Empezó como empiezan todos:
Probando… Una de ésta, otra
de aquella… Y así
se fue haciendo costumbre,
como todo en la vida, te
toma por asalto y en un
par de ratos nomás te
convertís en fanático
de quién sabe que porquería.
Hay adictos al trabajo, a
la música de iglesia, adictos
al chucrut o al cine escandinavo,
al tute y a la payana. Hay
adictos a lo que haya…. Pero
el bueno de Dany era
adicto a todo. De chiquito,
lo podían los caramelos,
sobre todo los envueltos (sin
excluir a los otros). De más
grande incursionó
en los helados de agua y
por entonces no paraba
de mancharse la lengua
de todos los colores con
esos palitos berretas que
de tan adicto se afanaba
del kiosco de la escuela
donde nunca terminó la
secundaria dado que la
deuda era tan grande en
ese ingrato kiosco que
debió trabajar 6 años parar
pagar lo que ingería; igual
seguía y seguía, y del helado
pasó al alfajor de leche, ese
que tiene azuquita arriba.
Al fin, si haber pagado
más que parte ínfima de la
deuda, el kiosquero
se cansó y de una pateadura
lo mandó a la calle donde
cambió alfajor por raviol,
y azuquita por cocaína. Y
cómo no iba a hacerlo si
lo importante era encontrar
a qué hacerse adicto. Así
que como plata no había,
cuando ya no le regalaron
la golosina tuvo que salir
a procurarla. No era
Dany el Drogón hombre
de armas llevar, no
porque le faltara arma sino porque
de hombre no tenía nada. Y en eso
andaba una tarde oscura que entró
a la sacristía de una iglesia a
por la limosna. Dada
la falta de canasta, de moneda y
de todo, se entusiasmó con
la imagen de una botellita clara,
transparente como el alcohol
puro; y ya que estaba, por
qué no darse un toquecito
ae alconafta como
para seguir rumbeando a por
alguna otra puerta sin
llave que, generosa, se
dejara abrir sin mucho bregar.
Fue entonces que, espontáneo,
sin mucho Pensar (como era
su estilo), empinó
la botellita hasta llenar
la jeringa que llevaba y
metérsela en la vena mayor
del antebrazo…
Y ahhhhuhhhhh! Ahí hubo
como un cambio, una
suerte de maremoto interior,
una ceremonia interna de
iniciación en algo que (otra
vez) habría de cambiarle
la vida. Estaba, era invadido
por una nueva experiencia
Religiosa: Y es que
no era alcohol lo que
contenía esa botellita, sino
Agua Bendita… Bendita
Agua que licuó
esa sangre intoxicada y
de un golpe, como una Maza
Sagrada, derrumbó
a ese monstruo que moraba
en las entrañas revueltas
(como todas!) del muchachón, ese
que le reclamaba más
y más… Ahora, la Santidad
lo colmaba, lo invadía…
lo drogaba! Si acaso
la religión no es el Opio
de los pueblos? En el
caso de Dany Drogón, ahora
conocido como Pastor Dany,
la revelación
llegó como influjo medicinal,
como inyección de fé (nunca
mejor utilizada la idea). Y
hay que verlo, de blanco,
Entre las viejas del pueblo
y sus hijas (alguna
Ya le ha echado el ojo),
pregonando la sanación
de las almas y, por qué
no de lo cuerpos, a través de una
simple infiltración
de Agua Bendita, $50 la
dosis a domicilio, gentileza
de la Parroquia Local…
La Iglesia, moderna, adaptada,
no se iba a quedar sin su
porción de santidad, verdad.
Eso sí, a Dany no se la
cobraban. Cuestión de
humana piedad, si se quiere.
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