Juan Carlos miraba la calle
Desde el piso 11 con la actitud
De un paracaidista y la sensatez
De un trapecista. No era
Ese su departamento privado
Ni siquiera su oficina con vista
Al río, no. Pero él ganó lo
Que sería el balcón y gritó
“Me tiro…”
Nadie, ni el viento le respondió.
Un poco porque el edificio
Estaba en construcción y otro
Poco porque era domingo a
la mañana Y en Palermo es como
Decir El Sahara... Sólo algún borracho
Podría pasar por ahí abajo pero
No habría recalado en ese
Pobre perdedor pretendiéndose
Kamikaze sin cruzada. Y es que
Era eso justamente lo que
Le faltaba a Juanca: Una razón
De vivir. La exhalación de
Ese "grito a nadie" lo había
Dejado a Juanca sin aire, y esa sensación
De vacío fue la que lo devolvió
A la vida (Además de cierto
Vértigo propio de los once
Pisos sin ascensor pero de
Descenso directo por el balcón
Que venía de abrazar)... Y sí:
Si lo pensás no te tirás.
“Voy a encontrar esa razón para
Vivir y si no, volveré aquí
Para tirarme”, terminaba de
Jurarse a sí mismo como buscándose
En el espejo de un horizonte que
Le contestó con una voz desde
Abajo, algo aflautada: “Tirate de una
Vez, salame..”, para luego
Perderse en las S de un andar
Algo etílico propio de los
Trasnochados sin privilegios. “Ni
En pedo, boludo…”, respondió
Muy tarde Juanca al desafío;
“…ya vas a ver hasta donde
Llego en la vida”, reaccionó
media hora después.
Bajó y se fumó un armado. En
El primer bar abierto, entró
Y en la barra pidió un vino y
Una certeza: “Buscan mozo
Para atender mesas...?” Al
Mes ya era el preferido de
Doña Mirta, la dueña del
Lugar. A los tres meses debutó
Como administrativo, y
A los seis meses se casaron. Para
Entonces nadie veía bien
Que él fuera uno más (que
Ya no era) y una oferta de un
Distribuidor le llegó como
Alianza al anular, por aprovechar
Literariamente el momento
Emocional y civil del protagonista.
Lo tentaron para que se uniera
A una mediana empresa con
Aspiraciones que se dedicaba
Al rubro de la alimentación,
Una industria en franco ascenso
Que le permitiría progresar
Y hacer una carrera prominente.
No era para tanto, en verdad,
Pero la fortuna quiso que al
Año una fuerte corriente
Monopolista ganara los mercados
Y la empresita pasara a manos
De otra que a su vez era comprada
Por otra más grande de tipo
Regional que además fue comprada
Por una multinacional. Así que
En cosa de una año los que
No fueron rajados ya tenían
Auto caro, chequera de gastos
De representación y oficina
Adivinen dónde? Si ! La empresa
Compró el edificio aquél de la
Calle Julián Álvarez y Juan Carlos
Pidió que le asignaran una oficina
En el piso 11, cosa que no tardó
En hacerse realidad porque él
Era el encargado de organizar
Uno de los pisos a su total
Responsabilidad. Y como suele
Sucederle a los que tientan al
Destino, no tuvo mejor idea el
Juan Carlos que asomarse
Al balconcito y pronunciar las
Fatídicas palabras: “Viste. Yo
Te dije…” Como todo ser
Con dos dedos de frente y medio
Sentido de la fatalidad, uno sabe
Que no se desafía así a la nada
Y menos desde un balcón
De piso 11 donde uno quiso
Una vez tirarse al vacío. Desde
Ese día, todo comenzó a ir
Para atrás, pero nadie lo notaba.
O todos preferían mirar
Para otro lado. Juan estaba
Convencido de que la crisis de
La que todos hablaban no
Lo tocaría… Y podría ser
Porque ya antes él había
Salido indemne y fortalecido,
Mientras que sus jefes,
Zorros viejos, ahora eran
Pinches o jubilados precoces.
En ese contexto llegó el
Ascenso y después, las
Merecidas vacaciones en
Cozumel para dos: él y
Su nueva mina, ya que la
Gorda del bar era historia
Hacía cuatro meses. Todo
En paquete ejecutivo, como
Le gustaba a él. “…Y pensar
Que una vez me quise
Tirar y ahora soy el que
Manda limpiar el balcón”.
Bueno, hubo sol en Cozumel;
El vuelo de ida, bien. El
De vuelta hasta se adelantó.
Ni pozos de aire ni precios
Fuera de lo pautado; la
Atención del hotel, increíble.
Si hasta buceó entre los
Peces y le dieron el premio
Al mejor debutante del
Grupo por cumplir con todos
Los ítems y hasta animarse
A contar chistes! La chica
Se portó como una diosa:
No hinchó las pelotas ni
Se zarpó con las compras
Pero al Juanca le dio pena
Y le regaló de todo: Patas
De rana, una pileta inflable,
Dos cocos pegados con la
Inscripción “Vuelvan Pronto”,
Una muñeca azteca de dudosa
Legitimidad, anillos de plata
Maya (otro cuento turístico),
La camiseta de México firmada
Por Cuauhtémoc Blanco (ella
Lo amaba aunque no supiera
Ni dónde quedaba), un libro
De autoayuda americano, la
Pirámide Maya en miniatura,
Una suscripción anual para la
Revista “Tiempo Libre”, la
Sombrilla que usaban para
Protegerse en la playa (ella
Se había encariñado de las
Rayas de color), las toallas y
Sábanas del Cancún Plaza (también
pasaron por Cancún porque ella
no quería ser menos que su
prima que ya habia ido), un
Retrato de Juanca pintado
Por un artista local algo daltónico,
Una perrita idéntica a la de
Madonna que vendían en
El free shop del hotel, la pelota
De playa que perdieron unos
Brasileros (no daba para devolverla),
Y otros enceres que pudieron
Llevar con ellos, pago de un tercer
Ticket de vuelo mediante. Por suerte
Habían podido disfrazar a la
Perrita de títere y convencer al
Personal de a bordo de que
La rubia noviecita de Juanca era
Ventrílocua y sabía ladrar sin
Mover los labios. Todo bien
Durante el viaje y la llegada, aunque tomó
Media hora que les revisaran
Todas las porquerías en aduana
De Ezeiza. Eso ya fue una señal.
Una vez en el playón de salida,
Una presencia figuraba por su
Ausencia: “Dónde estará Humberto”
Era la frase cada vez más
Desesperada de la parejita plena de
Equipajes y demás. Y es que
La empresa ya no contaba con
Ese servicio de chofer 24 hs que
Antes de partir Juan Carlos Martínez
Zubiría (el último apellido había sido
Agregado por el éxito) disfrutaba:
Ahora algunas cosas habían
Cambiado. Y no hubo más
Remedio que tomar un taxi ahí,
Cosa que tomó unos 20 minutos
Mínimo. “Bueno, una vez en casa
Descansaremos…”, dijo él, ingenuo.
Pero el auto no pudo llegar hasta
La puerta de la casona de Cramer
Al 1300... Un vallado policía
Impedía el acceso a esa cuadra,
Aparentemente debido a un
Allanamiento en proceso… “Qué
Jodido está este país, papi…”,
Dijo ella, la rubia, tapada por
Las porquerías que traía y que
No habían entrado en el baúl. Él,
Negador del destino, no quería
No podía pensar. En vano sería
Forzar a ese hombre, que se
Sentía dueño del mundo, a pensar
Que ese mundo ya no tenía
Dueño… porque los verdaderos
Dueños nunca le habían dado
La llave: se la habían prestado.
“Vos tenés las llaves de la oficina”,
Reparó ella, fantasiosa de
Encontrar un lugarcito alfombrado
Como esos donde supo conquistar
A varios jefes como Juanca de tanto hacer de
Secretaria full full full... time.
“Vamos allá, dejamos todo y
Después descansamos en un
Hotel”, sentenció, segura de
Que él de ese modo ni mencionaría
Ir a parar a lo de su madre. Y
Es que amante y suegra no
Conjugan, y para la señora de
Martínez (la madre de Juanca)
Esta nunca dejaría de ser la
Amante... Y punto.
El chofer los llevó hasta el edificio
Que alguna vez fuera lugar
De iniciación para Juanca. Algo
Se olía en el aire de Palermo
Esa tarde de domingo. Sí,
Otro paro del servicio de
Recolección de basura puede
Dar esa misma impresión nauseabunda,
Pero esto era diferente. Lo
Que olfateaba Juanca era otra
Cosa. Él conocía el barrio,
Sabía que todo había cambiado.
“Cambiaron la clave de la puerta”,
Esgrimió como explicación
Después del intento número
Doscientos dos de meter el
Código de veinticinco cifras que
Él mismo había obligado a
Todos a aprendérselo de memoria.
“No te estará faltando algún
Número?”, fue el brillante
Aporte de Pamela desde el
Asiento trasero del 504 blanco
Donde caían, a puertas abiertas,
Las baratijas que este remedo
De familia muerta al nacer migraban
Sin tener dónde dejar. “Callate
Tarada… te creés que soy tan
Pelotudo…”, fue la respuesta. Y
Entonces, exhausto, emocionalmente
Acabado, lleno de culpas y mirando
A piso 11 desde la vereda, Juan
Carlos Martinez a secas, Juanca,
Comprendió todo.
“Qué bien me la hiciste, la p… que
Los p…” (lo dijo así, con puntitos,
Porque será un perdedor pero
Era un caballero). “Ahora que todo,
Todo se vino a pique y tengo, QUIERO
Cumplir mi promesa, vos no me
Dejás tirarme.. Qué iluso fui! Debí
Haberlo hecho cuando podía”. La
Crisis, esos extraños acontecimientos
Que todos padecimos lo habían
Tomado por sorpresa, como sol
En espalda de veraneante nuevo.
Mientras él hacía skyjet, la bolsa
Se hundía y sus jefes huían justo
En el vuelo del que él venía de
Descender. La vida, los sueños, la
Propia Imagen de sí mismo venían
Cayendo de ese onceavo piso
Mientras Juanca, impávido,
Miraba desde abajo su
Debacle; la de todo un sistema…
La de un hombre.
“A dónde vas… Pame…”,
Alcanzó a mascullar, casi
Sin aliento como aquella
Primera vez ahí, cuando no
Se tiró.
“Ma sí… tirate”, gritó ella. De
Espaldas y sin mirar
Atrás.
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