3 de mayo de 2009
La Balada del Repositor
Se conocieron en un fogón
de verano, sobre las arenas
calientes de una playa de río
muy selecta: sólo para
clase media baja “gasolera”
(esos que gastan menos que
nada para tener poco más
que nada). Y es que así es
la juventud!, se decían a
sí mismos ambos, Julio y
María Mercedes, a pesar de
estar pisando los 30 uno, y
los puchos encendidos el
otro (en la playa tiran todo
tipo de basura los bohemios,
como les gusta hacerse
llamar a los que no hacen
nada más que fumar mucho
y cantar mal y mucho).
Julio era justamente uno
de estos especímenes; eso
deslumbró a Meche (o sea,
a María Mercedes), quien le
echó el ojo ni bien se animó
a arrimarse a ese fogón playero,
no sin antes entonarse con media
damajuana de blanco, solita
en la puerta de la carpa del
camping donde paraba con
sus dos amigas que para entonces
ya se habían conseguido dos
bañeros (ellas los llamaban
“guardavidas”) con quienes
practicar respiración boca a
boca y otros menesteres de
tipo paramédico. Ella (Meche,
o Mercedes, como quieran
llamarle), no le había caído
del todo bien a Julio en ese
primer acercamiento, un poco
porque ella lucía (perdón,
Mercedes) un tanto “cheta” a
los ojos del guitarrero con ese
vestido largo y los aros y el
collar de oro y los tacos (que
Para la playa son un tanto
mucho), y otro poco porque
la chica en cuestión no paraba
de pedirle canciones que El Pocho
(nombre artístico de Julio) no
daba pie en interpretar. La
relación prosperó gracias al
profesionalismo del Pocho éste,
quien haciendo caso nulo (por
ahora)a los deseos de la niña,
se despachaba con cualquier
otra canción conocida y todo el
mundo feliz de cantarla, incluso
la Meche ésta, dado que ella
sólo repetía algunos nombres de
canciones conocidas al azar
sin siquiera tenerlas oídas. Esa
noche ella no sólo cayó a sus
pies (vencida por el alcohol)
sino que cayó enamorada del
chico de la guitarra.
El problema era que El Pocho
(o sea Julio) no paraba de tocar.
Del fogón se fueron para el
Camping y de allí, siempre juntos,
a la carpa. Y el tipo dele que dele…
Un par de días después ya
estaba en un bus que los llevaba
a la ciudad de la que ella era
oriunda y ahí, en el bus, empezaron
las discusiones. Que por qué
Tocar en el micro, si el viaje
era para estar juntos, que me da
vergüenza que hagas tanto
barullo, no ves que son las 2
de la madrugada y vos tocando
una chacarera… (manía bohemia,
El Pocho de noche sólo tocaba
Zambas si la audiencia no
Reclamaba otra cosa, pero ella
De música nada entendía y a todo
folclor lo llamaba “chacarera“). Y
es que el morocho (en realidad
Se teñía porque su apellido
Era Duchnowsky y era más
Rubio que Valeria Maza, quien
Creo también se tiñe), se dedicaba
A eso: tocaba la guitarra por plata
Y porque sí. Y lo hacía en cuanto
Lugar pudiera: trenes, subtes,
colectivos, estaciones, veredas,
fogones… Ese era su metier, su
medio de vida (medio porque no
le alcanzaba para una vida entera
con lo que le daban de onda). Eso
fue muy duro para María Mercedes
Berrogaray Bourdieu (Meche, que
le dicen), quien no sé en qué
habrá estado pensando antes, si
era obvio que el pibe no era
un burgués ni a gancho). Estuvo
una semana y media en la cama
sollozando (y comiendo!) su
pena por haberse enamorado
de un vago zaparrastroso que
más que un vago era un tirado y
que más que zaparrastroso era
un simple perdedor que nunca
le daría la vida que una Berrogaray
Bourdieu se merecía y bla bla…
(en esto de pensar así influyó
un poquito el profundo y bien
intencionado pensamiento de
su madre, pero sólo un poco).
En tanto, El Pocho salía todas
las tardes (el concepto “mañana
temprano“ Lo descubriría
más adelante) a procurarse el
mango con el que pagar los
antidepresivos de la ahora
su novia, mientras por la cama
de la chica desfilaban las
diosas de sus amigas quienes
se acercaban con el último
ejemplar de Cosmopolitan,
canastas con productos
naturales importados, sushi
servido con camarero y
todo (pedido por delivery),
juguetes eróticos con forma
de patito y chupete… En fin,
Lo que hace toda amiga
Como una para aliviar el
Sufrimiento de una como
Una. Pero nada podía sacar
A Meche Berrogaray Bourdieu
De esa cama y de su “depre”
(el término “depresión” estaba
Prohibidísimo entre las señoritas
De su clase). Entonces, en
Esos entonces es cuando un
Hombre se hace hombre: El
Pocho se dio cuenta que esto
Sólo tenía una solución, y se
Descolgó la guitarra del cuello
(un poco le estaba doliendo ya),
Se arremangó la camisola (los
Bohemios no usan camisa sino
“Camisolas”, que es lo mismo
Pero con menos botones y
Mangas menos largas), y
Encaró para el supermercado
De la vuelta, siempre consciente
De aquellas palabras que Meche
Le arrojara al rostro cierta vez:
“No podías, al menos, trabajar
En un supermercado? En los
Trenes tenés que andar tocando?”
Así, hecho hombre, por su amada
Y nada más que por ella, pidió
El puesto de repositor. Y en eso
Estaba, reponiendo los garbanzos
En el estante cuando lo vio
La madre de la amiga de una
Compañera de la hermana de
Meche Berrogaray Bourdieu. A
La hora ya los sabía la Sra
Bourdieu (su futura suegra).
Dos minutos después de la
Hora lo sabría Meche. Ese
Fue el fin.
Porque que toque en trenes,
En subtes, en calles llenas
De extranjeros, es una grasada…
Pero estar de repositor en
El súper donde compran los
Conocidos es re re re feo!
Es un horror, gordo!
Así, así de cruda fue la
Explicación de ella del
Por qué de su partida. Así
De corto fue el e-mail que
Mercedes le enviara. Lástima
Que Julio Duchnowsky, el
Morocho que era rubio, nunca
revisaba su correo. Para
qué… Eso es tan poco
Bohemio…
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