La elegí por eso: Ella no
Era una diva ni se creía
Dueña de la calle ni
De los deseos de todas
Las miradas ni nada… Tampoco
Le daba para tanto, su
Boca un poquito chueca
(apenas uruguayada) y
Los ojos que le saltaban
No la hacia objeto
De un deseo inmediato ni
Irrefrenable, no. Y justamente
Por eso yo, cansado de tanto
Gato que desilusiona de
Entrecasa, curtido en las
Batallas más encarnizadas
Por el dominio de la propiedad
Sexual (tan socializada
Últimamente), decidí
Casi al verla que ella
Sería la madre de mis hijos.
No iban a ser estos
Los niños más bellos sobre
La tierra, desde ya; yo
Tampoco soy un Adonis y
Ella menos que menos encarna
La femineidad, con esos dientes
Que sobresalen como
Sonrisa de perro rabioso cada
Vez que esboza una mueca.
Pero hay momentos y momentos
En la vida de los hombres
Donde ciertas decisiones vienen
Siendo como peras que se
Caen de maduras sobre
Nuestro mismísimo rostro; y
Eso fue justamente lo que
Me vino a pasar. Así empezamos
A hablar, en una reunión
De amigos (ex amigos, diría
Hoy); ella vino sin querer
Y yo por casualidad, así que
Veníamos a ser como la
Pareja perfecta, ya que nadie
De los otros nos daba ni media
Bola. No quedó otra que
Hablar, hablar, hablar… y
Seguir hablando, cosa
Que yo hacía forzado para
Evitar que ella tomara la
Palabra; y es que su voz destacaba
Por lo ridícula y exultante: parecía
Un doblaje de ella misma
Cuando hablaba! Tenia
Una vocecita más propia de
Un dibujo animado que
De una mujer rayana en los
Treinta… Pero igual
Todo se compensa
Cuando se piensa en que
Un día esa mujer
Amamantará tus hijos. Y
Eso era difícil de imaginar
No porque uno no fuera
Muy imaginativo ni
Rechazara el tener hijos sino
Porque debajo de esa blusa
Apenas si se adivinaban
Dos muy, muy leves
Abultamientos, que más que
Pechos parecían granitos
Que le habían quedado de
La adolescencia. Igualmente,
Pensaba yo, no hay nada peor
Que una teta caída, cosa
Que evidentemente a mi
Julieta no le ocurriría. Y la llamo
Julieta porque del nombre
Verdadero ni me querría
Acordar ahora, ni ya por entonces,
Dado lo extraño, complicado y
Poco feliz de su elección
(aunque deberíamos
Hablar de “invención”), cosa
Que me dio a pensar que
Quizá sus padres no la
Querían y fue como una
Desagradable sorpresa su
Venida a este mundo, si no
No se explica semejante
Humillación; pero de todos
Modos, debo reconocer que
El nombre le iba bien: representaba
Fehacientemente la idea
Estética de este ser que yo elegí
Para ser mi partenaire en la
Vida. Y bueno, llegó el día…
Nos casamos! No fue
Un evento de esos que uno
Querría recordar por lo
Fastuoso, ni siquiera por
Lo bien que resultara todo o
Por cómo la pasaron los generosos
Invitados: De hecho, nos casamos
en secreto. Me daba
Un poco de vergüenza exponerla
A las miradas y, sobre todo, a las
Cámaras (siempre hay uno
Que quiere la foto de los
Novios… y yo no quería
Andar pagando las cámaras
Rotas tampoco)… Pero lo
que nunca Imaginé es que sería
Tan difícil conseguir un cura
Que nos casara…! El
Primero, católico, nos
Puso como excusa que
Se había olvidado las Ostias, y
Salió corriendo de la parroquia
Ni bien la vio entrando. El
Segundo, un evangelista, llegó
Con incienso y mirra, y una
Gran cruz de madera, pretendiendo
exorcizarla! El Tercero, un rabino
judío, nos hablo como tres
días de lo inconveniente
Que era ante los ojos de Jehová
Que se cruzaran las especies: es
Que no la consideraba humana el
Muy taura! Ya deshauciados
Recurrimos a un amigo
Pay Umbanda que se vino
Con gallina y varias cosas. Todo
Parecía correcto, esta vez nos
Casaríamos (qué importa el credo
Cuando el amor prima!, lo que no
quiere decir que ella fuera MI prima)
pero No sé cómo, el Pay Cacho
Se hizo de la gran cruz
De madera que trajera el evangelista
Y de pronto, ante mi asombro, le
Quiso clavar de punta la cruz a mi
Julieta En medio del pecho, al grito
de “Muere Vampiro, Muere”. Eso
Fue el acabose… Decidí entonces
Que esto del amor tiene sus
Límites, y que si no tiene que ser,
No tiene que ser nomás. Así que,
En medio de la batahola (ya
Había entrado mucha gente a casa
Para entonces, llamada por la gritería
Generalizada), tomé mi campera
De jean, la que no dejo ni loco sola,
y Gané la puerta de callé caminando
Despacito, como queriendo
Que alguien me gritara “ya fue,
Sigamos con el casorio!”… pero
Nadie entendía a este
Romántico de la soledad que,
Otra vez, se iba solo a buscar
Una vida mejor, como Bill
Bixbi cuando hacía de David
Banner en Hulk y siempre
Se terminaba yendo aunque
Se hubiera levantado la
Mejor mina del pueblo y ella
Justo era dueña de un hotel
Y había enviudado hacía
Dos días quedándose con todo
lo del marido, incluyendo las pilchas
(que a David le venían bárbaro
dada la costumbre de hacerlas
hilachas)… Y con las ganas de tener
Ese hijo que su difunto nunca
Le había dado… Era bastante
Boludo ese Banner, no? Y bueno
Yo también tengo lo mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario