Le decían Mary (se
Pronuncia Mery según
Ella pero eso traía problemas
De identidad a la hora
De referirnos a la
Señorita). La conocí
Por casualidad cierta
Vez que me comía un
Panchito antes de
Entrar al trabajo (me
Gusta desayunar a las 9
Con algo calentito y
Salado que no sea
Demasiado sano). Como
Siempre, yo estaba en
Eso de apretar el pomo
De mayonesa (le pongo
Un poco de todo al
Pancho para que rindan
Más los dos mangos
Que pago por él) cuando
Ella tropezó sobre mí
Y se llenó de aderezo,
Pancho, pan, papitas y
Todo lo que yo traía en mano,
Justo a la altura de sus
Generosos pechos. Toda
su blusa acusó recibo
De mi desayuno alternativo,
Lo que me llevó, en un
Gesto instintivo, a querer
Limpiarle las partes, habida
Cuenta que uno es un
Caballero de los de antes
(no en vano soy de los pocos
Que comen pancho de
Traje y zapatos). Ella
Pareció por un instante como
Congelada en el tiempo,
Atónita por el hecho o
Por mis manos sobre sus
Pechos, no sé hoy por hoy.
Pero al segundo nomás se
Lanzó a llorar como una niña
Que no era (pintaba como de
Unos treinta y largos) y me
Abrazó desconsolada como
Si acaso la peor de las miserias
La hubiera tocado en su más
Profunda intimidad. Yo, que
Como dije soy un caballero
De la vieja guardia, a pesar
De mis veinte años entonces,
Me habría sentido halagado
De poder contener en mis
Brazos a esta niña algo
Pasada de época que se
Entregaba a mí buscando
Esa protección que el mundo
Frío y seco no le daba; lo
Habría sentido así, de veraz,
A no ser porque en ese acto
De abrazarme como nadie
Me había abrazado antes, me
Estaba llenando traje y camisa
Con ese menjunje que yo solía
Armar sobre los panchos: un
Poco de Ketchup, algo de
Mostaza y mayonesa a
discreción. Ese detalle no me
Impidió, ni así, dejarme tocar
Por sus lágrimas de cocodrilito
Abandonado por su madre
En Costanera Sur (siempre
Tuve una visión un tanto
Particular de las cosas, como
Verán). Y así, atrapados en
Medio del gentío, de hombres
Al paso, unidos por un
Pancho y su aderezo, comenzamos
A vernos. No fue una
Historia de amor, no sé; creo
Que no. Pero amor no
Habrá faltado, dado todo
Lo que he debido soportar a partir
De ese, nuestro encuentro. Ya
Ese día no pude ir a trabajar;
La acompañé a un bar donde
No nos dejaron usar el baño
Porque era reservado a los
Clientes y nosotros, parece,
No dábamos el target ya que
Ni siquiera nos dejaron sentarnos
Allí (ni hablar de consumir). Por
Un lado mejor porque yo ni un
Mango tenía, y a ella
No iba a pedirle porque ya
Deje bien sentado que soy
Un caballero de los de
Antes. Entonces buscamos
Un lugar algo menos romántico
Pero con agua en el baño
(no es tan fácil, no se crean)
Y encontramos un bodegón
Que se ve que regenteaba
Señoritas para otros menesteres
Porque al fondo, donde los
Baños, nos cruzamos con
Algunas que saludaban
Descaradas, los pechos
Al aire bamboleantes y
Sonrisa de “no pasa nada”, y
Hasta alguna que otra risa
Destemplada al vernos
Así. Allí, en los baños de ese
Barsucho de baja moral,
Acurrucados entre piletines
Y mingitorios, ella
Me besó por primera vez.
Mi machismo comenzó
A flaquear, digámoslo. No
Era esa mi idea de relación;
Digo, que una mujer se
Arroje a tus brazos y luego,
Minutos después te entregue
Su boca, Sus besos así; y
Menos en el baño de
Caballeros…
Pero igual el hombre es
Generoso… y sin juzgarla
Inoportuna, le devolví el
Gesto, y hasta ahí fue todo.
En mi trabajo me pegaron
Duro: no podía yo contar
Esa historia, justamente por
Proteger el honor de esa
Dama. Pero qué, si no había
Terminado de regañarme
El jefe que entró ella, blonda
Y sonriente como si
Llegara para recibir un
Premio. Llegó, me dio un beso
Y salió como si nada, no sin
Antes tropezar y llevarse
Puesta la jarra de café
Del escritorio de la secretaria
Del jefe, afortunadamente
Sin lamentar víctimas. No
Voy a decir que todo el
Mundo la miraba, pero al
Menos toda la oficina sí. Yo
Perdí el trabajo (ya verán
Por qué) y no tuve más remedio
Que mudarme con ella
A la pensión que compartía
Con otro tipo y una mina
Que después me di cuenta
Que era una de las que andaba
En tetas en el cabarulo ese
Disfrazado de bar. En
Casa era como en la vida;
Todo se lo ponía (y no hablo
De ropa sino de las cosas
Que uno suele tener
Alrededor): Cama, mesa,
Sillas, mate, bombilla,
Ropero, espejo, taza de
Café, linterna, paredes,
Cortina de la entrada (no
Tenía puerta la piecita),
Inodoro, cocina… Nada
Dejaba libre de su torpeza,
Y había que estar cuidándola
Noche y día; porque además
Era sonámbula la Mary. O
Al menos eso me decía cuando
Salía de noche y volvía por
La mañana. Y hasta parece
Que robaba: a veces traía
Más guita en una sola noche
que la que yo Veía a fin de
Mes!! Eso me preocupaba, pero
Más me preocupaba saberla
Capaz de matarse de tan
Torpe que era; entonces
Una noche la seguí. Es
Cierto que un hombre bien
Hombre no hace eso; pero
el temor por un daño a
La persona querida es
Un motor que justifica todas
Las audacias y derriba
Las barreras más altas de
Cualquier moral. Así, me
Hice el dormido y una vez
Que arrancó, yo salí tras ella.
Lo primero que me extrañó
Fue que agarrara un taxi
Tan fácilmente, cosa poco
Evidente en esa parte de
Parque Patricios. Tuve que
Correr bastante para seguirle
El paso a ese turro que
Iba a los mangos, pero
No pude llegar más allá de
Caseros… Dejé mi
Redada para la noche siguiente.
Esa vez me aseguré de que
Un amigo me esperara. Pero
El boludo se quedó dormido
Y me dejo otra vez a gamba.
Así estuve varias semanas,
Repensando si lo hacía o no
Lo hacía… De que me valdría
Seguirla un día si al siguiente
Volvería a salir. Decidí, ese
Día, entregarle mi vida a Mary
(o Mery, como más les
Guste a ustedes).
Le comenté lo que pasaba
Al tipo con quien cohabitaba, un
Morocho muy callado de
Fácil beber que parecía estar
Desocupado o tal vez
Era un pensionado por
Incapacidad. Me incliné
Por esta segunda opción
Toda vez que el tipo
Fue incapaz de responderme.
Su piadoso silencio (ahora
Lo comprendo) no se condecía
Con la intensidad de su mirada
Al escuchar mi pregunta: “Adónde
Irá Mery cada noche…
loco no?”… Yo había agarrado
El hábito de caminar solo
Por las calles de Buenos Aires,
Un poco por nostálgico que
Siempre fui y también
Obligado por el hecho de
Que Mery (o Mary, que se yo)
Dormía hasta entrada la tarde,
Exhausta por ese sonambulismo
Tan agotador (yo había estado
Leyendo y asesorándome
Con profesionales al respecto).
Un mediodía en que paseaba
Mirando discos de tango
En las bateas de Av de Mayo,
Dí sin querer con un ex
Compañero de trabajo. Él
Me vio, se sonrió y siguió
De largo pero yo lo paré
Con el solo propósito de saber
Algo de los muchachos (uno
Es un romántico!). Paramos
En un quiosco por los puchos
De rigor y entonces nos sentamos
En unas banquetas que dan
A una barra donde ni el Criquet
Podés apoyar de tan angostas
Que son. Y ahí, como un
Deshago, vomité mi drama ante
La mirada atónita de Lucho; no
Porque mis palabras hubieren
Tocado las fibras más íntimas
De mi ex colega de trabajo
Sino porque justo pasó
Una rubia que rajaba la tierra
Y el muy baboso se quedó
Mirándola como un bobo
Hasta que se la mina y su
Minifalda se perdieran
Allá detrás del edificio del
Congreso, como a cinco
Cuadras de donde estábamos
Más o menos. Ese es
El problema de hablar
Seriamente acodados en
La mini barra de un mini
Mercado (al que, por obra
Y gracias del marketing suelen
Apodar “maxikiosco”). Sin
Embargo y ante mi sorpresa,
Y justo cuando nos dejábamos,
En eso que me despido
El bueno de Lucho me tira
Una indirecta: “Yo que vos
Vuelvo donde todo comenzó”.
Y me guiña un ojo… Qué
Me habrá querido decir este
Hijo de las pampas (su madre
Era oriunda de Santa Rosa, pero
No se llamaba Rosa a pesar
De lo que muchos creían), me
Demandaba a mí mismo sin
Dar con una idea acabada
De lo que podrían significar
Esas palabras, que sin embargo
Retumbaban en mi cabeza.
Un par de noches más tarde
Lo averiguaría.
Yéndose Mary de sonámbula de
“rotation”, me levanté como un
Tiro y salí a por mi un carro
De un conocido de la zona,
Cartonero que con gusto
Me alcanzó hasta el centro donde
Él solía levantar unos cartones.
El caballo ya no daba, lengua
Afuera y rebuznándonos (nunca
Pude diferenciar un buen burro
De un mal caballo) de lo
Apurado que lo llevaba el
Petiso Carolo, a quien prometí
Unos mangos extras por
La gentileza. Él me iba contando
Sus hazañas y me indicaba
En cada esquina que pasábamos
Alguna anécdota que allí
Había tenido lugar. Pero yo,
La verdad que sólo podía pensar
En las palabras de mi cumpa
Y en las ganas de comerme
Un panchito en lo de Carlitos,
Que era el lugar donde todo
Había empezado, Y ahí me dí
Cuenta que quizás esa era
La idea que me andaba
Dando vueltas desde aquellas
Palabras del tipo allá
En el maxikiosco de Congreso…
“Llevame hasta Libertad y
Corrientes“, le dije al petiso. Y
Hacía allá fuimos. Entré,
Me pedí un pancho como siempre.
No sé si me miraban
Porque venía de bajar de un
Carro o si acaso era porque
Ya no vestía de saco… No sé
Si me miraban, de hecho; sólo
Me importaba comerme ese
Pancho, lleno de aderezo
Y ver si por esas cosas
Del destino ese movimiento
De potes escupiendo y
El gesto de hacer crujir las
Papitas al morderlo me
Despertarían al la verdad
De lo que estaba ocurriendo.
Y no… No pasaba un carajo.
Pero no sé por qué, salí
De allí y enfilé derecho al
Bar ese donde nos besamos,
Quizás comprendiendo
Que los inicios son largos
Y que aquél también era
Parte de nuestro comienzo.
El petiso me acercó, cuando
No, quizás para asegurarse
Esos pesos prometidos.
Bajé del carro casi media
Cuadra antes; el cordón
Policial no nos permitía
Acercarnos. Bajé, y de un salto
Crucé entre agentes y
Como sabiendo de algo,
Miré hacia la puerta de
Ese antro y la ví a mi
Mi Mary; la estaban sacando
Casi de los pelos y detrás
Las otras, las que habíamos
Cruzado aquella vez que
Nos besáramos, siempre
En tetas (esta vez no era
La excepción). El petiso,
Apeado ya, no hacía otra
Cosa que repetir, atónito:
“Viste esa… viste esa otra”…
Un frio puñal me recorrió
La espina hasta clavarse
En mi parte más íntima,
Pero del lado del mango. Y es que
Le había dado mi vida a una
Sin saber lo que realmente
Era esa que se decía “Mery”
A secas. Al final de la fila
De los detenidos, surgió
De entre las sombras la
Figura inconfundible de mi
Ex jefe; él también era
Habitué de ese bulín. Y
Digo también porque el
Que venía detrás era el
Lucho ese que me supiera
Escuchar una vez… “Mary…“
Alcancé a gritar en un grito
Ronco y seco, casi desvanecido.
“Mery se dice”, alcanzó
A gritarme desde le metálica
Caja del camión celular. Esa
Fue la primera y la última
Vez que escuché su voz… Me
acerqué, después… llegué
hasta al lado, y sin mirarlo
le dije con sórdido tono
Al policía que quedó de
Consigna en la puerta:
“Esa, esa se lleva mi vida”
Y él, al verla tropezar contra
La puerta del celular cuando
La subían, me dijo:
“No se dio cuenta, acaso,
Lo que es ella?”…
Ese día supe que Mary era
Miope. Pero hoy sé
Que no hay más miope
Que el que no sabe ver. Porque
Las lentes, las putas lentes
Con las que un hombre ve
A una mujer vienen falladas;
Falladas de fábrica.
(“No me debés nada“, me dijo
El petiso carrero… “Hacía
Mucho que no veía
Tantas tetas como esta
Noche… Gracias!…” Y
Se fue en su carro a por
Una carga. Una más
Para seguir tirando).
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