejos (y justo
dónde el bueno de Simón quería).
Claro que esa duda se fue despejando
al no aparecer el padre de la
criatura ni en el periódico. Eso
le fue confirmando al inglecito que
esa panza era responsabilidad suya;
y una buena tarde entró en la
ferretería, encaró al ferretero y le
dijo: “Yo mí es el panza dueño”.
Digan que el turco no le entendió
(porque él tenía lo suyo también
a la hora de hablar de acentos y
modismos), que si no le entierra
la llave inglesa esa que tenía para
vender en el balero, y le hunde de
un solo golpe ese jockey sucio
(que el inglés no se sacaba desde
que subió al barco) hasta el fondo
mismo del cerebelo. El Simón
quiso encarar a la mismísima
Juana para explicarle que él era
el responsable, y que habría de
hacerse cargo de lo hecho. Y cuando
lo hizo, a la mina le cayó la ficha de
que esa era la única salida para
salvar la mitad del honor que ya había
perdido por completo; y como buena
comerciante que era la turquita, se dijo:
“Y bueno… a veces hay que perder
para ganar”. Y se casó con el inglés
de Marras (Marras era el nombre de
la señora que lo alojaba). Desde
luego que el secreto fue bien guardado
bajo siete llaves; nadie debía saber
que el iluso se había cargado de tal
resultado creyéndose el responsable
“a distancia”. Pero eran los años
cincuenta y todo era posible, más que
hoy día. Y por qué no, si hasta Cristo
nació de un vínculo etéreo… De esas
estaba llena de vida del buen Simón,
cuya educación católica había sido
el pilar de sus torpezas.
Claro que la relación no duró mucho;
al tiempo nomás apareció el verdadero
padre de la criatura, un viajante de comercio
casado que pasaba por la ciudad una vez
al mes, quien se tomó seis meses para
decidir si terminaba con su mujer y
empezaba una nueva vida con Juana la
Ferretera o continuaba su fantochada
familiar… Y decidió, salomónicamente,
seguir casado pero haciendo doble
vida (un clásico de viajantes, embarcados
y policías). La chica aceptó con tal de
deshacerse del incomprensible inglecito
(a quien nunca le entendía nada); y
se fueron de Don Torcuato a vivir a
la provincia. El pobre Simón, ahora otra
vez solo, decidió que esas prácticas a
distancia podían ser peligrosas y una noche,
la última en la casa que el turco padre
les había dado para que vivieran, en los
fondos de esa casa maldita, quemó
todas las instrucciones, diagramas, notas
y apuntes del curso de Seducción a
Distancia de la Academia Charles A.
Thompson Jiménez de Miami. Y de cara
a esa pequeña fogata se juró nunca
más abusar de la suerte de ser un
seductor de tal calibre que
podía, sin siquiera quererlo,
embarazar a una mujer con
sólo pensarla mucho.
Si embargo, ya lejos de esa
ciudad que lo hizo a un lado
por perdedor y por foráneo
(eran tiempos del peronismo
más nacionalista y cualquiera
que hablara inglés era mal
visto, como corresponde!),
Simon Zorren comenzó una
nueva vida que lo llevaría de nuevo
a tropezar con su propia habilidad
para tropezar. Y es que, si bien
tuvo la suerte de encontrar un
compadre que pronto lo cobijó
ofreciéndole casa y trabajo sin
que él tuviera que pagar nada
más que atender una casa de
comidas dieciséis horas por día
(lo que incluía parte de la noche),
el destino de seductor lo esperaba
detrás de ese mostrador.
El inglecito éste estaba tan contento
de rehacer su vida que mucho
no reviso ese trato, sino que le
puso toda la onda; se compró
un chaleco a rombos, unos tiradores
nuevos, y se calzó el delantal y el
gorro blancos que, detrás de ese
mostrador de zinc lustroso, le
deban “un aires (según el creía)
de Don John irresistibla“. Y ahí,
en ese paso semántico estuvo
el principio de la vuelta al caos.
Porque de “irresistible” a “seductor”
hay casi nada; y de esto ultimo a
“seductor a distancia”, solo un trámite.
Y así, una tarde de septiembre en
que el calorcito de la insipiente
primavera comenzó a asomar con
ganas, el obsesivo Simon puso sus
ojos en la corta falda de una de sus
más asiduas clientas, Filomena
S (evitamos toda mención al apellido
de la dama por obvia preservación de la
honra de la pobre).
La piba no tenía más de dieciocho,
pero por entonces las buenas familias
le buscaban candidato a las niñas
a muy temprana edad para evitar
que conocieran lo maravillosa que
es la vida y nunca más se casaran.
Claro que la familia de Filomena,
los S (también a ellos los preservaremos),
no tenían precisamente en la cabeza
un tipo de la clase de Simoncito para
cónyuge de su hijita malcriada.
Fue entonces que el pobre inglés
comenzó a darse cuenta que cada vez
que la niña entraba al negocio a por
unos pastelitos o unas croquetas, él
no podía abstraerse de ello y, casi
instintivamente, comenzaba a hacer
uso de las técnicas de seducción tan
fríamente aprendidas con sajona
aplicación. Bueno, era inglés después
de todo!
Y, claro, al tiempo la chica desapareció
de la ciudad; nadie la vió más. Simon
sospechó algo… Él sabía mejor que
ninguno que algo extraño ocultaba la
familia S (los seguimos protegiendo,
pero ya me estoy cansando).
Entonces, una noche se quitó el
delantal antes de la hora de cerrar y
se hizo una disparada corriendo hasta
lo de los S (está bien, se llamaban
Sorreguieta… contentos?). La mucama
no se sorprendió al verlo en la puerta
cuando abrió: algunas veces él mismo
alcanzaba los pedidos para poder
espiar un poquito a la nena ahora
en fuga. La empleada lo hizo pasar,
y mientras esperaba en el vestíbulo
alcanzó a escuchar una discusión
entre los Sorreguieta durante la cual
uno de ellos decía: “Dejémosla allá
hasta que nazca el niño…” Eso fue
suficiente para que el empecinado
seductor viera cómo se derrumbaba
todo su nuevo mundo una vez más
y como antes, en Don Torcuato. “No”
se dijo, “…esta vez no voy a ser tan
torpe… Si yo la embaracé a distancia,
como a Juanita, nadie puede saberlo
excepto yo… y mi maldita conciencia”.
Pero, justamente, la conciencia es un
amigo que no sabe guardar un secreto
sino que nos lo recuerda con saña
cada vez que puede; de lo contrario
se llamaría inconciencia, verdad?
El destino quiso que se reivindicara
de un modo muy casual; aunque en
los pueblos de provincia casi nada sea
casual. Y sería de boca del cartero que
se enteraría dónde había ido a parar la
chica y su panza geográficamente
ocultada. “Che… inglés… Así que los
S (no ocultamos el apellido ahora sino
que es demasiado largo para escribirlo
todo el tiempo) mandaron a la
nena a estudiar a tus pagos!”, le
dijo ingenuamente el repartidor
de cartas, sin sospechar que ese
comentario chismoso cambiaría
la vida de más de una persona.
Porque era ese, precisamente,
el dato que Saimon (Simon, o sea)
estaba queriendo conseguir sin
éxito. “Cómo Usted sabés el qué
ciudad de dónde ahora es ella?”,
cuestionó muy seriamente a Lito,
el cartero, mirándolo fijo con esos
ojos azules de lobo que eran capaces
de intimidar (aunque para ver no
sirvieran de mucho, dada su miopía).
“Y mirá che…”, lo desafió Lito,
mostrándole el sobre de la carta
que estaba por entregar: “Rte:
Filomena Sorry, 32, Church Lane,
Southampton, England” decía
cruel pero inesperadamente el
sobre que le enviaba la chica a
sus padres. No había terminado
de leerla el inglecito que ya se
había quitado el gorro de cocinero
ese, tan ridículo, el delantal y
ya estaba en su habitación haciendo
la valija con lo poco que tenía
(el chaleco de rombos, los tiradores,
más un par de camisas y ya) para
tomarse esa misma noche el bus
a Buenos Aires, donde embarcaría
al otro día hacia Inglaterra. Porque
él había aprendido a callar, a no
permitir que la gente lo culpara nunca
más por ser así de seductor… Pero
sus principios estaban intactos, con
eso no se jugaba; y no iba a permitir
que la chica tuviera su hijo sin saber
quién era el padre y por qué ella
estaba sufriendo ese destierro. Él,
una vez más y como correspondía,
iba a reconocer su responsabilidad en
el hecho. Y cuando llegó, quizá por
primera vez en la vida, fue a tiempo;
justo a tiempo. Porque la chica, quien
sabía muy bien quién era el padre
de la criatura, se encontraba sumida
en una depresión terrible, lejos de
todos sus afectos, en un país donde
nadie le entendía y, además, con un
clima horrendo que deprimiría hasta
al mismísimo Robin Williams.
Entonces la absurda llegada
del confeso embarazador no
sería tan absurda sino una verdadera
bendición para la chica, que ya estaba
a punto de parir en ese hospicio que
era más deprimente aun que el clima
tormentoso del sur de Inglaterra. Y
estando él se animo a escapar de
allí, a intentar una nueva vida con
su hija a quien no quería dar (como
le imponía su familia)... Si hasta
se animó a convencer a Simon
que no debía temer embarazar a
cada mujer en la que pensara!
Así fue que Don Simón, este viejito
que cuidé a pura ginebra en sus últimos
días, volvió a reconciliarse con su
tierra y consigo mismo; gracias a
una niña que, en la más difícil, supo
elegir dándole la espalda a todo
aquello para lo que había sido criada
por su pacata y engreída parentela.
Y acaso no es mejor elegir un hijo de
incierto futuro que una familia con
demasiado pasado?</div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-6557931535477662562009-06-11T22:47:00.002-04:002009-06-11T23:00:12.162-04:00Milanesa, el Payaso sin Huevos<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi18uttvGmvxUCTfVhQ3fa714mZTT_etfHsNX3feG4PHNMCjrdljgVzLkObbydZMf3eVn67I-VmyUIVjxOAHQreLOdwyQFdU0598svOskZKuDY5LjnpM0haE5URJ_ZOXhd1Q-QkLxgwGtU/s1600-h/el_payaso_tristeG.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5346270321286205874" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 182px; CURSOR: hand; HEIGHT: 293px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi18uttvGmvxUCTfVhQ3fa714mZTT_etfHsNX3feG4PHNMCjrdljgVzLkObbydZMf3eVn67I-VmyUIVjxOAHQreLOdwyQFdU0598svOskZKuDY5LjnpM0haE5URJ_ZOXhd1Q-QkLxgwGtU/s320/el_payaso_tristeG.jpg" border="0" /></a>
<div></div>
<div>Era un payaso empastillado.
Un borrachín desalineado
que de vejete se dio
por abstemio y ya era
tarde para reivindicaciones,
lo que sin mucha vuelta
lo llevó a los psicofármacos.
Así salía a la arena:
Dando tumbos y aspavientos.
Los brazos trepando
del aire, un lugar
del que nadie puede jamás
Agarrarse; y es que
Juanjo lo intentaba
pero el aire siempre,
siempre lo esquivaba. Dije
salía a la arena no
porque el circo fuera su
escenario ni los
niños su publico
privilegiado, no. La
arena era su lugar desde
que repartía volantes
para el Corralón Don
Huberto, venta de
materiales de construcción
a precios de joyería, donde
“Ladrillito” (pseudónimo
del yosapa este) era sin duda
La mejor carta de publicidad
y la más barata: Un sánguche
de mortadela a las 12 y
un choripán a la salida, más
un centavo por volante lo
que hacía como diez
pesos al día descontando
los de lluvia, los domingos
y las fiestas de guardar. Así
nomás iba la vida
de este payaso de porquería
que tenía menos onda
que Sofovich cantando la
Lotería. Se lo oía refunfuñar
por lo bajo y sin motivo
a la vez que daba un pelpa,
la mirada torva y malo
a veces tanto que ni
entregaba ese volante
que ofrecía con la mano,
reteniéndolo muy firme
como pensando en
un “Oleee…!” cuan revancha de
volantero a ese desinterés
del vulgo en tránsito. Y es que
Ladrillito era un payaso de cuento,
y el peor de todos los cuentos
era la oferta del día: De
esos volantes no salía
otra cosa que mentiras. Y
qué culpa tenía Ladrillo
que el cemento fuera trucho.
Que la cal pesara menos
de lo que decía la bolsa; y
que la arena mojada
a la final se achicara. Culpa,
no se si llamarlo culpa… pero
Ladrillo sabía, y sin embargo
salía todos los días al ruedo
trastabillándose en pedo
aun si ni siquiera tomaba, por
culpa de esas pastillas
que le vendía el cadete
de la farmacia de enfrente, esas
que él se afanaba. Todos,
hasta los niños del rioba,
creía en esos rulos; y es
que eso era lo único
que no era trucho en Ladrillo.
Ese Juanjo era un tipo
de profusa rulosidad, y con
esa mala tintura para
matizar las canas, las crenchas
brillaban verde, medio
mezcladas con rojo, que era
herencia de su abuelo, un
irlandés patoso oriundo de
Hurlingham. Yo una vez
lo vi en un bar
en la estación de Haedo, esa
donde sacan fichas
pa’ver quién termina más
en pedo. Me senté porque
me llamó; me dijo: “Hoy
vuelvo a ser yo mismo”,
se pidió una de tinto, y
se la empinó todita. Ahí nomás,
sin más vuelta ni preámbulo
ni nada me confesó, lengua
ardida, que su pasión, la
Bebida, no le impedía
ver las cosas como son; que
de la vida no se olvidaba y que
siempre soñaba que un
día, llegado desde la nada,
un gran circo lo buscaba
para llevárselo lejos,
ávido de un payaso
que maravillara niños
bajo arcoiris de luces
al grito de “Mi-la-ne-sa…,
Mi-la-ne-sa…”
Loco, dije ya yéndome,
y como hablándome a
mí mismo… Aquí este
tipo que sueña… Y
yo sin huevos por esta
noche para hacer mis
milanesas. Pa qué
me habré dejado entretener
por este payasín
volantero…! Ahora otra vez
terminaré comiendo
fideos con manteca. Pucha
que es cruel esta vida.
</div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-81726120364329203132009-06-01T19:55:00.002-04:002009-06-01T20:34:49.454-04:00El Hijo del Gaucho Griego<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwMSy9nutfuAbSQl1G1OvkgcE8OLCVKQpZFDw8_L-GKZLZhuiNS5W8u5nq1zQgQd2bE7Y9pkyYIZnfA2ncGsX7Hy_SxjLgMep8DfdPGlNZ1JcaOYCan5NbbBCIhcgc5_Z8W2a79JGbT2Y/s1600-h/serbio_Gorazdevac_pequeno_pueblo_oeste_Kosovo.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5342522081822919026" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 242px; CURSOR: hand; HEIGHT: 264px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwMSy9nutfuAbSQl1G1OvkgcE8OLCVKQpZFDw8_L-GKZLZhuiNS5W8u5nq1zQgQd2bE7Y9pkyYIZnfA2ncGsX7Hy_SxjLgMep8DfdPGlNZ1JcaOYCan5NbbBCIhcgc5_Z8W2a79JGbT2Y/s320/serbio_Gorazdevac_pequeno_pueblo_oeste_Kosovo.jpg" border="0" /></a>
Mario Nicanor de las Mercedes
Papadopoulos nació estigmatizado.
Su marca no era otra que la de ser
el único hijo de un griego gaucho.
Al menos eso creía su padre que era.
Y esperaba de su vástago que,
de un modo muy literal,
éste fuera astilla de tal palo.
Y digo literal porque ambos, padre
e hijo, eran virtualmente de madera.
Nada influye en mi juicio
que el señor Papadopoulos
se haya criado entre abedules y acacias:
Hay gente de buena madera y otros
que son de madera nomás.
Y eso quería Don Griego (como
lo llamaban allá en el pago de
Chala Seca, Provincia de Santa
Fe), para su hijo: Una vida de
madera. Y qué acertado
el gaucho griego! Su hijo
realmente daba con el perfil.
Sin embargo (siempre
hay un sin embargo, aunque en esta
familia los embargos eran cosa
de todos los días), Mario Nicanor
tenia otros planes para él y para su
Vida. No es que el pobre
tuviera un futuro imaginado ni
nada que se le pareciese; es que
Vida era su noviecita de la primaria.
Y el Nicanor este andaba alzado
con ella desde muy temprana
Edad. Casi se diría que
había nacido alzado el pobre gaucho
frustrado. Y asumo como mío
Lo de frustrado porque así era: Nican
(como lo llamaban en su circulo
de amistades) cargaba con esa
pesada llaga de no poder ser
el gaucho que su padre esperaba
de él. Por eso, y porque sí nomás,
casi siempre tenía problemas de
erección a la hora de embocar, lo
que no desesperaba a Vida, que
era tan frígida como que se
apellidaba Frigerio. El chico
sabía que para ser feliz
la única salida era por ruta 8. En
Otras palabras, chau pueblo y
si te he visto no me acuerdo. Pero
Don Griego (tal vez si Ud. es de
Chala Seca lo recuerde cómo
Griego de Mierda, porque así
daban en llamarlo algunos
muchos), el padre de la criatura, no
sabía nada de nada, pero menos
de sutilezas; y no desperdiciaba
oportunidad en recalcarle al muchacho
lo mucho que lo defraudaba con esa
pose amanerada, los pelos lacios
teñidos de rojo y esa ropa toda
ajustada que lo único que le faltaba era
usar sandalias con taco y bla bla bla…
Y es que Nican era un flogger, un artista
de la pelotudez diaria, nada malo
si se tiene doce años, pero a los 30
se interpreta un poco raro, sobre todo
si se lo mira desde arriba
de un Deutz 2430, que es un
tractor muy conservador y
Bastante alto, desde el cual la perspectiva
favorece mucho a quien critica, y muy
muy poco a quien fuma con filtro
parado en la esquina de un pueblo
sin asfalto, de zapatillas rosa y pantalón
limón. Y como tenía que ser,
un buen día Que Nican y Vida
estaban casi listos para
huir, el patriarca se brotó. Se
había acabado el anís y tampoco
quedaba ni caña siquiera cuando
Nican entraba riendo a la casa
acomodando su flequillo, casi como
estirándolo (es que tenía unos rulos
Que ni pa’gaucho servían, menos para
hacerse el flogger); ahí nomás, de entrada
en la cocina, lo abarajó Don Griego,
el Gaucho de Mierda, el de la madera, y
de un golpe de hacha
seco como el pueblo, perfecto,
pulcro y perfecto diría un animador
de boxeo, de un solo golpe lo dejó sin
cabellera… Volaron flequillos que, de
tan truchos, en el mismo aire se enrularon
cayendo en zarcillos al mosaico gris de
la cocina de campo como colitas de
chancho, y cuan finalmente aliviados.
Nican, el flogger rapado, el
Rebelde sin Casa (obviamente lo
Estaban echando, no?)
se desmayó; su carrera de flogger
estaba acabada; y pa´skinhead
no le daba.
Y que razón tenía Don Mierda, el Griego
para hacerle eso: Acaso podía existir
realmente un Gaucho Maderero? Un
invento griego..!! Pero andá a
hacérselo entender al bruto de Don
Papadopoulos, hombre
De pocas letras y ninguna
Idea. Y menos era posible
Sin caña ni nada que lo
endulzara, tanto como para
que cantase
alguna canción de Miranda
de esas que, sin querer,
a veces silbaba mientras
aserraba los troncos creyendo
que rendía homenaje
a alguna zamba de Don Ata.
De tal palo…C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-54875074039173012332009-05-21T15:16:00.002-04:002009-05-21T15:56:31.353-04:00Soy Glam, de Glew<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBevhnP9_B8-46s_lRDxN9wgLslE2WqrFZR3ok7v9xoO40dXgFadgn2OHaFXmFmkXnmCIKP6HrqhB1NuiYGjQcj5P335zCEu3r2YrM7qf1yH-2tpgylHk6qEkn6LNzFKJYMKl8N8CIZbg/s1600-h/GlamdeGlew.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5338368180926319682" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 182px; CURSOR: hand; HEIGHT: 278px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBevhnP9_B8-46s_lRDxN9wgLslE2WqrFZR3ok7v9xoO40dXgFadgn2OHaFXmFmkXnmCIKP6HrqhB1NuiYGjQcj5P335zCEu3r2YrM7qf1yH-2tpgylHk6qEkn6LNzFKJYMKl8N8CIZbg/s320/GlamdeGlew.jpg" border="0" /></a>
Me presento, soy Julian y soy
glam y como vivía en Glew, todos
me conocen como el Glam de Glew.
Mi ciudad es una pequeña localidad
del confín del Gran Buenos Aires
Sur, allí donde termina el tren
eléctrico y se hace diesel nomás,
para seguir más allá a puro ruido
y tardar y tardar. Será por eso que
esto de ser eléctrico me pegó, y
fuerte. Desde chiquito ya
agarraba la escoba de mi abuela
y me zapaba un par de temas de
Sandro y los de Fuego (que era
lo que escuchaba ella); después
le tomé el gustito a los maquillajes
y accesorios de mi tia Yoly (a ella
no le causaba nada de gracia, no
solo porque le parecía afeminado
de parte de su único sobrino
que ande pintarrajeado por el
barrio, sino porque el costo de esas
porquería siempre fue privativo, yo,
el Glam de Glew, no me andaba
con chicas ni con pocas). Eso mismo,
el que yo no anduviera con chicas,
era lo que más les jodía a la tía y
a mi vieja, pero a esta última no
le afectaba tanto dado que todo
lo endulzaba a puro vino blanco. Y
eso achica las fronteras entre
el ridículo y me importa un carajo.
Toda vez que podía me colaba
en el Club Social Y Deportivo
Glew para espiar a las banditas
que iban a tocar. Así me fui haciendo
amigote de muchos que después
fueron conocidos, y yo con apenas
12 años! Algunos me querían
coger porque parecía una nena,
todo pintado y con ropas de pendeja,
pero enseguida me dejaban tranquilo
porque mi voz a los doce ya era
como la de Julio Sosa a los 41,
muy rasposa pero como que me
cambiaba y me salían de pronto
unos aguditos muy histéricos que
me daban un toque especial a la
hora de encarar algún temita de
los Virus o Babasónicos. Éstos
recién empezaban pero yo ya
los tenía recalados desde el vamos
porque habían venido a Glew y
porque una vez me escapé para
ir hasta Lanús a verlos y después
me perdí volviendo, en Adrogué,
y la cana me tuvo que llevar a
casa de la oreja como un borrego
que era, bardeándome todo el
tiempo con eso de que parecía
una mariquita y qué carajo te
creés que sos una estrella de rock,
pelotudito y bla bla bla… (conocida
es la manera tan fina de incentivar
que tiene el zumbo promedio de
la Bonaerense). Cuestión que ese
día me decidí que quería ser
un músico de Glam Rock tipo
T-Rex, todo lentejuelas y anteojos
muy “femme fatal“. Y fue gracias a
las palabras que ese sargento le
dijo a mi madre antes de dejarme
de nuevo en casa con las orejas
rojas y el culo idem de las pataditas
que me iban dando desde que
bajamos del patrullero hasta que
entramos a casa. “Caguelo bien a
patadas en el culo si vuelve a salir
a la calle así, y va a ver como se
regenera; si no se le va a hacer puto
nomás le digo eh…” (todo un decálogo
de la moral del conurbano que
no hay que olvidar para poder
comprender por qué estamos donde
estamos).
Ese día junté mis cosas
y me escapé por la ventana para
hacerme, de una vez por todas
y para siempre, estrella de Glam
Rock. Tomé un tren diesel que me
llevara muy lejos, pero el muy choto
se quedó parado a los dos kilómetros
por un desperfecto (cosa de siempre)
y me tuve que volver caminando a
casa ya que ni un mango tenía; por
suerte nadie se había avivado y
zafé de la cagada a palos pero igual
mamá no me pegaba, de tan
mamada que siempre estaba. El
problema era que esa noche en
que me dejaron en casa los ratis esos
uno de ellos le echó el ojo a mamá
(se ve que le gustaban las mujeres
fuertes de aliento) y el pesado pasaba
todas las tarde a visitarla con el
pretexto de ver cómo progresaba el
putito a regenerar por el macho
sistema que él representaba como
la misma mierda que era. Entonces
preparé mejor el plan de escape,
que esta vez incluía venganza. Como
buen Glam ya maneja cierta data
sobre pastillitas de esas que te dan
como cosquillitas en la conciencia
si tomás una… Pero yo le mezclé
como 15 (cuántas trae el blister?)
en el whisky al puto rati ese que ahora
hasta se quedaba en casa a pasar
la noche y me comía las milanesas
en lugar de hacer la ronda nocturna,
el atorrante. Fue fácil porque el
tipo le daba duro al trago y del pico.
Un trámite! Así que cuando se
desplomó a los pies de la cama,
aproveché para afanarle el arma,
la guita de las coimas que había
recaudado esa misma noche
de los bares y puteríos de los
alrededores, y les puse las esposas
a él y a mamá en los barrotes de
la cama, desnudos ambos, y con
un cartel que decía: “$2 por una foto
con nosotros”…; y dejé la gorra de
vigilante boca arriba al costado
de la parejita obscena y la puerta
de casa bien abierta de par en par.
Eso me dio como tres días de ventaja:
Yo sabía que los que entraran, más
que preocuparse por ellos se
dedicarían a sacarse fotos. Es que
en los barrios pobres la diversión
no abunda, así que toda cosa nueva
es bienvenida, menos los nuevos
ricos, que igual nunca vienen (para
qué?, para deprimirse acordándose
de cuando eran pobres?). Y esta vez
sí me tomé el tren correcto hacia
Bahía Blanca en Pullman y todo!,
pagando pasaje con descuento para
personal policial (también le afané
la credencial al Valentino; Gracias,
Policía Bonaerense… Tu sistema
de obra social funciona y bien!)
Allá armé la banda que hoy nos
nuclea y da que hablar: Los Polizones;
la quisimos llamar así un poco en
honor al principal Gutiérrez, el que
donara su dinero mal habido a nuestra
causa sin quererlo, y otro poco por
la palabra Sones que quiere decir
sonidos, canciones, o algo así,
qué se yo si soy glam, no profesor
de lengua (la Z la relaciono con
pizza, que es lo comemos cuando
no hay guita gracias a la credencial
PPBA de Marras (ese era el segundo
apellido del cana). Y porque la primera
vez quise escaparme de polizón y
al final pagué como un boludo; y bueno.
Yo soy glam, no inteligente. Llevo
el pelo revuelto pero con spray; me
calzo botas rojas de taco mal…
Y por lo demás, nunca me falta
un chal blanco y una chaquetita
plateada bien ajustada… Tenemos
ocho temas para tocar (siete son
covers… qué va!), pero le ponemos
toda la onda, y desfilamos al final!
Si quieren contratarnos, pásense
por Bahía Blanca y pregunten por mí:
por Glam, de Glew. El de la campera
plateada y las botas rubí con brillitos
mal! Allí estaré (soy facil de reconocer).
Bye bye…C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-59484396904915238712009-05-14T02:16:00.004-04:002009-06-01T21:17:21.418-04:00Ella No Era Una Diva<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2-huhBFRR3FfXJ-ulzpfoAZxQ7JpEyBymixkTdXpB9DsOW-RLFAWrf2aLhUcrRk6TebLZELLGatQx2-LB12XcXWU74OUeF0zcUH8RAN07FENnIeCERHmoY0_VvCuPgtOnyEgZun4eKlY/s1600-h/BannerGoAway.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5342532880424408690" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 277px; CURSOR: hand; HEIGHT: 226px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2-huhBFRR3FfXJ-ulzpfoAZxQ7JpEyBymixkTdXpB9DsOW-RLFAWrf2aLhUcrRk6TebLZELLGatQx2-LB12XcXWU74OUeF0zcUH8RAN07FENnIeCERHmoY0_VvCuPgtOnyEgZun4eKlY/s320/BannerGoAway.jpg" border="0" /></a>
<div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPKJ8TDniK_dUyjR0FQx_-x3rr17xbtHDklZLXGKHPkmrz0qz_Tq-klyKN3mEDMYK8ayNU9q3a-2SVR7CgOonelgpSPUWrixXUt6lzWqAFmuN2Aqvhx3f5MFmN6NwYZgtvch55YyTge2A/s1600-h/Novios9.jpg"></a>
La elegí por eso: Ella no
Era una diva ni se creía
Dueña de la calle ni
De los deseos de todas
Las miradas ni nada… Tampoco
Le daba para tanto, su
Boca un poquito chueca
(apenas uruguayada) y
Los ojos que le saltaban
No la hacia objeto
De un deseo inmediato ni
Irrefrenable, no. Y justamente
Por eso yo, cansado de tanto
Gato que desilusiona de
Entrecasa, curtido en las
Batallas más encarnizadas
Por el dominio de la propiedad
Sexual (tan socializada
Últimamente), decidí
Casi al verla que ella
Sería la madre de mis hijos.
No iban a ser estos
Los niños más bellos sobre
La tierra, desde ya; yo
Tampoco soy un Adonis y
Ella menos que menos encarna
La femineidad, con esos dientes
Que sobresalen como
Sonrisa de perro rabioso cada
Vez que esboza una mueca.
Pero hay momentos y momentos
En la vida de los hombres
Donde ciertas decisiones vienen
Siendo como peras que se
Caen de maduras sobre
Nuestro mismísimo rostro; y
Eso fue justamente lo que
Me vino a pasar. Así empezamos
A hablar, en una reunión
De amigos (ex amigos, diría
Hoy); ella vino sin querer
Y yo por casualidad, así que
Veníamos a ser como la
Pareja perfecta, ya que nadie
De los otros nos daba ni media
Bola. No quedó otra que
Hablar, hablar, hablar… y
Seguir hablando, cosa
Que yo hacía forzado para
Evitar que ella tomara la
Palabra; y es que su voz destacaba
Por lo ridícula y exultante: parecía
Un doblaje de ella misma
Cuando hablaba! Tenia
Una vocecita más propia de
Un dibujo animado que
De una mujer rayana en los
Treinta… Pero igual
Todo se compensa
Cuando se piensa en que
Un día esa mujer
Amamantará tus hijos. Y
Eso era difícil de imaginar
No porque uno no fuera
Muy imaginativo ni
Rechazara el tener hijos sino
Porque debajo de esa blusa
Apenas si se adivinaban
Dos muy, muy leves
Abultamientos, que más que
Pechos parecían granitos
Que le habían quedado de
La adolescencia. Igualmente,
Pensaba yo, no hay nada peor
Que una teta caída, cosa
Que evidentemente a mi
Julieta no le ocurriría. Y la llamo
Julieta porque del nombre
Verdadero ni me querría
Acordar ahora, ni ya por entonces,
Dado lo extraño, complicado y
Poco feliz de su elección
(aunque deberíamos
Hablar de “invención”), cosa
Que me dio a pensar que
Quizá sus padres no la
Querían y fue como una
Desagradable sorpresa su
Venida a este mundo, si no
No se explica semejante
Humillación; pero de todos
Modos, debo reconocer que
El nombre le iba bien: representaba
Fehacientemente la idea
Estética de este ser que yo elegí
Para ser mi partenaire en la
Vida. Y bueno, llegó el día…
Nos casamos! No fue
Un evento de esos que uno
Querría recordar por lo
Fastuoso, ni siquiera por
Lo bien que resultara todo o
Por cómo la pasaron los generosos
Invitados: De hecho, nos casamos
en secreto. Me daba
Un poco de vergüenza exponerla
A las miradas y, sobre todo, a las
Cámaras (siempre hay uno
Que quiere la foto de los
Novios… y yo no quería
Andar pagando las cámaras
Rotas tampoco)… Pero lo
que nunca Imaginé es que sería
Tan difícil conseguir un cura
Que nos casara…! El
Primero, católico, nos
Puso como excusa que
Se había olvidado las Ostias, y
Salió corriendo de la parroquia
Ni bien la vio entrando. El
Segundo, un evangelista, llegó
Con incienso y mirra, y una
Gran cruz de madera, pretendiendo
exorcizarla! El Tercero, un rabino
judío, nos hablo como tres
días de lo inconveniente
Que era ante los ojos de Jehová
Que se cruzaran las especies: es
Que no la consideraba humana el
Muy taura! Ya deshauciados
Recurrimos a un amigo
Pay Umbanda que se vino
Con gallina y varias cosas. Todo
Parecía correcto, esta vez nos
Casaríamos (qué importa el credo
Cuando el amor prima!, lo que no
quiere decir que ella fuera MI prima)
pero No sé cómo, el Pay Cacho
Se hizo de la gran cruz
De madera que trajera el evangelista
Y de pronto, ante mi asombro, le
Quiso clavar de punta la cruz a mi
Julieta En medio del pecho, al grito
de “Muere Vampiro, Muere”. Eso
Fue el acabose… Decidí entonces
Que esto del amor tiene sus
Límites, y que si no tiene que ser,
No tiene que ser nomás. Así que,
En medio de la batahola (ya
Había entrado mucha gente a casa
Para entonces, llamada por la gritería
Generalizada), tomé mi campera
De jean, la que no dejo ni loco sola,
y Gané la puerta de callé caminando
Despacito, como queriendo
Que alguien me gritara “ya fue,
Sigamos con el casorio!”… pero
Nadie entendía a este
Romántico de la soledad que,
Otra vez, se iba solo a buscar
Una vida mejor, como Bill
Bixbi cuando hacía de David
Banner en Hulk y siempre
Se terminaba yendo aunque
Se hubiera levantado la
Mejor mina del pueblo y ella
Justo era dueña de un hotel
Y había enviudado hacía
Dos días quedándose con todo
lo del marido, incluyendo las pilchas
(que a David le venían bárbaro
dada la costumbre de hacerlas
hilachas)… Y con las ganas de tener
Ese hijo que su difunto nunca
Le había dado… Era bastante
Boludo ese Banner, no? Y bueno
Yo también tengo lo mío.</div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-36053799761931985952009-05-03T19:24:00.003-04:002009-05-03T19:39:08.110-04:00La Balada del Repositor<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6D4d7krntcjh5woACz7Qok4f6lUvsjv6bTAMGsi4aCSg8vY0hqc86GnVn-_0FoqdlDNUt_S2e3XW6MkjKKvohwdu0hnpi-fbynAKR-XHjMAT1wBu2PhVUp79SVmY6tmOlDQvWF-yhx5s/s1600-h/fogon-para-recreacion.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 263px; height: 237px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6D4d7krntcjh5woACz7Qok4f6lUvsjv6bTAMGsi4aCSg8vY0hqc86GnVn-_0FoqdlDNUt_S2e3XW6MkjKKvohwdu0hnpi-fbynAKR-XHjMAT1wBu2PhVUp79SVmY6tmOlDQvWF-yhx5s/s320/fogon-para-recreacion.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5331745377803927570" /></a>
Se conocieron en un fogón
de verano, sobre las arenas
calientes de una playa de río
muy selecta: sólo para
clase media baja “gasolera”
(esos que gastan menos que
nada para tener poco más
que nada). Y es que así es
la juventud!, se decían a
sí mismos ambos, Julio y
María Mercedes, a pesar de
estar pisando los 30 uno, y
los puchos encendidos el
otro (en la playa tiran todo
tipo de basura los bohemios,
como les gusta hacerse
llamar a los que no hacen
nada más que fumar mucho
y cantar mal y mucho).
Julio era justamente uno
de estos especímenes; eso
deslumbró a Meche (o sea,
a María Mercedes), quien le
echó el ojo ni bien se animó
a arrimarse a ese fogón playero,
no sin antes entonarse con media
damajuana de blanco, solita
en la puerta de la carpa del
camping donde paraba con
sus dos amigas que para entonces
ya se habían conseguido dos
bañeros (ellas los llamaban
“guardavidas”) con quienes
practicar respiración boca a
boca y otros menesteres de
tipo paramédico. Ella (Meche,
o Mercedes, como quieran
llamarle), no le había caído
del todo bien a Julio en ese
primer acercamiento, un poco
porque ella lucía (perdón,
Mercedes) un tanto “cheta” a
los ojos del guitarrero con ese
vestido largo y los aros y el
collar de oro y los tacos (que
Para la playa son un tanto
mucho), y otro poco porque
la chica en cuestión no paraba
de pedirle canciones que El Pocho
(nombre artístico de Julio) no
daba pie en interpretar. La
relación prosperó gracias al
profesionalismo del Pocho éste,
quien haciendo caso nulo (por
ahora)a los deseos de la niña,
se despachaba con cualquier
otra canción conocida y todo el
mundo feliz de cantarla, incluso
la Meche ésta, dado que ella
sólo repetía algunos nombres de
canciones conocidas al azar
sin siquiera tenerlas oídas. Esa
noche ella no sólo cayó a sus
pies (vencida por el alcohol)
sino que cayó enamorada del
chico de la guitarra.
El problema era que El Pocho
(o sea Julio) no paraba de tocar.
Del fogón se fueron para el
Camping y de allí, siempre juntos,
a la carpa. Y el tipo dele que dele…
Un par de días después ya
estaba en un bus que los llevaba
a la ciudad de la que ella era
oriunda y ahí, en el bus, empezaron
las discusiones. Que por qué
Tocar en el micro, si el viaje
era para estar juntos, que me da
vergüenza que hagas tanto
barullo, no ves que son las 2
de la madrugada y vos tocando
una chacarera… (manía bohemia,
El Pocho de noche sólo tocaba
Zambas si la audiencia no
Reclamaba otra cosa, pero ella
De música nada entendía y a todo
folclor lo llamaba “chacarera“). Y
es que el morocho (en realidad
Se teñía porque su apellido
Era Duchnowsky y era más
Rubio que Valeria Maza, quien
Creo también se tiñe), se dedicaba
A eso: tocaba la guitarra por plata
Y porque sí. Y lo hacía en cuanto
Lugar pudiera: trenes, subtes,
colectivos, estaciones, veredas,
fogones… Ese era su metier, su
medio de vida (medio porque no
le alcanzaba para una vida entera
con lo que le daban de onda). Eso
fue muy duro para María Mercedes
Berrogaray Bourdieu (Meche, que
le dicen), quien no sé en qué
habrá estado pensando antes, si
era obvio que el pibe no era
un burgués ni a gancho). Estuvo
una semana y media en la cama
sollozando (y comiendo!) su
pena por haberse enamorado
de un vago zaparrastroso que
más que un vago era un tirado y
que más que zaparrastroso era
un simple perdedor que nunca
le daría la vida que una Berrogaray
Bourdieu se merecía y bla bla…
(en esto de pensar así influyó
un poquito el profundo y bien
intencionado pensamiento de
su madre, pero sólo un poco).
En tanto, El Pocho salía todas
las tardes (el concepto “mañana
temprano“ Lo descubriría
más adelante) a procurarse el
mango con el que pagar los
antidepresivos de la ahora
su novia, mientras por la cama
de la chica desfilaban las
diosas de sus amigas quienes
se acercaban con el último
ejemplar de Cosmopolitan,
canastas con productos
naturales importados, sushi
servido con camarero y
todo (pedido por delivery),
juguetes eróticos con forma
de patito y chupete… En fin,
Lo que hace toda amiga
Como una para aliviar el
Sufrimiento de una como
Una. Pero nada podía sacar
A Meche Berrogaray Bourdieu
De esa cama y de su “depre”
(el término “depresión” estaba
Prohibidísimo entre las señoritas
De su clase). Entonces, en
Esos entonces es cuando un
Hombre se hace hombre: El
Pocho se dio cuenta que esto
Sólo tenía una solución, y se
Descolgó la guitarra del cuello
(un poco le estaba doliendo ya),
Se arremangó la camisola (los
Bohemios no usan camisa sino
“Camisolas”, que es lo mismo
Pero con menos botones y
Mangas menos largas), y
Encaró para el supermercado
De la vuelta, siempre consciente
De aquellas palabras que Meche
Le arrojara al rostro cierta vez:
“No podías, al menos, trabajar
En un supermercado? En los
Trenes tenés que andar tocando?”
Así, hecho hombre, por su amada
Y nada más que por ella, pidió
El puesto de repositor. Y en eso
Estaba, reponiendo los garbanzos
En el estante cuando lo vio
La madre de la amiga de una
Compañera de la hermana de
Meche Berrogaray Bourdieu. A
La hora ya los sabía la Sra
Bourdieu (su futura suegra).
Dos minutos después de la
Hora lo sabría Meche. Ese
Fue el fin.
Porque que toque en trenes,
En subtes, en calles llenas
De extranjeros, es una grasada…
Pero estar de repositor en
El súper donde compran los
Conocidos es re re re feo!
Es un horror, gordo!
Así, así de cruda fue la
Explicación de ella del
Por qué de su partida. Así
De corto fue el e-mail que
Mercedes le enviara. Lástima
Que Julio Duchnowsky, el
Morocho que era rubio, nunca
revisaba su correo. Para
qué… Eso es tan poco
Bohemio…C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-21925439571528874052009-04-10T14:54:00.004-04:002009-04-10T15:35:26.595-04:00Le dí mi vida a Mary<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibPWA6pnRrZSVY4w-xq_GLzdtyoZrNbsjNr6FzOaD6HJ0pJLtJSt1PrlYfXn5-wntueFyBpwCoXkeXxBhzXqTa1acpgflhaP9U7aAfj6CRbhvg341Yux5DmJJ0wlPhBZIdibDYLUsMDCw/s1600-h/tango38.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5323148585702304962" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 186px; CURSOR: hand; HEIGHT: 295px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibPWA6pnRrZSVY4w-xq_GLzdtyoZrNbsjNr6FzOaD6HJ0pJLtJSt1PrlYfXn5-wntueFyBpwCoXkeXxBhzXqTa1acpgflhaP9U7aAfj6CRbhvg341Yux5DmJJ0wlPhBZIdibDYLUsMDCw/s320/tango38.jpg" border="0" /></a>
<div>Le decían Mary (se
Pronuncia Mery según
Ella pero eso traía problemas
De identidad a la hora
De referirnos a la
Señorita). La conocí
Por casualidad cierta
Vez que me comía un
Panchito antes de
Entrar al trabajo (me
Gusta desayunar a las 9
Con algo calentito y
Salado que no sea
Demasiado sano). Como
Siempre, yo estaba en
Eso de apretar el pomo
De mayonesa (le pongo
Un poco de todo al
Pancho para que rindan
Más los dos mangos
Que pago por él) cuando
Ella tropezó sobre mí
Y se llenó de aderezo,
Pancho, pan, papitas y
Todo lo que yo traía en mano,
Justo a la altura de sus
Generosos pechos. Toda
su blusa acusó recibo
De mi desayuno alternativo,
Lo que me llevó, en un
Gesto instintivo, a querer
Limpiarle las partes, habida
Cuenta que uno es un
Caballero de los de antes
(no en vano soy de los pocos
Que comen pancho de
Traje y zapatos). Ella
Pareció por un instante como
Congelada en el tiempo,
Atónita por el hecho o
Por mis manos sobre sus
Pechos, no sé hoy por hoy.
Pero al segundo nomás se
Lanzó a llorar como una niña
Que no era (pintaba como de
Unos treinta y largos) y me
Abrazó desconsolada como
Si acaso la peor de las miserias
La hubiera tocado en su más
Profunda intimidad. Yo, que
Como dije soy un caballero
De la vieja guardia, a pesar
De mis veinte años entonces,
Me habría sentido halagado
De poder contener en mis
Brazos a esta niña algo
Pasada de época que se
Entregaba a mí buscando
Esa protección que el mundo
Frío y seco no le daba; lo
Habría sentido así, de veraz,
A no ser porque en ese acto
De abrazarme como nadie
Me había abrazado antes, me
Estaba llenando traje y camisa
Con ese menjunje que yo solía
Armar sobre los panchos: un
Poco de Ketchup, algo de
Mostaza y mayonesa a
discreción. Ese detalle no me
Impidió, ni así, dejarme tocar
Por sus lágrimas de cocodrilito
Abandonado por su madre
En Costanera Sur (siempre
Tuve una visión un tanto
Particular de las cosas, como
Verán). Y así, atrapados en
Medio del gentío, de hombres
Al paso, unidos por un
Pancho y su aderezo, comenzamos
A vernos. No fue una
Historia de amor, no sé; creo
Que no. Pero amor no
Habrá faltado, dado todo
Lo que he debido soportar a partir
De ese, nuestro encuentro. Ya
Ese día no pude ir a trabajar;
La acompañé a un bar donde
No nos dejaron usar el baño
Porque era reservado a los
Clientes y nosotros, parece,
No dábamos el target ya que
Ni siquiera nos dejaron sentarnos
Allí (ni hablar de consumir). Por
Un lado mejor porque yo ni un
Mango tenía, y a ella
No iba a pedirle porque ya
Deje bien sentado que soy
Un caballero de los de
Antes. Entonces buscamos
Un lugar algo menos romántico
Pero con agua en el baño
(no es tan fácil, no se crean)
Y encontramos un bodegón
Que se ve que regenteaba
Señoritas para otros menesteres
Porque al fondo, donde los
Baños, nos cruzamos con
Algunas que saludaban
Descaradas, los pechos
Al aire bamboleantes y
Sonrisa de “no pasa nada”, y
Hasta alguna que otra risa
Destemplada al vernos
Así. Allí, en los baños de ese
Barsucho de baja moral,
Acurrucados entre piletines
Y mingitorios, ella
Me besó por primera vez.
Mi machismo comenzó
A flaquear, digámoslo. No
Era esa mi idea de relación;
Digo, que una mujer se
Arroje a tus brazos y luego,
Minutos después te entregue
Su boca, Sus besos así; y
Menos en el baño de
Caballeros…
Pero igual el hombre es
Generoso… y sin juzgarla
Inoportuna, le devolví el
Gesto, y hasta ahí fue todo.
En mi trabajo me pegaron
Duro: no podía yo contar
Esa historia, justamente por
Proteger el honor de esa
Dama. Pero qué, si no había
Terminado de regañarme
El jefe que entró ella, blonda
Y sonriente como si
Llegara para recibir un
Premio. Llegó, me dio un beso
Y salió como si nada, no sin
Antes tropezar y llevarse
Puesta la jarra de café
Del escritorio de la secretaria
Del jefe, afortunadamente
Sin lamentar víctimas. No
Voy a decir que todo el
Mundo la miraba, pero al
Menos toda la oficina sí. Yo
Perdí el trabajo (ya verán
Por qué) y no tuve más remedio
Que mudarme con ella
A la pensión que compartía
Con otro tipo y una mina
Que después me di cuenta
Que era una de las que andaba
En tetas en el cabarulo ese
Disfrazado de bar. En
Casa era como en la vida;
Todo se lo ponía (y no hablo
De ropa sino de las cosas
Que uno suele tener
Alrededor): Cama, mesa,
Sillas, mate, bombilla,
Ropero, espejo, taza de
Café, linterna, paredes,
Cortina de la entrada (no
Tenía puerta la piecita),
Inodoro, cocina… Nada
Dejaba libre de su torpeza,
Y había que estar cuidándola
Noche y día; porque además
Era sonámbula la Mary. O
Al menos eso me decía cuando
Salía de noche y volvía por
La mañana. Y hasta parece
Que robaba: a veces traía
Más guita en una sola noche
que la que yo Veía a fin de
Mes!! Eso me preocupaba, pero
Más me preocupaba saberla
Capaz de matarse de tan
Torpe que era; entonces
Una noche la seguí. Es
Cierto que un hombre bien
Hombre no hace eso; pero
el temor por un daño a
La persona querida es
Un motor que justifica todas
Las audacias y derriba
Las barreras más altas de
Cualquier moral. Así, me
Hice el dormido y una vez
Que arrancó, yo salí tras ella.
Lo primero que me extrañó
Fue que agarrara un taxi
Tan fácilmente, cosa poco
Evidente en esa parte de
Parque Patricios. Tuve que
Correr bastante para seguirle
El paso a ese turro que
Iba a los mangos, pero
No pude llegar más allá de
Caseros… Dejé mi
Redada para la noche siguiente.
Esa vez me aseguré de que
Un amigo me esperara. Pero
El boludo se quedó dormido
Y me dejo otra vez a gamba.
Así estuve varias semanas,
Repensando si lo hacía o no
Lo hacía… De que me valdría
Seguirla un día si al siguiente
Volvería a salir. Decidí, ese
Día, entregarle mi vida a Mary
(o Mery, como más les
Guste a ustedes).
Le comenté lo que pasaba
Al tipo con quien cohabitaba, un
Morocho muy callado de
Fácil beber que parecía estar
Desocupado o tal vez
Era un pensionado por
Incapacidad. Me incliné
Por esta segunda opción
Toda vez que el tipo
Fue incapaz de responderme.
Su piadoso silencio (ahora
Lo comprendo) no se condecía
Con la intensidad de su mirada
Al escuchar mi pregunta: “Adónde
Irá Mery cada noche…
loco no?”… Yo había agarrado
El hábito de caminar solo
Por las calles de Buenos Aires,
Un poco por nostálgico que
Siempre fui y también
Obligado por el hecho de
Que Mery (o Mary, que se yo)
Dormía hasta entrada la tarde,
Exhausta por ese sonambulismo
Tan agotador (yo había estado
Leyendo y asesorándome
Con profesionales al respecto).
Un mediodía en que paseaba
Mirando discos de tango
En las bateas de Av de Mayo,
Dí sin querer con un ex
Compañero de trabajo. Él
Me vio, se sonrió y siguió
De largo pero yo lo paré
Con el solo propósito de saber
Algo de los muchachos (uno
Es un romántico!). Paramos
En un quiosco por los puchos
De rigor y entonces nos sentamos
En unas banquetas que dan
A una barra donde ni el Criquet
Podés apoyar de tan angostas
Que son. Y ahí, como un
Deshago, vomité mi drama ante
La mirada atónita de Lucho; no
Porque mis palabras hubieren
Tocado las fibras más íntimas
De mi ex colega de trabajo
Sino porque justo pasó
Una rubia que rajaba la tierra
Y el muy baboso se quedó
Mirándola como un bobo
Hasta que se la mina y su
Minifalda se perdieran
Allá detrás del edificio del
Congreso, como a cinco
Cuadras de donde estábamos
Más o menos. Ese es
El problema de hablar
Seriamente acodados en
La mini barra de un mini
Mercado (al que, por obra
Y gracias del marketing suelen
Apodar “maxikiosco”). Sin
Embargo y ante mi sorpresa,
Y justo cuando nos dejábamos,
En eso que me despido
El bueno de Lucho me tira
Una indirecta: “Yo que vos
Vuelvo donde todo comenzó”.
Y me guiña un ojo… Qué
Me habrá querido decir este
Hijo de las pampas (su madre
Era oriunda de Santa Rosa, pero
No se llamaba Rosa a pesar
De lo que muchos creían), me
Demandaba a mí mismo sin
Dar con una idea acabada
De lo que podrían significar
Esas palabras, que sin embargo
Retumbaban en mi cabeza.
Un par de noches más tarde
Lo averiguaría.
Yéndose Mary de sonámbula de
“rotation”, me levanté como un
Tiro y salí a por mi un carro
De un conocido de la zona,
Cartonero que con gusto
Me alcanzó hasta el centro donde
Él solía levantar unos cartones.
El caballo ya no daba, lengua
Afuera y rebuznándonos (nunca
Pude diferenciar un buen burro
De un mal caballo) de lo
Apurado que lo llevaba el
Petiso Carolo, a quien prometí
Unos mangos extras por
La gentileza. Él me iba contando
Sus hazañas y me indicaba
En cada esquina que pasábamos
Alguna anécdota que allí
Había tenido lugar. Pero yo,
La verdad que sólo podía pensar
En las palabras de mi cumpa
Y en las ganas de comerme
Un panchito en lo de Carlitos,
Que era el lugar donde todo
Había empezado, Y ahí me dí
Cuenta que quizás esa era
La idea que me andaba
Dando vueltas desde aquellas
Palabras del tipo allá
En el maxikiosco de Congreso…
“Llevame hasta Libertad y
Corrientes“, le dije al petiso. Y
Hacía allá fuimos. Entré,
Me pedí un pancho como siempre.
No sé si me miraban
Porque venía de bajar de un
Carro o si acaso era porque
Ya no vestía de saco… No sé
Si me miraban, de hecho; sólo
Me importaba comerme ese
Pancho, lleno de aderezo
Y ver si por esas cosas
Del destino ese movimiento
De potes escupiendo y
El gesto de hacer crujir las
Papitas al morderlo me
Despertarían al la verdad
De lo que estaba ocurriendo.
Y no… No pasaba un carajo.
Pero no sé por qué, salí
De allí y enfilé derecho al
Bar ese donde nos besamos,
Quizás comprendiendo
Que los inicios son largos
Y que aquél también era
Parte de nuestro comienzo.
El petiso me acercó, cuando
No, quizás para asegurarse
Esos pesos prometidos.
Bajé del carro casi media
Cuadra antes; el cordón
Policial no nos permitía
Acercarnos. Bajé, y de un salto
Crucé entre agentes y
Como sabiendo de algo,
Miré hacia la puerta de
Ese antro y la ví a mi
Mi Mary; la estaban sacando
Casi de los pelos y detrás
Las otras, las que habíamos
Cruzado aquella vez que
Nos besáramos, siempre
En tetas (esta vez no era
La excepción). El petiso,
Apeado ya, no hacía otra
Cosa que repetir, atónito:
“Viste esa… viste esa otra”…
Un frio puñal me recorrió
La espina hasta clavarse
En mi parte más íntima,
Pero del lado del mango. Y es que
Le había dado mi vida a una
Sin saber lo que realmente
Era esa que se decía “Mery”
A secas. Al final de la fila
De los detenidos, surgió
De entre las sombras la
Figura inconfundible de mi
Ex jefe; él también era
Habitué de ese bulín. Y
Digo también porque el
Que venía detrás era el
Lucho ese que me supiera
Escuchar una vez… “Mary…“
Alcancé a gritar en un grito
Ronco y seco, casi desvanecido.
“Mery se dice”, alcanzó
A gritarme desde le metálica
Caja del camión celular. Esa
Fue la primera y la última
Vez que escuché su voz… Me
acerqué, después… llegué
hasta al lado, y sin mirarlo
le dije con sórdido tono
Al policía que quedó de
Consigna en la puerta:
“Esa, esa se lleva mi vida”
Y él, al verla tropezar contra
La puerta del celular cuando
La subían, me dijo:
“No se dio cuenta, acaso,
Lo que es ella?”…
Ese día supe que Mary era
Miope. Pero hoy sé
Que no hay más miope
Que el que no sabe ver. Porque
Las lentes, las putas lentes
Con las que un hombre ve
A una mujer vienen falladas;
Falladas de fábrica.
(“No me debés nada“, me dijo
El petiso carrero… “Hacía
Mucho que no veía
Tantas tetas como esta
Noche… Gracias!…” Y
Se fue en su carro a por
Una carga. Una más
Para seguir tirando).</div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-10121256436550218792009-03-25T20:31:00.008-04:002009-03-30T23:01:16.234-04:00La Virginidad de Juan Tartufo<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3OBTOtAlf638KhVkT2apnEA9Bgyp79ImbM2lMGJbVpS4nEthyphenhyphenuzaWdSzH_lK1TCBudoDgPPMJidSK99vRmBy9ZFGdXtINGABlV_AmBtkGf5M6XnFgSqItsmtojVfhL4EV9mr2ne9iR9Q/s1600-h/masajes-valencia-baratos.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5317288081632020834" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 257px; CURSOR: hand; HEIGHT: 197px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3OBTOtAlf638KhVkT2apnEA9Bgyp79ImbM2lMGJbVpS4nEthyphenhyphenuzaWdSzH_lK1TCBudoDgPPMJidSK99vRmBy9ZFGdXtINGABlV_AmBtkGf5M6XnFgSqItsmtojVfhL4EV9mr2ne9iR9Q/s320/masajes-valencia-baratos.jpg" border="0" /></a>
<div>
Juan Arístides López Tartufo no era
un chico del montón. Su familia
Tenía grandes planes para él
Incluso antes de que naciera. De
Hecho, su madre tenía arreglado
A qué colegio lo enviaría sin
Siquiera haberlo concebido; es
Más, sin saber quién sería su padre.
Y, claro, ya sabía qué carrera
El seguiría. El problema no era
Que Juan no hubiera participado
De las decisiones, sino si le daría
El coco para llegar tan lejos y
Cuánto le costaría a la familia
Hacerlo llegar hasta arriba de los
Arribas. Porque ya de chiquito
El Niño se mostraba muy poco
Despierto: de hecho dormía casi
Todo el día de bebé, y de preadolescente
no salía de la cama (ya era
Casi imposible sacarlo de la
Pieza, y si iba al baño no salía
Más, sobre todo si entraba muñido
De alguna revista de dudosa
Portada. En ese contexto, y decidido
A dar un empujón a su vástago
Que acusaba ya los trece añitos,
Llegó el turno del padre de
Tomar las decisiones que sólo
Un hombre puede tomar para
Hacer a su hijo hombre: “Pagale
Una puta…”, dijo doña Evangelina,
La madre, a su esposo quien se
Mostraba preocupadísimo por
La sexualidad del menor de los
López Tartufo.
Llegó el día V (de virginidad) y
Don López (así le decían todos,
Hasta su familia) llamó a Juan a
Conferencia en el salón fumador
De la residencia de la familia. Para
Ello era rigor enviar una invitación
Vía el mayordomo, pero éste no
Había llegado todavía de sus
Vacaciones en La Salada (tres días,
Todo pago por el patrón); así que
no le quedó más remedio a don
López que cruzarse al ala izquierda
del edificio y asomarse en la habitación
De Juancito para pedirle esa reunión
Educativa que lo haría comenzar
A recibirse de hombre. Lamentablemente
El niño estaba ausente sin aviso </div><div>en sus aposentos, Lo que obligó al </div><div>progenitor a hacerle Una </div><div>llamada por teléfono móvil:
“Hijo mío, tenemos que hablar de
Algo muy importante…”
“Ufa…”, respondió el malcriado.
“Espero que sea rápido porque
Justo me estaba por masturbar con
Unas fotos de Luciana Salazar…”,
Explico el chico, muy político en
Su decir y proceder.
Llegaron casi juntos y entraron al
Saloncito donde el hombre guardaba
Sus mejores tabacos. “Hoy es un día
Muy especial… Vamos a dejar de ser
Niño para comenzar a ser hombre y bla
bla bla bla…” “Ta bien, ta bien… lo
Que digas, pero apagá esa pipa que
Me estás ahogando coff… coff…”,
Concedió el muchachito que estaba
A punto de hacerse hombre. “…Una
Buena amiga mía te va a ayudar a
Transitar los primeros pasos en el
Camino de la adultez bla bla bla…”,
Continuaba don López entusiasmado
En repetir las palabras que le dijera
Su padre aquella sagrada vez, pero el
Pibe no escuchaba nada, aturdido por
Los audífonos del iPod que eran
Ocultados por esa porra llena de rulos
Que algunos osan llamar “cabellera”. El
Joven sólo asentía con las cabeza,
Siguiendo el ritmo de Eminem, lo que
A su padre le hacía creer que entendía
Todo lo que le decía.
Así llegó la hora del “debut“. Romina
Llegó puntual, a las 18. Pasó directamente
Al ala izquierda donde Pepe, el mayordomo
La condujo hasta las habitaciones de
Juancito. Él la esperaba ansioso, jugando
Con su Play Station uno de Kung Fu, por
Eso no alcanzó a verla entrar. Ella se sentó
En la cama a esperarlo y cuando él
Se quedó sin vidas luego de la pantalla
Número veintisiete, lo llamó para que se
Acostara bocabajo (total le pagaban por
Hora, qué le importaba a ella esperarlo!).
Empezó por quitarle la remera de cien dólares
Cuidadosamente y se puso a hacerle
masajes en la espalda al niño. Así estuvieron
Cinco años, religiosamente una vez a la semana,
De 18 a 20 todos los miércoles. Pero el nene
Fue creciendo y cuando terminó la
Secundaria (la hizo en casa porque
Afuera había mucha inseguridad, así
Que los López Tartufo contrataron
Todo un séquito de profesores para
Juancito el lento, lo que era más
Barato que blindar el auto y contratar
Guardaespaldas), llegó la hora de
Abrir la puerta para ir a jugar, lo
Que hizo la Ama de Llaves, claro,
Previa autorización de Madre (así
Es como llamaban todos a la señora
De López Tartufo, pero el único
Que se lo decía de frente era Juancito,
Quien pocos derechos a ello no tenía
En verdad). Fue entonces que el
Muchachón, ya entrado en la juventud,
Viajó a Houston a conocer a su hermano
Eric (se llamaba Enrique pero eso
No quedaba muy en contexto allá),
varios años mayor que él. El
Día de su llegada, Eric (Enrique) organizó
Una fiesta de bienvenida a modo de
Presentación en sociedad, fiesta que
Pagó la mujer de Eric, una texana
Entrada en años que tenía buen pasar,
Dado que el Enrique devenido Eric
No tenía ni dónde caerse muerto pero
Medía uno noventa, siempre estaba
Bronceado y tenía una maestría en
Relaciones Públicas (eso decía él,
Flor de chamuyero). Alli en el “Grand
Ranch” se convocaron las chicas más
Lindas, ricas y tontas de la sociedad
Texana, todos alrededor de la gran
piscina iluminada desde dentro que
esa noche lucía perfecta para tirarse
Y arruinarle el vestido a más de una.
Pero eso no pasó. Eric se encargó de
Ser el perfecto anfitrión y dejó que su
Hermanito hablase con las muchachas
Y sus familias a sus anchas. El problema
Era que, además del acento maraca
Latino que tenía su inglés de entrecasa,
El Juan no les hablaba más que de video
juegos, Programas de tele argentinos, de
Fútbol (que allá, además, se dice football y
Se juega con la mano!)… Les cayó simpático,
Sí, a más de una madre… Pero con las hijas
Un desastre. Tampoco ese jopo nerd
Que lucía desde sus 18 ayudaba mucho,
Digámoslo. La noche pasó sin pena ni
Gloria (la Stefan no pudo venir)
a no ser por un detalle: Cuando
Juancito (Johnny desde ahora, según Eric
Que era Enrique) pasó por el corredor
Rumbo al baño, equivocó la puerta y de
Repente te topó con una parejita
Matándose a manotazos en uno de los
Rooms… Eso despertó la lucecita
De curiosidad necesaria que hace del
Hombre hombre, y de la bestia, inteligente.
Al otro día, mientras Eric y Dixie dormían,
Juan decidió que era hora de conocer
El mundo por sí mismo y de salir a por
Unos nuevos videojuegos de mano que
Había visto en el avión a unos chicos
Que viajaban cerca de él. Así se llegó
Hasta el centro (treinta kilómetros en
Taxi, cargados a la cuenta de Dixie, la
Texana adinerada) y comenzó a pasearse
Embobado por las vidrieras relativas a
Boludeces de esas que a los yankees les
Encantan y que duran lo que un pedo. Ya
De entrada el taxista lo había acostado,
Cobrándole de más, cosa que el pibe
Nunca se enteraría (y lo que no se sabe,
No Daña); después lo acomodó un
Blockbuster, donde le vendieron una
Consola de videojuegos usada a precio
De nueva casa. Y lo terminó de rematar
Un vendedor de teléfonos, que le enchufó
Un Mobile (allá se dice así, con b de burro)
Que en Argentina no servía ni para pisa
Papeles. Bueno, para pisa papeles si.
Pero Juan era libre, por primera vez. El pibe
Nunca había visto el obelisco más que
En internet (un vicio!) pero ahora se paseaba
Por el centro comercial de Houston, man! De
Houston… y justo (valga la onomatopeya)
Se le dio por comerse un MacPollo (allá
Se llama diferente pero es la misma mierda
Que en todos lados) en un local donde una </div><div>linda peliroja de aspecto punky hacía</div><div>La misma cola para pedir lo mismo. </div><div>Ella Le habló, el le respondió… Ella le habló </div><div>de Nuevo preguntándole lo mismo; él volvió
A responderle… Ella insistió porque no le
Entendía un sorongo… Y así hasta que
Se sentaron juntos, comieron, rieron (no sé
De qué porque no se entendían, si él hablaba
ese inglés de libro de Cultural Inglesa, pero
dos chicos riendo es un cliché y lo respeto)…
Y en cuanto quisieron acordar, estaban en
Un cuartito negro, mal pintado, con lámparas
De alto consumo, una cama doble y una
Biblia en el cajón de la mesa de luz (todos,
Siempre, revisamos los cajones de las
Mesas de luz de los moteles). “Estou motell..”,
Dijo ella, y se le tiró encima, le arrancó
La camisa Lacroix que le había regalado
Madre antes de partir y le pegó una montada
Que fue digna de toda una texana
En rodeo profesional. El potrillo
No pudo saber qué le pasaba…
Apenas si corcobeó después de
Media hora de ser succionado,
Estrujado, chupeteado, besado,
Asfixiado y fornicado de mil
Maneras diferentes… Como
A las cuatro horas, justo un minuto
Antes que él se enamorara,
ella se aburrió. Se vistió y, saliendo,
aún con la puerta abierta le dejó
su mejor despedida: “Estou sexou…”
Le dijo. Y Juancito, Juan, Johny
No pudo siquiera levantar el índice
Para arrastrar un “Esperate…”.
Lo mató, lo remató… Porque el pibe
Había vivido en un engaño involuntario,
En la mentira de que él ya no era
Virgen. Cinco años y nada. Lo habían
estafado, sin querer, en eso que es
Lo más sensible y profundo de un hombre;
Le habían robado la dignidad.
“Papá… Hoy tuve sexo, Papá…”, gritaba
Enojado por teléfono… “Bueno,
Te cuidaste?…, está bien que te
Vayas haciendo de experiencias bla bla
bla… “No, no Papá… No me entendés,
Para variar… Hoy tuve sexo por
Primera vez!!!…”
“Cómo ‘sexo por primera vez‘, si yo
te pagué una puta cinco largos años…”,
Acometió don López sin tapujos al
Hablar de guita… “Si, sí… por primera vez.
Con Romina nunca hicimos esto que
hice hoy… Nunca…”
“Cómo que NO… Y qué hacían?”,
Cuestionó el capitalista, herido en su
Billetera y en su rol de proveedor de
Sexo (por no llamarlo delivery, que
Suena a empanada); golpeado como
Educador sexual y como iniciador
En la cadena ancestral de pelotudos
De su familia… “QÚE HACÍAN??
“Masajes pa… Sólo me hacía masajes
Romi… Y yo creía que eso era sexo.
Y que yo ya no era virgen…”, confesó
El hijo, todo un placard para él de regalo
Por esa concepción de las cosas.
“Pero no puede ser… si yo la saqué de…”
Y ahí, a mitad de la frase, don López
Tartufo se dio cuenta de todo; se cayó
Sobre el error de rodillas y lloró por
Dentro su fracaso… “…del Rubro Masajistas!”,
Gritó para adentro sin dejar que ese
Final lo escuchara nadie más que
Su vencido orgullo de macho caído.
Él, el heredero de una dinastía (había
Ligado toda la herencia de su tía,
Millonaria por haber inventado
La pasa de uva), el hombre de familia,
El prohombre de su tiempo y de
Entre sus pares, había confundido
A una masajista de ley con una puta
Sana, por decirle algo que no sea
Despectivo. Romina se dedicaba
A dar masajes a domicilio en countries
Y barrios privados… pero de sexo,
Nada, si era lesbiana y había estudiado
En colegio de monjas (y hasta casi
Se consagra al Señor cierta vez, tomando
Los hábitos). Qué desliz, qué patinada
Del destino: cinco años perdidos y
Cuánta guita tirada!! Y encima a don
López le dolía la espalda. Qué bien
Le habrían venido los masajes de esa
Santa.</div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-78671399068483037732009-03-19T20:35:00.007-04:002009-03-19T22:06:52.984-04:00Todo es una Cadena<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1Xcs2sF2lcBq-1jYm0xJdGmjZ45lFR87rAgHe2wLZRaIDLOaqJ4HDHdtZdXvELZlqIViT2co3RPgm_gqziVnbLQEvmt2xtipNcwvIjCA6F-zSBTHVSiffeCJOmU1soYoPJlrmnmbGNIk/s1600-h/bicisByN.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5315077416030962338" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 212px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1Xcs2sF2lcBq-1jYm0xJdGmjZ45lFR87rAgHe2wLZRaIDLOaqJ4HDHdtZdXvELZlqIViT2co3RPgm_gqziVnbLQEvmt2xtipNcwvIjCA6F-zSBTHVSiffeCJOmU1soYoPJlrmnmbGNIk/s320/bicisByN.jpg" border="0" /></a>
<div>
A Rolando le llamaba la atención
Que ciertos acontecimientos
De su vida se enlazaran unos
Con otros como eslabones en
Una cadena interminable. Eso
Justamente, esa sensación de
Infinitud de esa cadena lo
Desequilibraba, por eso
Se peleaba todos los sábados
A la tarde con cuanta barra brava
Se topasen sus colegas de
“Los Pesados de San Telmo”,
Equipo que militaba por entonces
En la segunda división (no es
Que ahora haya mejorado sino
Todo lo contrario). Los Pesados
Eran los encargados de poner
Justicia cuando, ignominiosos,
los del otro Equipo gritaban
a viva voz:
“Ya van a ver, ya van a ver
La pelota alguna vez…” y cosas
Por el estilo. Si, él era parte
De una barra de pesados, pero
No por lo agresivos que fueran
Sino por el evidente y mayúsculo
Sobrepeso de sus miembros
(los de los chicos de la barra,
y los miembros Inferiores
y posteriores de ellos
mismos). Y no es que
fueran tan chicos, a
Juzgar por esas papadas y
La pérdida general de chapas
Que mostraban las bochas
De más de uno, de un total
De seis que componían el
Enjambre (ya bastante difícil
Era encontrar hinchas como
Para arriesgarlos en enfrentamientos
Estériles pero riesgosos).
Lo cierto es que la vida de
Rolando Barreto se debatía
Entre al amor por la camiseta
Azul y Negra y las tetas de
Claudia, el amor de subida
(la había conocido en el viaje
De egresados cuando subían
Al cerro Otto y la aerosilla se
Trabó, quedando ellos atrapados
Por tres horas en las que Rolo
Aprovechó el terror de la chica
A las alturas y su vértigo
Para declararle el amor a sus
Increíbles tetas, y cómo no amarlas
Si a Rolo lo podía el fútbol y esas
Eran como dos balones
Inflados esperando la pitada
inicial). Ella no era para nada
Futbolera, y si lo hubiera sido
Ya se habría repodrido de tanto
Escuchar, bancar, esperar, curar
A Rolando cada sábado. No había
Una sola salida nocturna de fin de
Semana a la que Rolo no fallara,
Sea por reunión de barras, partido
De visitante a cien kilómetros,
Rotura de mandíbula por golpe
Certero de hincha contrario,
Ebriedad manifiesta o bien
Cansancio de barra brava post
Tribuna. Ese era el panorama
Cuando él se enteró que ella
Lo engañaba. “Turra, guacha,
Me cagaste…” le reprochó él
“…me engañaste como a un logi”,
Acometió, herido animal que era.
“Qué te voy a engañar si te lo
Estoy contando yo”, le hizo ver
Ella, con la sólida lógica de una
Mujer bien atendida. “Y qué me
Importa, bruja… si yo también
Te cagué… Mil veces te cagué”,
Se despachó Rolo, resentido
Como bostero en gallinero.
Y ahí Rolo, al escucharse a sí
Mismo, comprendió que todo
Vuelve, como en un ciclo
Inexorable, tal le había dicho
Aquél profesor de taekwondo
Que una vez le diera media
Clase de defensa personal al
Ver lo torpe que era para pelear.
Rolando empezó a hacer
Memoria y así recordó
Que la chica con la que él había
Engañado a Teti (así le
Decían a Claudia, por obvias
Dos razones) también le había
Dicho a su novio que lo
Engañaba. Rolo lo supo cuando
El tipo, un camionero de YPF
Que trabajaba en el Docke,
Se le vino al humo al grito de
“Sos boleta, bufarrón”, lo que
Llevó a Rolando a comprender
Que sí, como todos decía, la
Chica en cuestión era un
Travesti; cosa que poco
Importó en ese momento dado
Que las trompadas en el rostro
Dolían más que cualquier
Prejuicio tardío. “No será
Que me pasa esto por ser
Así, por haberle hecho eso
A la Teti?”, se cuestionó
El mamut. Empezó así
Una encuesta, una brutal
(no podía ser de otro modo)
Búsqueda de la verdad
entre todos aquellos que conocía.
Y así fue atando cabos, deshaciendo
Nudos, y ganándose unos mangos
Como marinero de agua dulce
En un remolcador: “Para lavar
Un desengaño no hay mejor
Cosa que hacerse a las aguas
A bordo”, había leido en un
viejo Billiken una vez que fuera
Al dentista (la única, en realidad). </div><div>Así, fatal y ensimismado,
Una tarde nublada que terminaba
El trabajo se cruzó por azar con el Instructor
En ciernes, el que le daría la
Lección de vida de su vida.
“Y, Rolando, seguís tirando golpes
Sin destino Y cobrando como siempre?”
Fue la pregunta retórica que no
Era reto pero que parecía retar a
Rolo a tomar una decisión. “Maestro
Zen… cómo necesitaba hablar con
Ud!”, se confesó. “Zendra, Zendra
Es mi apellido”, lo corrigió el
Petiso, al que mejor ni contradecirlo
Ni explicarle ni nada porque te
Ponía bocabajo sin más, de una
Patada. Rolando le contó un poco
A las apuradas lo que venía
Descubriendo, y cómo aquello que
El instructor de taekwondo le
Revelara se había hecho carne en
Él y dominado su vida. “Yo me
Refería entonces a la plata que
Te había prestado para los puchos”,
Le aclaró el maestro en relación
Al “Todo Vuelve”; “…pero ahora
Que me lo preguntás, sí… Todo
Vuelve querido, menos el bondi
Que me lleva a Villa Celina porque
Creo que éste es el último… Hace
Cuatro horas que estamos charlando”.
Lapidario, seco y contundente
Como una milanga al horno con
fritas, el Profe Zendra se tomó el bondi
Y Rolando Melquíades Barreto supo
Que ese era su último día como
Marinero de remolcador. “Voy a enseñar
Artes marciales… Voy a transmitir la
Filosofía que me fue revelada: Todo
Vuelve… Seguro que así vuelve la Teti
Conmigo”, se envalentonó en un
Ataqué de lógica de macho de tablón
Que era, el fin. Y sí, la cosa se fue
Dando porque, de entrada, el profe
Volvió al barrio, y así pudo
recomenzar las Clases
con él. Fue convenciendo a la Teti
(Claudia para los registros) que
Su cruzada era la de un hombre
Cambiado, nuevo, rescatado. Ella
Comenzó a ir a los entrenamientos
Y se hicieron bastante amigos los
Tres con el profe. Pero un día, en
Que Rolo venía con flores para
Volver a declarársele a la Clau (ya
No le decía Teti porque temía que,
Si todo vuelve, llamarla igual atraería
La misma mala suerte y la
Perdería otra vez), justo al atravesar
La puerta del la Sociedad de Fomento
Los ve: "qué toma tan extraña le
enseña Zendra a la Clau...", pensó un
momento con la rapidez de un Koala.
Pero de esa toma, ellos dos nunca se
zafaban, y al minuto Rolo se dio cuenta
que no estaban entrenando sino
muy arrumacados los dos,
Instructor y ex señora de Barreto sin
Papeles, matándose pero a besos y
Manotazos. Duro, durísimo round
Para un peso pesado de la vida que,
Volviéndose, se comió una a una la
Docena de Rosas mientras caminaba
Hacia Su casa. “Qué boludo… qué
Boludo…” fue lo único que dijo durante
Dos semanas, tres casi, hasta que se
Le desengancharon las últimas espinas
De la lengua. Después
desapareció del barrio. Y es que
Ese ciclo había que cerrarlo. Si él
Ponía la academia, todo comenzaría
otra vez; la mujer de otro vendría
a ver a su hombre en acción
Y él y ella terminarían como Clau
Y Zendra.. Y él, en tanto instructor,
Tendría el mismo final que el
Petiso taewondista. Porque no les
Conté que al “matador” de las artes
Marciales y mujeres ajenas lo
Esperaron una noche a la salida,
Lo agarraron a tiros y perdió
Una pierna y la dentadura postiza.
Hay quien cree que fue el Rolo,
Pero la policía ya detuvo a una
Mujer que parece, era la jermu
Que él venía corneando hacía
Tiempo sin pasarle un mango.
“Si todo es una cadena, mejor
me pongo una bicicletería” dijo
Rolando, mientras fumaba
Recordando que, al final,
Al petiso le había cagado
La guita de aquél atado que
Nunca le devolvió.</div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-29168912086422283072009-03-12T21:52:00.008-04:002009-03-30T23:03:55.222-04:00La Vida desde el Piso 11<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKeJ3n_b2wNU7ED6UILuVpMZTfXPHuAf_6oeGuMnNdKpngHu6Jbdc6_8wgwu0Lmq2cObpWJ1AtVw0BVzhv-qJamVbgnyltwjOdj830GCuAu5tsrp3s87lSnVdmcaHnCyCTRU4cION1VLA/s1600-h/BuildingBLOG.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5312851577834658402" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 258px; CURSOR: hand; HEIGHT: 297px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKeJ3n_b2wNU7ED6UILuVpMZTfXPHuAf_6oeGuMnNdKpngHu6Jbdc6_8wgwu0Lmq2cObpWJ1AtVw0BVzhv-qJamVbgnyltwjOdj830GCuAu5tsrp3s87lSnVdmcaHnCyCTRU4cION1VLA/s320/BuildingBLOG.jpg" border="0" /></a>
<div>Juan Carlos miraba la calle
Desde el piso 11 con la actitud
De un paracaidista y la sensatez
De un trapecista. No era
Ese su departamento privado
Ni siquiera su oficina con vista
Al río, no. Pero él ganó lo
Que sería el balcón y gritó
“Me tiro…”
Nadie, ni el viento le respondió.
Un poco porque el edificio
Estaba en construcción y otro
Poco porque era domingo a
la mañana Y en Palermo es como
Decir El Sahara... Sólo algún borracho
Podría pasar por ahí abajo pero
No habría recalado en ese
Pobre perdedor pretendiéndose
Kamikaze sin cruzada. Y es que
Era eso justamente lo que
Le faltaba a Juanca: Una razón
De vivir. La exhalación de
Ese "grito a nadie" lo había
Dejado a Juanca sin aire, y esa sensación
De vacío fue la que lo devolvió
A la vida (Además de cierto
Vértigo propio de los once
Pisos sin ascensor pero de
Descenso directo por el balcón
Que venía de abrazar)... Y sí:
Si lo pensás no te tirás.
“Voy a encontrar esa razón para
Vivir y si no, volveré aquí
Para tirarme”, terminaba de
Jurarse a sí mismo como buscándose
En el espejo de un horizonte que
Le contestó con una voz desde
Abajo, algo aflautada: “Tirate de una
Vez, salame..”, para luego
Perderse en las S de un andar
Algo etílico propio de los
Trasnochados sin privilegios. “Ni
En pedo, boludo…”, respondió
Muy tarde Juanca al desafío;
“…ya vas a ver hasta donde
Llego en la vida”, reaccionó </div><div>media hora después.
Bajó y se fumó un armado. En
El primer bar abierto, entró
Y en la barra pidió un vino y
Una certeza: “Buscan mozo
Para atender mesas...?” Al
Mes ya era el preferido de
Doña Mirta, la dueña del
Lugar. A los tres meses debutó
Como administrativo, y
A los seis meses se casaron. Para
Entonces nadie veía bien
Que él fuera uno más (que
Ya no era) y una oferta de un
Distribuidor le llegó como
Alianza al anular, por aprovechar
Literariamente el momento
Emocional y civil del protagonista.
Lo tentaron para que se uniera
A una mediana empresa con
Aspiraciones que se dedicaba
Al rubro de la alimentación,
Una industria en franco ascenso
Que le permitiría progresar
Y hacer una carrera prominente.
No era para tanto, en verdad,
Pero la fortuna quiso que al
Año una fuerte corriente
Monopolista ganara los mercados
Y la empresita pasara a manos
De otra que a su vez era comprada
Por otra más grande de tipo
Regional que además fue comprada
Por una multinacional. Así que
En cosa de una año los que
No fueron rajados ya tenían
Auto caro, chequera de gastos
De representación y oficina
Adivinen dónde? Si ! La empresa
Compró el edificio aquél de la
Calle Julián Álvarez y Juan Carlos
Pidió que le asignaran una oficina
En el piso 11, cosa que no tardó
En hacerse realidad porque él
Era el encargado de organizar
Uno de los pisos a su total
Responsabilidad. Y como suele
Sucederle a los que tientan al
Destino, no tuvo mejor idea el
Juan Carlos que asomarse
Al balconcito y pronunciar las
Fatídicas palabras: “Viste. Yo
Te dije…” Como todo ser
Con dos dedos de frente y medio
Sentido de la fatalidad, uno sabe
Que no se desafía así a la nada
Y menos desde un balcón
De piso 11 donde uno quiso
Una vez tirarse al vacío. Desde
Ese día, todo comenzó a ir
Para atrás, pero nadie lo notaba.
O todos preferían mirar
Para otro lado. Juan estaba
Convencido de que la crisis de
La que todos hablaban no
Lo tocaría… Y podría ser
Porque ya antes él había
Salido indemne y fortalecido,
Mientras que sus jefes,
Zorros viejos, ahora eran
Pinches o jubilados precoces.
En ese contexto llegó el
Ascenso y después, las
Merecidas vacaciones en
Cozumel para dos: él y
Su nueva mina, ya que la
Gorda del bar era historia
Hacía cuatro meses. Todo
En paquete ejecutivo, como
Le gustaba a él. “…Y pensar
Que una vez me quise
Tirar y ahora soy el que
Manda limpiar el balcón”.
Bueno, hubo sol en Cozumel;
El vuelo de ida, bien. El
De vuelta hasta se adelantó.
Ni pozos de aire ni precios
Fuera de lo pautado; la
Atención del hotel, increíble.
Si hasta buceó entre los
Peces y le dieron el premio
Al mejor debutante del
Grupo por cumplir con todos
Los ítems y hasta animarse
A contar chistes! La chica
Se portó como una diosa:
No hinchó las pelotas ni
Se zarpó con las compras
Pero al Juanca le dio pena
Y le regaló de todo: Patas
De rana, una pileta inflable,
Dos cocos pegados con la
Inscripción “Vuelvan Pronto”,
Una muñeca azteca de dudosa
Legitimidad, anillos de plata
Maya (otro cuento turístico),
La camiseta de México firmada
Por Cuauhtémoc Blanco (ella
Lo amaba aunque no supiera
Ni dónde quedaba), un libro
De autoayuda americano, la
Pirámide Maya en miniatura,
Una suscripción anual para la
Revista “Tiempo Libre”, la
Sombrilla que usaban para
Protegerse en la playa (ella
Se había encariñado de las
Rayas de color), las toallas y
Sábanas del Cancún Plaza (también</div><div>pasaron por Cancún porque ella</div><div>no quería ser menos que su</div><div>prima que ya habia ido), un
Retrato de Juanca pintado
Por un artista local algo daltónico,
Una perrita idéntica a la de
Madonna que vendían en
El free shop del hotel, la pelota
De playa que perdieron unos
Brasileros (no daba para devolverla),
Y otros enceres que pudieron
Llevar con ellos, pago de un tercer
Ticket de vuelo mediante. Por suerte
Habían podido disfrazar a la
Perrita de títere y convencer al
Personal de a bordo de que
La rubia noviecita de Juanca era
Ventrílocua y sabía ladrar sin
Mover los labios. Todo bien
Durante el viaje y la llegada, aunque tomó
Media hora que les revisaran
Todas las porquerías en aduana
De Ezeiza. Eso ya fue una señal.
Una vez en el playón de salida,
Una presencia figuraba por su
Ausencia: “Dónde estará Humberto”
Era la frase cada vez más
Desesperada de la parejita plena de
Equipajes y demás. Y es que
La empresa ya no contaba con
Ese servicio de chofer 24 hs que
Antes de partir Juan Carlos Martínez
Zubiría (el último apellido había sido
Agregado por el éxito) disfrutaba:
Ahora algunas cosas habían
Cambiado. Y no hubo más
Remedio que tomar un taxi ahí,
Cosa que tomó unos 20 minutos
Mínimo. “Bueno, una vez en casa
Descansaremos…”, dijo él, ingenuo.
Pero el auto no pudo llegar hasta
La puerta de la casona de Cramer
Al 1300... Un vallado policía
Impedía el acceso a esa cuadra,
Aparentemente debido a un
Allanamiento en proceso… “Qué
Jodido está este país, papi…”,
Dijo ella, la rubia, tapada por
Las porquerías que traía y que
No habían entrado en el baúl. Él,
Negador del destino, no quería
No podía pensar. En vano sería
Forzar a ese hombre, que se
Sentía dueño del mundo, a pensar
Que ese mundo ya no tenía
Dueño… porque los verdaderos
Dueños nunca le habían dado
La llave: se la habían prestado.
“Vos tenés las llaves de la oficina”,
Reparó ella, fantasiosa de
Encontrar un lugarcito alfombrado
Como esos donde supo conquistar
A varios jefes como Juanca de tanto hacer de
Secretaria full full full... time.
“Vamos allá, dejamos todo y
Después descansamos en un
Hotel”, sentenció, segura de
Que él de ese modo ni mencionaría
Ir a parar a lo de su madre. Y
Es que amante y suegra no
Conjugan, y para la señora de
Martínez (la madre de Juanca)
Esta nunca dejaría de ser la
Amante... Y punto.
El chofer los llevó hasta el edificio
Que alguna vez fuera lugar
De iniciación para Juanca. Algo
Se olía en el aire de Palermo
Esa tarde de domingo. Sí,
Otro paro del servicio de
Recolección de basura puede
Dar esa misma impresión nauseabunda,
Pero esto era diferente. Lo
Que olfateaba Juanca era otra
Cosa. Él conocía el barrio,
Sabía que todo había cambiado.
“Cambiaron la clave de la puerta”,
Esgrimió como explicación
Después del intento número
Doscientos dos de meter el
Código de veinticinco cifras que
Él mismo había obligado a
Todos a aprendérselo de memoria.
“No te estará faltando algún
Número?”, fue el brillante
Aporte de Pamela desde el
Asiento trasero del 504 blanco
Donde caían, a puertas abiertas,
Las baratijas que este remedo
De familia muerta al nacer migraban
Sin tener dónde dejar. “Callate
Tarada… te creés que soy tan
Pelotudo…”, fue la respuesta. Y
Entonces, exhausto, emocionalmente
Acabado, lleno de culpas y mirando
A piso 11 desde la vereda, Juan
Carlos Martinez a secas, Juanca,
Comprendió todo.
“Qué bien me la hiciste, la p… que
Los p…” (lo dijo así, con puntitos,
Porque será un perdedor pero
Era un caballero). “Ahora que todo,
Todo se vino a pique y tengo, QUIERO
Cumplir mi promesa, vos no me
Dejás tirarme.. Qué iluso fui! Debí
Haberlo hecho cuando podía”. La
Crisis, esos extraños acontecimientos
Que todos padecimos lo habían
Tomado por sorpresa, como sol
En espalda de veraneante nuevo.
Mientras él hacía skyjet, la bolsa
Se hundía y sus jefes huían justo
En el vuelo del que él venía de
Descender. La vida, los sueños, la
Propia Imagen de sí mismo venían
Cayendo de ese onceavo piso
Mientras Juanca, impávido,
Miraba desde abajo su
Debacle; la de todo un sistema…
La de un hombre.
“A dónde vas… Pame…”,
Alcanzó a mascullar, casi
Sin aliento como aquella
Primera vez ahí, cuando no
Se tiró.
“Ma sí… tirate”, gritó ella. De
Espaldas y sin mirar
Atrás.</div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-36371966859971029582009-03-06T15:30:00.011-04:002009-03-06T17:04:34.926-04:00El Caso de la Monja del Diome<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLeA2LSS2MATXs-7P_Goiyh6ARfAOsxI5aa6Rs5tep3W5axDO1VRtehjcu4Vp2IppXg2ZPJu2CMWvEnp-EF07eqkz_2PydVdb1CGb4tAXIbNhClpDL44aUbZdFweZXUWrjiA6botrB9ww/s1600-h/diablo_666.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5310183222617323458" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 258px; CURSOR: hand; HEIGHT: 330px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLeA2LSS2MATXs-7P_Goiyh6ARfAOsxI5aa6Rs5tep3W5axDO1VRtehjcu4Vp2IppXg2ZPJu2CMWvEnp-EF07eqkz_2PydVdb1CGb4tAXIbNhClpDL44aUbZdFweZXUWrjiA6botrB9ww/s320/diablo_666.jpg" border="0" /></a>
<div>Eusebio Pastor Sandoval era
Cazador de diablos profesional.
Según ese sospechado título
Que supiera enarbolar en
Cuanta oportunidad tuviera, él
(Este paraguayo cara de susto con
Dotes de exorcista y mañas faranduleras)
Era el encargado de Dios de
Perseguir a los hijos de Satán. Así
Iba por la vida, encubierto como
Verdulero de barrio para dar de
Este modo Con aquellos seres endemoniados
Que como todos
sabemos suelen Tomar la forma
de amas de casa Con changuito de
mercado a Rastras. En eso estaba
Eusebio El Cazadiablos digo, vendiendo
Limones y cebollas, cuando
De entre los billetes sucios por
La tierra de las papas y unos ajos
Que hacían de monedas de vuelto (dada
La escasez permanente de ellas) vió
Asomar un papelito manuscrito que,
Como todo buen cazador de diablos Sabe,
no era otra cosa que una señal.
La señal que Eusebio esperaba.
Tres palabras y tres Números de 3
cifras cada uno. 16 letras Divididas en
2 series de 5 y una de 6, con los números
Separándolas y sólo los números, sin
Comas ni puntos ni otros signos:
“Jamón 150 Queso 100 Batata 250”
Inmediatamente, casi como poseído (es
Sabido que somos lo que hacemos y
Que los gajes de todo oficio nos
Impregnan con sus influjos maléficos)
Bajó la persiana de la verdulería, echó
Sin muchos modales ni paciencia
A las dos viejas que quedaban dentro y
Se sentó a rezar, cada vez con más
Frenesí, buscando desesperadamente
La respuesta; una que llegara desde el
Cielo… Y ahí estaba, cayéndole justo
Encima de la terraza del localcito de
Varela que alquilaba al boliviano que
Se había vuelto a Santa Cruz. Se
Sintió el caer de esos pies pesados, el
Golpear de un cuerpo vivo que
Bregaba por sobrevivir, por encontrar
Una tierra que pisar… Era un Ángel
Desesperado o un demonio desterrado
El que caía sobre Eusebio Sandoval?
No lo supo sin antes recordar todos
Los acontecimientos que venían
Sucediéndose uno a uno esos
Últimos días, semanas quizás…
Recordó sus pecados (todos
Los tenemos, más él, que lucha
Contra los diablos!), sus tentaciones,
Y esas noches de lujuria vividas
Junto a la esposa del boliviano
Que se había quedado para terminar
De vender los muebles que restaban
Y así alcanzar a su marido allá
En su Bolivia natal. Recordó su
Traición al hombre que le había
Aumentado el alquiler en los
Últimos meses pero que lo había
Aceptado sin garante ni garantía
Más que ese Rolex que Eusebio
Trajera sin declarar del Paraguay
En su última cruzada santa cuando
Diera cuenta de un hijo guaraní
De Luzbel ahogándolo en las
Costas del Paraná, ahí frente a
Encarnación. No podía Eusebio
Ampararse en ello para disculparse
A sí mismo la incitación al adulterio
Que promoviera en las carnes de
Zulema: ese Rolex era trucho.
Tampoco olvidaba las palabras del
Dependiente de la verdulería que,
Al enterarse del hecho le dijera:
“Don Eusebio, esa mina es
Monja del Diome…” Terrible,
horrendo Descubrimiento; El
Cazadiablos Había sucumbido a
los influjos Maléficos antes descritos
de una de las hijas chollas de Satán,
ella toda Envuelta en satín y gritando
Como Un demonio bañada en una
Luz roja que no era otra que la
Del velador de su dormitorio
Que estaba cubierto por su enorme
Bombachón de encaje sintético.
“Amalaya” gritó Eusebio… “Esa
Mujer me engañó… Era Monja
Y ahora me hizo demonio; me
Engatusó con su carita de
Niña desesperada por la soledad
De esa canilla que gotea y que yo,
Tonto de mí, fui a repararle… Ahora
El Diablo viene a buscarme, está
Aquí, sobre mi techo esperando
Que asome para llevarme con él”
Fue entonces que Eusebio se
Miró en el espejito manchado
Que colgaba de la pared sucia de
La verdulería, en el que apenas
Podía verse de chiquito y destemplado,
Y entendió cuál era su destino…
“Pero cómo voy a tener miedo
Si soy un Cazadiablos diplomado!”
Se cuestionó, casi como pisando
Sobre la evidencia de su realidad.
“Voy a matar a ese Añá Membuy
O moriré en el intento canejo”, juró
Con la Biblia en la mano mientras
Trataba de encontrar un versículo
Que gritarle en la cara a ese Hijo de
Lucifer… Pero no lo encontró. Así
Y todo, decidido igual, se colgó
una ristra de ajos al cuello,
Se encomendó a todos los santos
Y hasta al Gauchito Gil… y abrió
la puertita que daba al fondo donde
la escalera se erguía eterna
Hacia el destino (según pensó
Eusebio en un arranque de poética
Boludez e última hora). “Ahora
vas a ver la cara De Dios…”, le
gritó a Eso para envalentonarse
Y saltó los cincuenta escalones de
A tres para llegar rápido hasta ese
Ser que lo esperaba… tirado y
Desmayado, todo envuelto en
Una roja tela brillante que le recordó
A Eusebio Pastor, por un instante,
La enagua de satín de la Zulema
Aquella fatídica noche en que
Sucumbiera a ella. “Sos peor
Que el Diablo che señor”, se enojó… Y
Ya alzaba el puñal, ese que lleva
En su cintura el Cazadiablos siempre
(sobre todo en las noches de bailanta)
Ya estaba por descargar la ira de Dios
Sobre el bulto inerte en la
Terraza cuando el mismo,
O algo debajo, se movió de pronto,
Quejido mediante… “Entregate
Lucifer, Luzbel, Satán, Satín o
Como te llames vos che…”
Ahhh..! Ahhh..! fue toda la dolorosa
respuesta Que recibió a tamaño
desafío. “Güeno, Ahhh te digo, si
querés… Me da lo Mismo; pero andá
llamándole a tu jefe Pa’decirle
que mañana no vas a trabajar”
Fue la sentencia final. Pero antes que
La santa daga, embadurnada de ajo
Y limón se clavara en el corazón del
Mismo demonio, una cabecita humana
Asomó, en forma de cofia de monja,
Acompañada por una rara cara nada
Angelical, y unas piernas peludas
Se dejaron ver también debajo de la
Roja tela del paracaídas. “Disculpe
Señor, puede llamar una ambulancia.
Gracias” fue lo que alcanzó a
Mascullar ese muchacho disfrazado
De monja que había errado el aterrizaje
Mientras participaba de un show
Solidario en el Club Varela. Difícil,
Muy difícil fue convencer a Eusebio de
Que esa no era una cruzada que
Él debía acabar dando esa puntada
Final sino que lo que se cruzó fueron
Los vientos que llevaron a ese pobre
Aprendiz de pajarón a caerle justo
Encima de la terraza al loco éste que
Ya venía siendo buscado por
La ley desde las tierras del guarán y
Que terminó encerrado gracias
A esa obsesión por las monjas y
La puta casualidad (no hablo de
Zulema, eh). Y por culpa, claro,
De esa maldición, de ese conjuro
Hecho mensaje pérfidamente dejado
entre ajos Y medianoches para
Hacerle pisar el palito. Quién, qué
Cazadiablos en su sano juicio
Iba a desestimar tal designio
Confundiéndolo con una simple
Lista de compras de fiambrería.
Quién?
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N del R <span style="font-size:85%;">(r de recolpilador):
Me veo en la obligación moral de
explicar el título de este relato
que yo mismo debí decidir dado
que el bueno del Boliviano sólo
ponía números a sus historias
y él sólo sabía contar hasta cien,
habiéndome relatado al menos
unas setecientas y tantas.
Esta historia, la número 666, fue elegida
por mí para continuar la saga de narraciones
demoníacas que el Mataletras cultivara durante
su período místico (aquél durante el cual bebiera
a diario una buena cantidad de Mistela). Aquí debo
señalar, si prudente, que el título mísmo se presta a
confusión (la misma de Eusuebio, el protagonista) si no
se conoce la raíz cultural del juego de palabras que da pie
al equívoco que terminará con el confinamiento por tiempo
indeterminado del Cazadiablos en una Colonia Psiquiátrica
(me aferro al prefijo "psi" como a mi propia vida, disculpen
la disgreción). Es habitual desde mucho tiempo atrás en
Argentina (y más acá en el tiempo en Francia) que los jóvenes
y no tanto inviertan las sílabas de un vocablo para hablar en clave,
lo que derivaría en costumbre popular (cuándo no!) por todos conocida.
A esto se lo llama "hablar al verre" -al revés- en porteño, o "verlan" -l'envers-
en francés de banlieu (alrededores de la gran ciudad). Es esto precisamente se
basa el equívoco de Eusebio, paraguayo él y nada al tanto de este hábito que, en
el relato, esta interpretado por el dependiente quién representa a las voces populares.
Monja del Diome no es otra cosa que "jamón de medio", en otras palabras: un manjar!
De allí que la lista de compras encontrada SÍ representa un mensaje para Eusebio, pero
no en el sentido que él lo interpreta. Así es la suerte de los perdedores (y de los inmigrantes).
</span><span style="font-size:85%;"></span><span style="font-size:85%;"></span><span style="font-size:85%;"></span><span style="font-size:85%;"></span></div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1704719837022429889.post-6957346255581589552009-02-27T13:34:00.007-04:002009-03-03T19:23:50.599-04:00eL DeMoNiO sE mUdÓ a Mí bArrIo<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg505814_R6ZNu6oW_Fn6SX0vp-pileYb-_wCYpRsleQyYAVW4TPhf6ahuR0AZxIIoLm3yd69WRLWkyGSJGI5g3ZOOPb3Sv-cUQb_LwAxEPhBqwM9mTbu8Ufd3EAM7Zq3d-26K5q_38seA/s1600-h/dibujo_del_diablo.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5307553492526381618" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 217px; CURSOR: hand; HEIGHT: 395px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg505814_R6ZNu6oW_Fn6SX0vp-pileYb-_wCYpRsleQyYAVW4TPhf6ahuR0AZxIIoLm3yd69WRLWkyGSJGI5g3ZOOPb3Sv-cUQb_LwAxEPhBqwM9mTbu8Ufd3EAM7Zq3d-26K5q_38seA/s320/dibujo_del_diablo.jpg" border="0" /></a>
<div>El mío era un barrio aburrido
Hasta que el demonio
Llegó. Se disfrazó de
Panadero, o al menos
Alquiló un local y lo hizo
Panadería, lo que resultó
Una negocio infernal… Un
Buen (mal debería decir!)
Día un tipo adusto, de ojos
Difíciles de ver de tan
Esquiva que era su mirada,
Entró en lo de Pedro Gonga
A preguntarle si conocía
Al dueño del local que hacía
De veterinaria bajo la tutela
Del hijo de Doctor Rivera (el
Que le había salido Dr, pero
De perros, para reidera de
Todos los vecinos…). Al
Pedro le extraño semejante
Pregunta: mal que Mal, lo
Queríamos al pibe; sobre todo
Por haberse animado a
Romper con el mandato
Paterno (o sea, por haber
Ridiculizado al padre), quien
lo soñaba Médico y había
Metido su buena presión
Para ello. Y cuando digo
Presión, hablo de animarse
A todo! Pero el pibe
Hizo la suya y bien ganado
Se tenía el mote de Dr
Pichicho. Así se llamaba
La veterinaria, valga la
Aclaración. Pero todos le
Decía a él Dr Pichicho, un
Poco cariñosamente y otro
Poco de brutos que somos
En el barrio, que siempre
Le mandamos el nombre
Del negocio al dueño como
Si fueran hermanos. Y así
Se armó el chimento de que
Un porteño (se lo creía
De Buenos Aires por el acento,
Pero más por lo seco y
agrandado) venía a instalarse
En lo de Pichicho pa’escupirle
El asado… Pero no. No
Se trataba de otro veterinario
Ni de un socio ni nada de todo
Lo que se venía especulando.
La cosa es que en unos días, lo
Vimos a Pichicho mudando sus
Bártulos del negocio, todo dentro
Del R12, arriba del techo, en el baúl
Y sobre los asientos… Así
Se lo vio partir y nadie volvió a
Verlo ya. Pucha que habrá
Sido fuerte la razón que hasta
Dejó a la novia sin respuestas ni
Casamiento; y por entonces todo
Creyeron que escapó para zafar.
Pero al tiempo las cosas se
Fueron aclarando; aunque él
no volviera más.
El desgarbado tío no tardó en
Instalarse en lo que dejó libre
El menor de los Rivera. Ese
Era su objetivo y eso consiguió,
Aparentemente pagándole al
Viejo Soca el triple de lo que
Valía el alquiler del local.
Una oferta así, ni loco la iba
A dejar pasar alguien con
Sentido común… y menos don
Soca que cenaba sopa de
Números en lugar de letras.
Por un tiempo nada parecía
Indicar lo que después
Sucedería en el Barrio El
Tridente… El local estaba
Cerrado; siempre inaccesible
Y todo pintado, hasta los vidrios,
De negro. Iban y venían
Obreros, albañiles, carpinteros,
Pintores… Don Gonga quiso
Darle charla a uno pero justo
El tipo era mudo… En fin. Eso
Habrá durado seis semanas.
Pero una tarde vinieron
En una camioneta trayendo
Un cartel: “Panadería
Pandemonio” decía. Y lo
Colgaron, claro; para esos son
Los carteles. A la mañana
Siguiente abrió sus puertas la
Panadería más lujuriosa de
La que haya dado cuenta toda
La provincia, creo. En poco
Menos de media hora se
Llenó de viejos que, atraídos
Por las delicias que ofrecía
El lugar, no dejaban sin considerar
A esas vendedoras que ofrecían
Degustación de bombas de
Crema en bikini y cofia. Era
Un desfilar de abuelos babosos
Con bolsas y changuitos de
Hacer las compras; y entraban
Y entraban, desplazando por
Lejos a las señoras, quienes se
Acercaban a la caja para
Preguntar si estaba el dueño y
Así felicitarlo por la inauguración.
No, no había caso. El pálido no
Asomaba, quizás consciente que
Su cara arruinaría el negocio; no
Supe en ese momento qué
Otra cosa pensar. Algo
Me olió mal, más allá de mis
Zapatos, cuando las señoras
Empezaron a llevar a sus hijas
Para que saludaran al señor. Al
Parecer, sólo las menores de
25 tenían el saludo asegurado y,
Claro, salvoconducto para franquear
El pesado cortinado negro que
Separaba el salón de ventas de
Las “oficinas” de Don Pandemonio,
Como ya lo llamaban todos los
Torpes del barrio (no les dije?).
La cosa es que había vida en
El rioba; las viejas andaban
Como alzadas de nuevo, los
Maridos como picaflores de
Antaño rejuvenecidos de
Repente por alguna flautita
Energizante o una rosquita
Afrodisíaca… Eso sí, los nombres
De las facturas había cambiado:
Nada de bolas de fraile, ni
Sacramentos… Se llamaban
Bolas de reo y blasfemias,
Respectivamente; toda una
Atracción fatal!!. Aunque el
Éxito mayor lo conseguían las
“Vengativas”, una suerte de
Bombita de dulce de leche con
Licor que se servían flambée, es
Decir, prendidas fuego! Esas,
Claro, eran para comer allí;
Aunque había quien había
Aprendido a flambearlas en
Casa, lo que estaba dándole
Un giro inesperado a la cosa.
Y así fue. Un noche el barrio
Se despertó en medio de
Sirenas de bomberos; y era
Que había prendido fuego
La casa de los Paz, una
De las mejores familias de
Nuestra comunidad (que
Muy, muy grande no era, y
Ahora menos, que se fueron
Casi todos). Al parecer
Se comentaba que los
Miembros de la familia
Estaban en tren de flambear
Vengativas cuando se desato
Una guerra de las mismas
Entre ellos, padre contra hijas,
Hermanos contra madre, etc…
Lo que derivó en ese calamitoso
Cuadro del caserón vencido
Por las llamas y allá, detrás del
Último resquicio de fuego, él,
El hombre de negro, Don
Pandemonio (le digo así
Porque todos lo llaman así
Y nunca supimos su nombre)
Que parecía reír, o bien la
Prótesis dental no le había
Quedado a medida y requería
Una buena limada más.
Eso fue lo que me animó,
Rebelde cómo siempre fui;
Corajudo y medio boludo ahora
Que lo pienso bien… Me animé
Y entré en la noche en la
Panadería. Tenía que saber
Qué se cocinaba allí además
De vengativas y blasfemias.
Aproveché un ventiluz que
Había quedado abierto y salté
Dentro, al oscuro más oscuro
Que en mi vida pude ver.
Un profundo escalofrío me
Recorrió por entero y me
Acordé aquella frase de mi
Madre: La muerte me pasó
Por al lado! Esa, esa era la
Sensación, precisamente.
“Claro…”, le respondió una
Voz grave a mis pensamientos;
“…Yo soy la muerte de todas
Las muertes”, me dijo…
Y me meé encima, de una.
“Lo estaba esperando, amigo
Archundia”, me encaró. “Al
Menos sea hombre y prenda
Una luz”, le dije; qué pelotudo!
“Hombre… ja ja ja ja…”, gritó
Y ahí me cagué nomás, pero
Encima; todito… “… Hombre
Es lo nunca querría ser”,
Sentenció. “Y… en el fondo
Tiene razón”, agregué, de chupa
Medias que soy nomás, porque
A esa hora yo ya estaba
sentenciado. Al menos me
Hubiera hecho el valiente, si
Total me quedaban minutos
De vida. De honra ya no me
Quedaba nada: meado, cagado,
Usurpando propiedad privada y
Además, sin un mango para
Coimera a la cana… De esta
No me salvaba! Y entonces
Se presentó; apareció ante
Una luz de fuego, que después
Supe que era la del horno a
Leña cuando su puerta es abierta,
Y sus empleadas, desnudas,
Danzaron alrededor mío como
Si fueran a devorarme pero
Al momento de tocarme, como
Que se desvanecían… O
Yo me habré desmayado del
Julepe que tenía, no sé. A
Poco de todo esto me encontré
Acostado sobre una pala
Muy grande, la de sacar los panes
Del horno ese que ardía.
Escuché a una de las chicas
Diciendo “Qué frío”, y eso que
Hacía 45° ahí adentro… “Oiga,
Don Pandemonio…”, ensayé
Un chamuyo, cosa que nunca
Fue mi fuerte… “Demonio…”,
Me interrumpió; “….Demonio a
Secas”, agregó lúgubre y casi
Medio arrebatado también…
“No se da cuenta que Pandemonio
Es al nombre de la panadería?”,
Intentó hacerme reflexionar, pero
Eso si que era imposible… “Pan-
Demonio”, aclaró… “Pan, de
Panadería, y Demonio, por mí…
Se da cuenta ahora?”, insistía
El terco.. Qué me iba a dar
Cuenta de algo, todo pillado y
Con olor a baño, mojado en mis
Propios jugos y al borde de
Un ataque de llanto. “No…”
Le dije, pero no de bravucón
Sino de ingenuo que soy…
“…la verdad, no me doy cuenta
Don Pandemonio”, me sinceré.
Y ahí fue como que me avivé
Que este tipo no era lo que
Pintaba; de algún modo le
Encontré la debilidad: si
Fuera tan poderoso, tan
Omnipresente como parecía,
Por qué iba a andar tratando
de hacer Reflexionar
a un burro como Yo,
que no pude terminar ni
La primaria porque no
Encontraba dónde carajo
Quedaba la escuela después
De un año de no ir. Ese no
Era un Diablo de los que
Te tienen en la palma de
Su mano ni mucho menos;
Era un tarado que no se
Daba cuenta de lo que tenía
Enfrente, de tanto jactarse de
Sí mismo. Y me acordé de
Aquellas palabras que
Nos dijera en su momento
La catequista Elsa (bastante
Fuerte estaba, lástima que
No se sacaba los aparatos
De las encías ni para rezar):
“Hasta al ser más poderoso
Lo pierde el amor propio“. Y
Así fue: en medio de la
Explicación, me levanté y le
Pedí que me lo explicara
De nuevo, que no entendía
Cómo era él Demonio y la
Panadería Pandemonio; y
Qué corno tenía que ver
El Pan con el moño y así…
Así de fácil (aunque tedioso)
Pude cansar al Demonio quien,
Calculo, todavía está en esa
Cueva calurosa intentando
A la luz del fuego del horno
Que alguien entienda eso
De por qué le puso así a la
Panadería. Yo todavía
No lo entiendo.. Pero
Mejor así.</div><div></div><div></div><div></div><div>></div><div>></div><div>>
>
></div><div>></div><div>>
<span style="font-size:85%;">N del R: Como recopilador, me veo en la obligación</span></div><div><span style="font-size:85%;">de dar algunas precisiones con respecto a este relato.</span></div><div><span style="font-size:85%;">Me fue confiado por El Boliviano al regreso de una fiesta </span></div><div><span style="font-size:85%;">de 15 a la que había intentado invitarse sin éxito. Por</span></div><div><span style="font-size:85%;">entonces él venía de su autoexilio, expulsado de Francia</span></div><div><span style="font-size:85%;">por sí mismo toda vez que el fisco decidiera, de buenas a primeras</span></div><div><span style="font-size:85%;">reclamarle al menos un franco en concepto de impuesto o bien</span></div><div><span style="font-size:85%;">su declaración de SDF (sin docmicilio fijo) de puño y letra, cosa</span></div><div><span style="font-size:85%;">que hasta el mismísimo Boliviano consideró un chantage (se dice</span></div><div><span style="font-size:85%;">yantash) y un acto discriminatorio. Así, movido por una suerte de</span></div><div><span style="font-size:85%;">despecho de invierno (eso son los que valen!), el Boliviano organizó</span></div><div><span style="font-size:85%;">una movilización a por su desagravio que fracasó debido a la mala</span></div><div><span style="font-size:85%;">organización pero sobre todo a la Gran Tormenta del '62 que arrasó</span></div><div><span style="font-size:85%;">Paris y sus alrededores en forma de tornado enloquecido. </span></div><div><span style="font-size:85%;">Esa influencia parisina se evidencia en ciertos giros tales como "en</span></div><div><span style="font-size:85%;">tren de flambear", rebuscada manera gala de referirse a un presente</span></div><div><span style="font-size:85%;">extendido a un futuro muy cercano que podemos saborear también </span></div><div><span style="font-size:85%;">en algunos tangos de neta influencia post Paris (sabido es que muchos </span></div><div><span style="font-size:85%;">grandes y no tanto tangueros han recalado en esa capital quién sabe </span></div><div><span style="font-size:85%;">por qué berretín). La idea del Demonio, sin embargo, es parte de </span></div><div><span style="font-size:85%;">cierta fijación que El Boliviano tenía por lo demoníaco y más por el </span></div><div><span style="font-size:85%;">color rojo, toda vez que (una vez exiliado en Argentina) tomara </span></div><div><span style="font-size:85%;">partido por los colores (o debo decir EL color) del entonces exitoso </span></div><div><span style="font-size:85%;">Club Atletico Independiente de Avellaneda, los "Diablos Rojos" </span></div><div><span style="font-size:85%;">para todo el pueblo futbolero. De allí ha surgido la especie de que </span></div><div><span style="font-size:85%;">el Boliviano es nacido en esa ciudad del Conurbano, lindante con la </span></div><div><span style="font-size:85%;">Capital, sostenida sobre todo por ignorantes en geografía, dado que </span></div><div><span style="font-size:85%;">el Boliviano es, como la palabra lo dice, nacido en Bolivia.</span></div>C@L [el recopilador], sobre el Mataletras:http://www.blogger.com/profile/09067459654536877979noreply@blogger.com0