El mío era un barrio aburrido
Hasta que el demonio
Llegó. Se disfrazó de
Panadero, o al menos
Alquiló un local y lo hizo
Panadería, lo que resultó
Una negocio infernal… Un
Buen (mal debería decir!)
Día un tipo adusto, de ojos
Difíciles de ver de tan
Esquiva que era su mirada,
Entró en lo de Pedro Gonga
A preguntarle si conocía
Al dueño del local que hacía
De veterinaria bajo la tutela
Del hijo de Doctor Rivera (el
Que le había salido Dr, pero
De perros, para reidera de
Todos los vecinos…). Al
Pedro le extraño semejante
Pregunta: mal que Mal, lo
Queríamos al pibe; sobre todo
Por haberse animado a
Romper con el mandato
Paterno (o sea, por haber
Ridiculizado al padre), quien
lo soñaba Médico y había
Metido su buena presión
Para ello. Y cuando digo
Presión, hablo de animarse
A todo! Pero el pibe
Hizo la suya y bien ganado
Se tenía el mote de Dr
Pichicho. Así se llamaba
La veterinaria, valga la
Aclaración. Pero todos le
Decía a él Dr Pichicho, un
Poco cariñosamente y otro
Poco de brutos que somos
En el barrio, que siempre
Le mandamos el nombre
Del negocio al dueño como
Si fueran hermanos. Y así
Se armó el chimento de que
Un porteño (se lo creía
De Buenos Aires por el acento,
Pero más por lo seco y
agrandado) venía a instalarse
En lo de Pichicho pa’escupirle
El asado… Pero no. No
Se trataba de otro veterinario
Ni de un socio ni nada de todo
Lo que se venía especulando.
La cosa es que en unos días, lo
Vimos a Pichicho mudando sus
Bártulos del negocio, todo dentro
Del R12, arriba del techo, en el baúl
Y sobre los asientos… Así
Se lo vio partir y nadie volvió a
Verlo ya. Pucha que habrá
Sido fuerte la razón que hasta
Dejó a la novia sin respuestas ni
Casamiento; y por entonces todo
Creyeron que escapó para zafar.
Pero al tiempo las cosas se
Fueron aclarando; aunque él
no volviera más.
El desgarbado tío no tardó en
Instalarse en lo que dejó libre
El menor de los Rivera. Ese
Era su objetivo y eso consiguió,
Aparentemente pagándole al
Viejo Soca el triple de lo que
Valía el alquiler del local.
Una oferta así, ni loco la iba
A dejar pasar alguien con
Sentido común… y menos don
Soca que cenaba sopa de
Números en lugar de letras.
Por un tiempo nada parecía
Indicar lo que después
Sucedería en el Barrio El
Tridente… El local estaba
Cerrado; siempre inaccesible
Y todo pintado, hasta los vidrios,
De negro. Iban y venían
Obreros, albañiles, carpinteros,
Pintores… Don Gonga quiso
Darle charla a uno pero justo
El tipo era mudo… En fin. Eso
Habrá durado seis semanas.
Pero una tarde vinieron
En una camioneta trayendo
Un cartel: “Panadería
Pandemonio” decía. Y lo
Colgaron, claro; para esos son
Los carteles. A la mañana
Siguiente abrió sus puertas la
Panadería más lujuriosa de
La que haya dado cuenta toda
La provincia, creo. En poco
Menos de media hora se
Llenó de viejos que, atraídos
Por las delicias que ofrecía
El lugar, no dejaban sin considerar
A esas vendedoras que ofrecían
Degustación de bombas de
Crema en bikini y cofia. Era
Un desfilar de abuelos babosos
Con bolsas y changuitos de
Hacer las compras; y entraban
Y entraban, desplazando por
Lejos a las señoras, quienes se
Acercaban a la caja para
Preguntar si estaba el dueño y
Así felicitarlo por la inauguración.
No, no había caso. El pálido no
Asomaba, quizás consciente que
Su cara arruinaría el negocio; no
Supe en ese momento qué
Otra cosa pensar. Algo
Me olió mal, más allá de mis
Zapatos, cuando las señoras
Empezaron a llevar a sus hijas
Para que saludaran al señor. Al
Parecer, sólo las menores de
25 tenían el saludo asegurado y,
Claro, salvoconducto para franquear
El pesado cortinado negro que
Separaba el salón de ventas de
Las “oficinas” de Don Pandemonio,
Como ya lo llamaban todos los
Torpes del barrio (no les dije?).
La cosa es que había vida en
El rioba; las viejas andaban
Como alzadas de nuevo, los
Maridos como picaflores de
Antaño rejuvenecidos de
Repente por alguna flautita
Energizante o una rosquita
Afrodisíaca… Eso sí, los nombres
De las facturas había cambiado:
Nada de bolas de fraile, ni
Sacramentos… Se llamaban
Bolas de reo y blasfemias,
Respectivamente; toda una
Atracción fatal!!. Aunque el
Éxito mayor lo conseguían las
“Vengativas”, una suerte de
Bombita de dulce de leche con
Licor que se servían flambée, es
Decir, prendidas fuego! Esas,
Claro, eran para comer allí;
Aunque había quien había
Aprendido a flambearlas en
Casa, lo que estaba dándole
Un giro inesperado a la cosa.
Y así fue. Un noche el barrio
Se despertó en medio de
Sirenas de bomberos; y era
Que había prendido fuego
La casa de los Paz, una
De las mejores familias de
Nuestra comunidad (que
Muy, muy grande no era, y
Ahora menos, que se fueron
Casi todos). Al parecer
Se comentaba que los
Miembros de la familia
Estaban en tren de flambear
Vengativas cuando se desato
Una guerra de las mismas
Entre ellos, padre contra hijas,
Hermanos contra madre, etc…
Lo que derivó en ese calamitoso
Cuadro del caserón vencido
Por las llamas y allá, detrás del
Último resquicio de fuego, él,
El hombre de negro, Don
Pandemonio (le digo así
Porque todos lo llaman así
Y nunca supimos su nombre)
Que parecía reír, o bien la
Prótesis dental no le había
Quedado a medida y requería
Una buena limada más.
Eso fue lo que me animó,
Rebelde cómo siempre fui;
Corajudo y medio boludo ahora
Que lo pienso bien… Me animé
Y entré en la noche en la
Panadería. Tenía que saber
Qué se cocinaba allí además
De vengativas y blasfemias.
Aproveché un ventiluz que
Había quedado abierto y salté
Dentro, al oscuro más oscuro
Que en mi vida pude ver.
Un profundo escalofrío me
Recorrió por entero y me
Acordé aquella frase de mi
Madre: La muerte me pasó
Por al lado! Esa, esa era la
Sensación, precisamente.
“Claro…”, le respondió una
Voz grave a mis pensamientos;
“…Yo soy la muerte de todas
Las muertes”, me dijo…
Y me meé encima, de una.
“Lo estaba esperando, amigo
Archundia”, me encaró. “Al
Menos sea hombre y prenda
Una luz”, le dije; qué pelotudo!
“Hombre… ja ja ja ja…”, gritó
Y ahí me cagué nomás, pero
Encima; todito… “… Hombre
Es lo nunca querría ser”,
Sentenció. “Y… en el fondo
Tiene razón”, agregué, de chupa
Medias que soy nomás, porque
A esa hora yo ya estaba
sentenciado. Al menos me
Hubiera hecho el valiente, si
Total me quedaban minutos
De vida. De honra ya no me
Quedaba nada: meado, cagado,
Usurpando propiedad privada y
Además, sin un mango para
Coimera a la cana… De esta
No me salvaba! Y entonces
Se presentó; apareció ante
Una luz de fuego, que después
Supe que era la del horno a
Leña cuando su puerta es abierta,
Y sus empleadas, desnudas,
Danzaron alrededor mío como
Si fueran a devorarme pero
Al momento de tocarme, como
Que se desvanecían… O
Yo me habré desmayado del
Julepe que tenía, no sé. A
Poco de todo esto me encontré
Acostado sobre una pala
Muy grande, la de sacar los panes
Del horno ese que ardía.
Escuché a una de las chicas
Diciendo “Qué frío”, y eso que
Hacía 45° ahí adentro… “Oiga,
Don Pandemonio…”, ensayé
Un chamuyo, cosa que nunca
Fue mi fuerte… “Demonio…”,
Me interrumpió; “….Demonio a
Secas”, agregó lúgubre y casi
Medio arrebatado también…
“No se da cuenta que Pandemonio
Es al nombre de la panadería?”,
Intentó hacerme reflexionar, pero
Eso si que era imposible… “Pan-
Demonio”, aclaró… “Pan, de
Panadería, y Demonio, por mí…
Se da cuenta ahora?”, insistía
El terco.. Qué me iba a dar
Cuenta de algo, todo pillado y
Con olor a baño, mojado en mis
Propios jugos y al borde de
Un ataque de llanto. “No…”
Le dije, pero no de bravucón
Sino de ingenuo que soy…
“…la verdad, no me doy cuenta
Don Pandemonio”, me sinceré.
Y ahí fue como que me avivé
Que este tipo no era lo que
Pintaba; de algún modo le
Encontré la debilidad: si
Fuera tan poderoso, tan
Omnipresente como parecía,
Por qué iba a andar tratando
de hacer Reflexionar
a un burro como Yo,
que no pude terminar ni
La primaria porque no
Encontraba dónde carajo
Quedaba la escuela después
De un año de no ir. Ese no
Era un Diablo de los que
Te tienen en la palma de
Su mano ni mucho menos;
Era un tarado que no se
Daba cuenta de lo que tenía
Enfrente, de tanto jactarse de
Sí mismo. Y me acordé de
Aquellas palabras que
Nos dijera en su momento
La catequista Elsa (bastante
Fuerte estaba, lástima que
No se sacaba los aparatos
De las encías ni para rezar):
“Hasta al ser más poderoso
Lo pierde el amor propio“. Y
Así fue: en medio de la
Explicación, me levanté y le
Pedí que me lo explicara
De nuevo, que no entendía
Cómo era él Demonio y la
Panadería Pandemonio; y
Qué corno tenía que ver
El Pan con el moño y así…
Así de fácil (aunque tedioso)
Pude cansar al Demonio quien,
Calculo, todavía está en esa
Cueva calurosa intentando
A la luz del fuego del horno
Que alguien entienda eso
De por qué le puso así a la
Panadería. Yo todavía
No lo entiendo.. Pero
Mejor así.
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N del R: Como recopilador, me veo en la obligación
de dar algunas precisiones con respecto a este relato.
Me fue confiado por El Boliviano al regreso de una fiesta
de 15 a la que había intentado invitarse sin éxito. Por
entonces él venía de su autoexilio, expulsado de Francia
por sí mismo toda vez que el fisco decidiera, de buenas a primeras
reclamarle al menos un franco en concepto de impuesto o bien
su declaración de SDF (sin docmicilio fijo) de puño y letra, cosa
que hasta el mismísimo Boliviano consideró un chantage (se dice
yantash) y un acto discriminatorio. Así, movido por una suerte de
despecho de invierno (eso son los que valen!), el Boliviano organizó
una movilización a por su desagravio que fracasó debido a la mala
organización pero sobre todo a la Gran Tormenta del '62 que arrasó
Paris y sus alrededores en forma de tornado enloquecido.
Esa influencia parisina se evidencia en ciertos giros tales como "en
tren de flambear", rebuscada manera gala de referirse a un presente
extendido a un futuro muy cercano que podemos saborear también
en algunos tangos de neta influencia post Paris (sabido es que muchos
grandes y no tanto tangueros han recalado en esa capital quién sabe
por qué berretín). La idea del Demonio, sin embargo, es parte de
cierta fijación que El Boliviano tenía por lo demoníaco y más por el
color rojo, toda vez que (una vez exiliado en Argentina) tomara
partido por los colores (o debo decir EL color) del entonces exitoso
Club Atletico Independiente de Avellaneda, los "Diablos Rojos"
para todo el pueblo futbolero. De allí ha surgido la especie de que
el Boliviano es nacido en esa ciudad del Conurbano, lindante con la
Capital, sostenida sobre todo por ignorantes en geografía, dado que
el Boliviano es, como la palabra lo dice, nacido en Bolivia.
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