Juan Arístides López Tartufo no era
un chico del montón. Su familia
Tenía grandes planes para él
Incluso antes de que naciera. De
Hecho, su madre tenía arreglado
A qué colegio lo enviaría sin
Siquiera haberlo concebido; es
Más, sin saber quién sería su padre.
Y, claro, ya sabía qué carrera
El seguiría. El problema no era
Que Juan no hubiera participado
De las decisiones, sino si le daría
El coco para llegar tan lejos y
Cuánto le costaría a la familia
Hacerlo llegar hasta arriba de los
Arribas. Porque ya de chiquito
El Niño se mostraba muy poco
Despierto: de hecho dormía casi
Todo el día de bebé, y de preadolescente
no salía de la cama (ya era
Casi imposible sacarlo de la
Pieza, y si iba al baño no salía
Más, sobre todo si entraba muñido
De alguna revista de dudosa
Portada. En ese contexto, y decidido
A dar un empujón a su vástago
Que acusaba ya los trece añitos,
Llegó el turno del padre de
Tomar las decisiones que sólo
Un hombre puede tomar para
Hacer a su hijo hombre: “Pagale
Una puta…”, dijo doña Evangelina,
La madre, a su esposo quien se
Mostraba preocupadísimo por
La sexualidad del menor de los
López Tartufo.
Llegó el día V (de virginidad) y
Don López (así le decían todos,
Hasta su familia) llamó a Juan a
Conferencia en el salón fumador
De la residencia de la familia. Para
Ello era rigor enviar una invitación
Vía el mayordomo, pero éste no
Había llegado todavía de sus
Vacaciones en La Salada (tres días,
Todo pago por el patrón); así que
no le quedó más remedio a don
López que cruzarse al ala izquierda
del edificio y asomarse en la habitación
De Juancito para pedirle esa reunión
Educativa que lo haría comenzar
A recibirse de hombre. Lamentablemente
El niño estaba ausente sin aviso
en sus aposentos, Lo que obligó al
progenitor a hacerle Una
llamada por teléfono móvil:
“Hijo mío, tenemos que hablar de
Algo muy importante…”
“Ufa…”, respondió el malcriado.
“Espero que sea rápido porque
Justo me estaba por masturbar con
Unas fotos de Luciana Salazar…”,
Explico el chico, muy político en
Su decir y proceder.
Llegaron casi juntos y entraron al
Saloncito donde el hombre guardaba
Sus mejores tabacos. “Hoy es un día
Muy especial… Vamos a dejar de ser
Niño para comenzar a ser hombre y bla
bla bla bla…” “Ta bien, ta bien… lo
Que digas, pero apagá esa pipa que
Me estás ahogando coff… coff…”,
Concedió el muchachito que estaba
A punto de hacerse hombre. “…Una
Buena amiga mía te va a ayudar a
Transitar los primeros pasos en el
Camino de la adultez bla bla bla…”,
Continuaba don López entusiasmado
En repetir las palabras que le dijera
Su padre aquella sagrada vez, pero el
Pibe no escuchaba nada, aturdido por
Los audífonos del iPod que eran
Ocultados por esa porra llena de rulos
Que algunos osan llamar “cabellera”. El
Joven sólo asentía con las cabeza,
Siguiendo el ritmo de Eminem, lo que
A su padre le hacía creer que entendía
Todo lo que le decía.
Así llegó la hora del “debut“. Romina
Llegó puntual, a las 18. Pasó directamente
Al ala izquierda donde Pepe, el mayordomo
La condujo hasta las habitaciones de
Juancito. Él la esperaba ansioso, jugando
Con su Play Station uno de Kung Fu, por
Eso no alcanzó a verla entrar. Ella se sentó
En la cama a esperarlo y cuando él
Se quedó sin vidas luego de la pantalla
Número veintisiete, lo llamó para que se
Acostara bocabajo (total le pagaban por
Hora, qué le importaba a ella esperarlo!).
Empezó por quitarle la remera de cien dólares
Cuidadosamente y se puso a hacerle
masajes en la espalda al niño. Así estuvieron
Cinco años, religiosamente una vez a la semana,
De 18 a 20 todos los miércoles. Pero el nene
Fue creciendo y cuando terminó la
Secundaria (la hizo en casa porque
Afuera había mucha inseguridad, así
Que los López Tartufo contrataron
Todo un séquito de profesores para
Juancito el lento, lo que era más
Barato que blindar el auto y contratar
Guardaespaldas), llegó la hora de
Abrir la puerta para ir a jugar, lo
Que hizo la Ama de Llaves, claro,
Previa autorización de Madre (así
Es como llamaban todos a la señora
De López Tartufo, pero el único
Que se lo decía de frente era Juancito,
Quien pocos derechos a ello no tenía
En verdad). Fue entonces que el
Muchachón, ya entrado en la juventud,
Viajó a Houston a conocer a su hermano
Eric (se llamaba Enrique pero eso
No quedaba muy en contexto allá),
varios años mayor que él. El
Día de su llegada, Eric (Enrique) organizó
Una fiesta de bienvenida a modo de
Presentación en sociedad, fiesta que
Pagó la mujer de Eric, una texana
Entrada en años que tenía buen pasar,
Dado que el Enrique devenido Eric
No tenía ni dónde caerse muerto pero
Medía uno noventa, siempre estaba
Bronceado y tenía una maestría en
Relaciones Públicas (eso decía él,
Flor de chamuyero). Alli en el “Grand
Ranch” se convocaron las chicas más
Lindas, ricas y tontas de la sociedad
Texana, todos alrededor de la gran
piscina iluminada desde dentro que
esa noche lucía perfecta para tirarse
Y arruinarle el vestido a más de una.
Pero eso no pasó. Eric se encargó de
Ser el perfecto anfitrión y dejó que su
Hermanito hablase con las muchachas
Y sus familias a sus anchas. El problema
Era que, además del acento maraca
Latino que tenía su inglés de entrecasa,
El Juan no les hablaba más que de video
juegos, Programas de tele argentinos, de
Fútbol (que allá, además, se dice football y
Se juega con la mano!)… Les cayó simpático,
Sí, a más de una madre… Pero con las hijas
Un desastre. Tampoco ese jopo nerd
Que lucía desde sus 18 ayudaba mucho,
Digámoslo. La noche pasó sin pena ni
Gloria (la Stefan no pudo venir)
a no ser por un detalle: Cuando
Juancito (Johnny desde ahora, según Eric
Que era Enrique) pasó por el corredor
Rumbo al baño, equivocó la puerta y de
Repente te topó con una parejita
Matándose a manotazos en uno de los
Rooms… Eso despertó la lucecita
De curiosidad necesaria que hace del
Hombre hombre, y de la bestia, inteligente.
Al otro día, mientras Eric y Dixie dormían,
Juan decidió que era hora de conocer
El mundo por sí mismo y de salir a por
Unos nuevos videojuegos de mano que
Había visto en el avión a unos chicos
Que viajaban cerca de él. Así se llegó
Hasta el centro (treinta kilómetros en
Taxi, cargados a la cuenta de Dixie, la
Texana adinerada) y comenzó a pasearse
Embobado por las vidrieras relativas a
Boludeces de esas que a los yankees les
Encantan y que duran lo que un pedo. Ya
De entrada el taxista lo había acostado,
Cobrándole de más, cosa que el pibe
Nunca se enteraría (y lo que no se sabe,
No Daña); después lo acomodó un
Blockbuster, donde le vendieron una
Consola de videojuegos usada a precio
De nueva casa. Y lo terminó de rematar
Un vendedor de teléfonos, que le enchufó
Un Mobile (allá se dice así, con b de burro)
Que en Argentina no servía ni para pisa
Papeles. Bueno, para pisa papeles si.
Pero Juan era libre, por primera vez. El pibe
Nunca había visto el obelisco más que
En internet (un vicio!) pero ahora se paseaba
Por el centro comercial de Houston, man! De
Houston… y justo (valga la onomatopeya)
Se le dio por comerse un MacPollo (allá
Se llama diferente pero es la misma mierda
Que en todos lados) en un local donde una
linda peliroja de aspecto punky hacía
La misma cola para pedir lo mismo.
Ella Le habló, el le respondió… Ella le habló
de Nuevo preguntándole lo mismo; él volvió
A responderle… Ella insistió porque no le
Entendía un sorongo… Y así hasta que
Se sentaron juntos, comieron, rieron (no sé
De qué porque no se entendían, si él hablaba
ese inglés de libro de Cultural Inglesa, pero
dos chicos riendo es un cliché y lo respeto)…
Y en cuanto quisieron acordar, estaban en
Un cuartito negro, mal pintado, con lámparas
De alto consumo, una cama doble y una
Biblia en el cajón de la mesa de luz (todos,
Siempre, revisamos los cajones de las
Mesas de luz de los moteles). “Estou motell..”,
Dijo ella, y se le tiró encima, le arrancó
La camisa Lacroix que le había regalado
Madre antes de partir y le pegó una montada
Que fue digna de toda una texana
En rodeo profesional. El potrillo
No pudo saber qué le pasaba…
Apenas si corcobeó después de
Media hora de ser succionado,
Estrujado, chupeteado, besado,
Asfixiado y fornicado de mil
Maneras diferentes… Como
A las cuatro horas, justo un minuto
Antes que él se enamorara,
ella se aburrió. Se vistió y, saliendo,
aún con la puerta abierta le dejó
su mejor despedida: “Estou sexou…”
Le dijo. Y Juancito, Juan, Johny
No pudo siquiera levantar el índice
Para arrastrar un “Esperate…”.
Lo mató, lo remató… Porque el pibe
Había vivido en un engaño involuntario,
En la mentira de que él ya no era
Virgen. Cinco años y nada. Lo habían
estafado, sin querer, en eso que es
Lo más sensible y profundo de un hombre;
Le habían robado la dignidad.
“Papá… Hoy tuve sexo, Papá…”, gritaba
Enojado por teléfono… “Bueno,
Te cuidaste?…, está bien que te
Vayas haciendo de experiencias bla bla
bla… “No, no Papá… No me entendés,
Para variar… Hoy tuve sexo por
Primera vez!!!…”
“Cómo ‘sexo por primera vez‘, si yo
te pagué una puta cinco largos años…”,
Acometió don López sin tapujos al
Hablar de guita… “Si, sí… por primera vez.
Con Romina nunca hicimos esto que
hice hoy… Nunca…”
“Cómo que NO… Y qué hacían?”,
Cuestionó el capitalista, herido en su
Billetera y en su rol de proveedor de
Sexo (por no llamarlo delivery, que
Suena a empanada); golpeado como
Educador sexual y como iniciador
En la cadena ancestral de pelotudos
De su familia… “QÚE HACÍAN??
“Masajes pa… Sólo me hacía masajes
Romi… Y yo creía que eso era sexo.
Y que yo ya no era virgen…”, confesó
El hijo, todo un placard para él de regalo
Por esa concepción de las cosas.
“Pero no puede ser… si yo la saqué de…”
Y ahí, a mitad de la frase, don López
Tartufo se dio cuenta de todo; se cayó
Sobre el error de rodillas y lloró por
Dentro su fracaso… “…del Rubro Masajistas!”,
Gritó para adentro sin dejar que ese
Final lo escuchara nadie más que
Su vencido orgullo de macho caído.
Él, el heredero de una dinastía (había
Ligado toda la herencia de su tía,
Millonaria por haber inventado
La pasa de uva), el hombre de familia,
El prohombre de su tiempo y de
Entre sus pares, había confundido
A una masajista de ley con una puta
Sana, por decirle algo que no sea
Despectivo. Romina se dedicaba
A dar masajes a domicilio en countries
Y barrios privados… pero de sexo,
Nada, si era lesbiana y había estudiado
En colegio de monjas (y hasta casi
Se consagra al Señor cierta vez, tomando
Los hábitos). Qué desliz, qué patinada
Del destino: cinco años perdidos y
Cuánta guita tirada!! Y encima a don
López le dolía la espalda. Qué bien
Le habrían venido los masajes de esa
Santa.
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