A Rolando le llamaba la atención
Que ciertos acontecimientos
De su vida se enlazaran unos
Con otros como eslabones en
Una cadena interminable. Eso
Justamente, esa sensación de
Infinitud de esa cadena lo
Desequilibraba, por eso
Se peleaba todos los sábados
A la tarde con cuanta barra brava
Se topasen sus colegas de
“Los Pesados de San Telmo”,
Equipo que militaba por entonces
En la segunda división (no es
Que ahora haya mejorado sino
Todo lo contrario). Los Pesados
Eran los encargados de poner
Justicia cuando, ignominiosos,
los del otro Equipo gritaban
a viva voz:
“Ya van a ver, ya van a ver
La pelota alguna vez…” y cosas
Por el estilo. Si, él era parte
De una barra de pesados, pero
No por lo agresivos que fueran
Sino por el evidente y mayúsculo
Sobrepeso de sus miembros
(los de los chicos de la barra,
y los miembros Inferiores
y posteriores de ellos
mismos). Y no es que
fueran tan chicos, a
Juzgar por esas papadas y
La pérdida general de chapas
Que mostraban las bochas
De más de uno, de un total
De seis que componían el
Enjambre (ya bastante difícil
Era encontrar hinchas como
Para arriesgarlos en enfrentamientos
Estériles pero riesgosos).
Lo cierto es que la vida de
Rolando Barreto se debatía
Entre al amor por la camiseta
Azul y Negra y las tetas de
Claudia, el amor de subida
(la había conocido en el viaje
De egresados cuando subían
Al cerro Otto y la aerosilla se
Trabó, quedando ellos atrapados
Por tres horas en las que Rolo
Aprovechó el terror de la chica
A las alturas y su vértigo
Para declararle el amor a sus
Increíbles tetas, y cómo no amarlas
Si a Rolo lo podía el fútbol y esas
Eran como dos balones
Inflados esperando la pitada
inicial). Ella no era para nada
Futbolera, y si lo hubiera sido
Ya se habría repodrido de tanto
Escuchar, bancar, esperar, curar
A Rolando cada sábado. No había
Una sola salida nocturna de fin de
Semana a la que Rolo no fallara,
Sea por reunión de barras, partido
De visitante a cien kilómetros,
Rotura de mandíbula por golpe
Certero de hincha contrario,
Ebriedad manifiesta o bien
Cansancio de barra brava post
Tribuna. Ese era el panorama
Cuando él se enteró que ella
Lo engañaba. “Turra, guacha,
Me cagaste…” le reprochó él
“…me engañaste como a un logi”,
Acometió, herido animal que era.
“Qué te voy a engañar si te lo
Estoy contando yo”, le hizo ver
Ella, con la sólida lógica de una
Mujer bien atendida. “Y qué me
Importa, bruja… si yo también
Te cagué… Mil veces te cagué”,
Se despachó Rolo, resentido
Como bostero en gallinero.
Y ahí Rolo, al escucharse a sí
Mismo, comprendió que todo
Vuelve, como en un ciclo
Inexorable, tal le había dicho
Aquél profesor de taekwondo
Que una vez le diera media
Clase de defensa personal al
Ver lo torpe que era para pelear.
Rolando empezó a hacer
Memoria y así recordó
Que la chica con la que él había
Engañado a Teti (así le
Decían a Claudia, por obvias
Dos razones) también le había
Dicho a su novio que lo
Engañaba. Rolo lo supo cuando
El tipo, un camionero de YPF
Que trabajaba en el Docke,
Se le vino al humo al grito de
“Sos boleta, bufarrón”, lo que
Llevó a Rolando a comprender
Que sí, como todos decía, la
Chica en cuestión era un
Travesti; cosa que poco
Importó en ese momento dado
Que las trompadas en el rostro
Dolían más que cualquier
Prejuicio tardío. “No será
Que me pasa esto por ser
Así, por haberle hecho eso
A la Teti?”, se cuestionó
El mamut. Empezó así
Una encuesta, una brutal
(no podía ser de otro modo)
Búsqueda de la verdad
entre todos aquellos que conocía.
Y así fue atando cabos, deshaciendo
Nudos, y ganándose unos mangos
Como marinero de agua dulce
En un remolcador: “Para lavar
Un desengaño no hay mejor
Cosa que hacerse a las aguas
A bordo”, había leido en un
viejo Billiken una vez que fuera
Al dentista (la única, en realidad).
Así, fatal y ensimismado,
Una tarde nublada que terminaba
El trabajo se cruzó por azar con el Instructor
En ciernes, el que le daría la
Lección de vida de su vida.
“Y, Rolando, seguís tirando golpes
Sin destino Y cobrando como siempre?”
Fue la pregunta retórica que no
Era reto pero que parecía retar a
Rolo a tomar una decisión. “Maestro
Zen… cómo necesitaba hablar con
Ud!”, se confesó. “Zendra, Zendra
Es mi apellido”, lo corrigió el
Petiso, al que mejor ni contradecirlo
Ni explicarle ni nada porque te
Ponía bocabajo sin más, de una
Patada. Rolando le contó un poco
A las apuradas lo que venía
Descubriendo, y cómo aquello que
El instructor de taekwondo le
Revelara se había hecho carne en
Él y dominado su vida. “Yo me
Refería entonces a la plata que
Te había prestado para los puchos”,
Le aclaró el maestro en relación
Al “Todo Vuelve”; “…pero ahora
Que me lo preguntás, sí… Todo
Vuelve querido, menos el bondi
Que me lleva a Villa Celina porque
Creo que éste es el último… Hace
Cuatro horas que estamos charlando”.
Lapidario, seco y contundente
Como una milanga al horno con
fritas, el Profe Zendra se tomó el bondi
Y Rolando Melquíades Barreto supo
Que ese era su último día como
Marinero de remolcador. “Voy a enseñar
Artes marciales… Voy a transmitir la
Filosofía que me fue revelada: Todo
Vuelve… Seguro que así vuelve la Teti
Conmigo”, se envalentonó en un
Ataqué de lógica de macho de tablón
Que era, el fin. Y sí, la cosa se fue
Dando porque, de entrada, el profe
Volvió al barrio, y así pudo
recomenzar las Clases
con él. Fue convenciendo a la Teti
(Claudia para los registros) que
Su cruzada era la de un hombre
Cambiado, nuevo, rescatado. Ella
Comenzó a ir a los entrenamientos
Y se hicieron bastante amigos los
Tres con el profe. Pero un día, en
Que Rolo venía con flores para
Volver a declarársele a la Clau (ya
No le decía Teti porque temía que,
Si todo vuelve, llamarla igual atraería
La misma mala suerte y la
Perdería otra vez), justo al atravesar
La puerta del la Sociedad de Fomento
Los ve: "qué toma tan extraña le
enseña Zendra a la Clau...", pensó un
momento con la rapidez de un Koala.
Pero de esa toma, ellos dos nunca se
zafaban, y al minuto Rolo se dio cuenta
que no estaban entrenando sino
muy arrumacados los dos,
Instructor y ex señora de Barreto sin
Papeles, matándose pero a besos y
Manotazos. Duro, durísimo round
Para un peso pesado de la vida que,
Volviéndose, se comió una a una la
Docena de Rosas mientras caminaba
Hacia Su casa. “Qué boludo… qué
Boludo…” fue lo único que dijo durante
Dos semanas, tres casi, hasta que se
Le desengancharon las últimas espinas
De la lengua. Después
desapareció del barrio. Y es que
Ese ciclo había que cerrarlo. Si él
Ponía la academia, todo comenzaría
otra vez; la mujer de otro vendría
a ver a su hombre en acción
Y él y ella terminarían como Clau
Y Zendra.. Y él, en tanto instructor,
Tendría el mismo final que el
Petiso taewondista. Porque no les
Conté que al “matador” de las artes
Marciales y mujeres ajenas lo
Esperaron una noche a la salida,
Lo agarraron a tiros y perdió
Una pierna y la dentadura postiza.
Hay quien cree que fue el Rolo,
Pero la policía ya detuvo a una
Mujer que parece, era la jermu
Que él venía corneando hacía
Tiempo sin pasarle un mango.
“Si todo es una cadena, mejor
me pongo una bicicletería” dijo
Rolando, mientras fumaba
Recordando que, al final,
Al petiso le había cagado
La guita de aquél atado que
Nunca le devolvió.
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