10 de abril de 2009

Le dí mi vida a Mary

Le decían Mary (se Pronuncia Mery según Ella pero eso traía problemas De identidad a la hora De referirnos a la Señorita). La conocí Por casualidad cierta Vez que me comía un Panchito antes de Entrar al trabajo (me Gusta desayunar a las 9 Con algo calentito y Salado que no sea Demasiado sano). Como Siempre, yo estaba en Eso de apretar el pomo De mayonesa (le pongo Un poco de todo al Pancho para que rindan Más los dos mangos Que pago por él) cuando Ella tropezó sobre mí Y se llenó de aderezo, Pancho, pan, papitas y Todo lo que yo traía en mano, Justo a la altura de sus Generosos pechos. Toda su blusa acusó recibo De mi desayuno alternativo, Lo que me llevó, en un Gesto instintivo, a querer Limpiarle las partes, habida Cuenta que uno es un Caballero de los de antes (no en vano soy de los pocos Que comen pancho de Traje y zapatos). Ella Pareció por un instante como Congelada en el tiempo, Atónita por el hecho o Por mis manos sobre sus Pechos, no sé hoy por hoy. Pero al segundo nomás se Lanzó a llorar como una niña Que no era (pintaba como de Unos treinta y largos) y me Abrazó desconsolada como Si acaso la peor de las miserias La hubiera tocado en su más Profunda intimidad. Yo, que Como dije soy un caballero De la vieja guardia, a pesar De mis veinte años entonces, Me habría sentido halagado De poder contener en mis Brazos a esta niña algo Pasada de época que se Entregaba a mí buscando Esa protección que el mundo Frío y seco no le daba; lo Habría sentido así, de veraz, A no ser porque en ese acto De abrazarme como nadie Me había abrazado antes, me Estaba llenando traje y camisa Con ese menjunje que yo solía Armar sobre los panchos: un Poco de Ketchup, algo de Mostaza y mayonesa a discreción. Ese detalle no me Impidió, ni así, dejarme tocar Por sus lágrimas de cocodrilito Abandonado por su madre En Costanera Sur (siempre Tuve una visión un tanto Particular de las cosas, como Verán). Y así, atrapados en Medio del gentío, de hombres Al paso, unidos por un Pancho y su aderezo, comenzamos A vernos. No fue una Historia de amor, no sé; creo Que no. Pero amor no Habrá faltado, dado todo Lo que he debido soportar a partir De ese, nuestro encuentro. Ya Ese día no pude ir a trabajar; La acompañé a un bar donde No nos dejaron usar el baño Porque era reservado a los Clientes y nosotros, parece, No dábamos el target ya que Ni siquiera nos dejaron sentarnos Allí (ni hablar de consumir). Por Un lado mejor porque yo ni un Mango tenía, y a ella No iba a pedirle porque ya Deje bien sentado que soy Un caballero de los de Antes. Entonces buscamos Un lugar algo menos romántico Pero con agua en el baño (no es tan fácil, no se crean) Y encontramos un bodegón Que se ve que regenteaba Señoritas para otros menesteres Porque al fondo, donde los Baños, nos cruzamos con Algunas que saludaban Descaradas, los pechos Al aire bamboleantes y Sonrisa de “no pasa nada”, y Hasta alguna que otra risa Destemplada al vernos Así. Allí, en los baños de ese Barsucho de baja moral, Acurrucados entre piletines Y mingitorios, ella Me besó por primera vez. Mi machismo comenzó A flaquear, digámoslo. No Era esa mi idea de relación; Digo, que una mujer se Arroje a tus brazos y luego, Minutos después te entregue Su boca, Sus besos así; y Menos en el baño de Caballeros… Pero igual el hombre es Generoso… y sin juzgarla Inoportuna, le devolví el Gesto, y hasta ahí fue todo. En mi trabajo me pegaron Duro: no podía yo contar Esa historia, justamente por Proteger el honor de esa Dama. Pero qué, si no había Terminado de regañarme El jefe que entró ella, blonda Y sonriente como si Llegara para recibir un Premio. Llegó, me dio un beso Y salió como si nada, no sin Antes tropezar y llevarse Puesta la jarra de café Del escritorio de la secretaria Del jefe, afortunadamente Sin lamentar víctimas. No Voy a decir que todo el Mundo la miraba, pero al Menos toda la oficina sí. Yo Perdí el trabajo (ya verán Por qué) y no tuve más remedio Que mudarme con ella A la pensión que compartía Con otro tipo y una mina Que después me di cuenta Que era una de las que andaba En tetas en el cabarulo ese Disfrazado de bar. En Casa era como en la vida; Todo se lo ponía (y no hablo De ropa sino de las cosas Que uno suele tener Alrededor): Cama, mesa, Sillas, mate, bombilla, Ropero, espejo, taza de Café, linterna, paredes, Cortina de la entrada (no Tenía puerta la piecita), Inodoro, cocina… Nada Dejaba libre de su torpeza, Y había que estar cuidándola Noche y día; porque además Era sonámbula la Mary. O Al menos eso me decía cuando Salía de noche y volvía por La mañana. Y hasta parece Que robaba: a veces traía Más guita en una sola noche que la que yo Veía a fin de Mes!! Eso me preocupaba, pero Más me preocupaba saberla Capaz de matarse de tan Torpe que era; entonces Una noche la seguí. Es Cierto que un hombre bien Hombre no hace eso; pero el temor por un daño a La persona querida es Un motor que justifica todas Las audacias y derriba Las barreras más altas de Cualquier moral. Así, me Hice el dormido y una vez Que arrancó, yo salí tras ella. Lo primero que me extrañó Fue que agarrara un taxi Tan fácilmente, cosa poco Evidente en esa parte de Parque Patricios. Tuve que Correr bastante para seguirle El paso a ese turro que Iba a los mangos, pero No pude llegar más allá de Caseros… Dejé mi Redada para la noche siguiente. Esa vez me aseguré de que Un amigo me esperara. Pero El boludo se quedó dormido Y me dejo otra vez a gamba. Así estuve varias semanas, Repensando si lo hacía o no Lo hacía… De que me valdría Seguirla un día si al siguiente Volvería a salir. Decidí, ese Día, entregarle mi vida a Mary (o Mery, como más les Guste a ustedes). Le comenté lo que pasaba Al tipo con quien cohabitaba, un Morocho muy callado de Fácil beber que parecía estar Desocupado o tal vez Era un pensionado por Incapacidad. Me incliné Por esta segunda opción Toda vez que el tipo Fue incapaz de responderme. Su piadoso silencio (ahora Lo comprendo) no se condecía Con la intensidad de su mirada Al escuchar mi pregunta: “Adónde Irá Mery cada noche… loco no?”… Yo había agarrado El hábito de caminar solo Por las calles de Buenos Aires, Un poco por nostálgico que Siempre fui y también Obligado por el hecho de Que Mery (o Mary, que se yo) Dormía hasta entrada la tarde, Exhausta por ese sonambulismo Tan agotador (yo había estado Leyendo y asesorándome Con profesionales al respecto). Un mediodía en que paseaba Mirando discos de tango En las bateas de Av de Mayo, Dí sin querer con un ex Compañero de trabajo. Él Me vio, se sonrió y siguió De largo pero yo lo paré Con el solo propósito de saber Algo de los muchachos (uno Es un romántico!). Paramos En un quiosco por los puchos De rigor y entonces nos sentamos En unas banquetas que dan A una barra donde ni el Criquet Podés apoyar de tan angostas Que son. Y ahí, como un Deshago, vomité mi drama ante La mirada atónita de Lucho; no Porque mis palabras hubieren Tocado las fibras más íntimas De mi ex colega de trabajo Sino porque justo pasó Una rubia que rajaba la tierra Y el muy baboso se quedó Mirándola como un bobo Hasta que se la mina y su Minifalda se perdieran Allá detrás del edificio del Congreso, como a cinco Cuadras de donde estábamos Más o menos. Ese es El problema de hablar Seriamente acodados en La mini barra de un mini Mercado (al que, por obra Y gracias del marketing suelen Apodar “maxikiosco”). Sin Embargo y ante mi sorpresa, Y justo cuando nos dejábamos, En eso que me despido El bueno de Lucho me tira Una indirecta: “Yo que vos Vuelvo donde todo comenzó”. Y me guiña un ojo… Qué Me habrá querido decir este Hijo de las pampas (su madre Era oriunda de Santa Rosa, pero No se llamaba Rosa a pesar De lo que muchos creían), me Demandaba a mí mismo sin Dar con una idea acabada De lo que podrían significar Esas palabras, que sin embargo Retumbaban en mi cabeza. Un par de noches más tarde Lo averiguaría. Yéndose Mary de sonámbula de “rotation”, me levanté como un Tiro y salí a por mi un carro De un conocido de la zona, Cartonero que con gusto Me alcanzó hasta el centro donde Él solía levantar unos cartones. El caballo ya no daba, lengua Afuera y rebuznándonos (nunca Pude diferenciar un buen burro De un mal caballo) de lo Apurado que lo llevaba el Petiso Carolo, a quien prometí Unos mangos extras por La gentileza. Él me iba contando Sus hazañas y me indicaba En cada esquina que pasábamos Alguna anécdota que allí Había tenido lugar. Pero yo, La verdad que sólo podía pensar En las palabras de mi cumpa Y en las ganas de comerme Un panchito en lo de Carlitos, Que era el lugar donde todo Había empezado, Y ahí me dí Cuenta que quizás esa era La idea que me andaba Dando vueltas desde aquellas Palabras del tipo allá En el maxikiosco de Congreso… “Llevame hasta Libertad y Corrientes“, le dije al petiso. Y Hacía allá fuimos. Entré, Me pedí un pancho como siempre. No sé si me miraban Porque venía de bajar de un Carro o si acaso era porque Ya no vestía de saco… No sé Si me miraban, de hecho; sólo Me importaba comerme ese Pancho, lleno de aderezo Y ver si por esas cosas Del destino ese movimiento De potes escupiendo y El gesto de hacer crujir las Papitas al morderlo me Despertarían al la verdad De lo que estaba ocurriendo. Y no… No pasaba un carajo. Pero no sé por qué, salí De allí y enfilé derecho al Bar ese donde nos besamos, Quizás comprendiendo Que los inicios son largos Y que aquél también era Parte de nuestro comienzo. El petiso me acercó, cuando No, quizás para asegurarse Esos pesos prometidos. Bajé del carro casi media Cuadra antes; el cordón Policial no nos permitía Acercarnos. Bajé, y de un salto Crucé entre agentes y Como sabiendo de algo, Miré hacia la puerta de Ese antro y la ví a mi Mi Mary; la estaban sacando Casi de los pelos y detrás Las otras, las que habíamos Cruzado aquella vez que Nos besáramos, siempre En tetas (esta vez no era La excepción). El petiso, Apeado ya, no hacía otra Cosa que repetir, atónito: “Viste esa… viste esa otra”… Un frio puñal me recorrió La espina hasta clavarse En mi parte más íntima, Pero del lado del mango. Y es que Le había dado mi vida a una Sin saber lo que realmente Era esa que se decía “Mery” A secas. Al final de la fila De los detenidos, surgió De entre las sombras la Figura inconfundible de mi Ex jefe; él también era Habitué de ese bulín. Y Digo también porque el Que venía detrás era el Lucho ese que me supiera Escuchar una vez… “Mary…“ Alcancé a gritar en un grito Ronco y seco, casi desvanecido. “Mery se dice”, alcanzó A gritarme desde le metálica Caja del camión celular. Esa Fue la primera y la última Vez que escuché su voz… Me acerqué, después… llegué hasta al lado, y sin mirarlo le dije con sórdido tono Al policía que quedó de Consigna en la puerta: “Esa, esa se lleva mi vida” Y él, al verla tropezar contra La puerta del celular cuando La subían, me dijo: “No se dio cuenta, acaso, Lo que es ella?”… Ese día supe que Mary era Miope. Pero hoy sé Que no hay más miope Que el que no sabe ver. Porque Las lentes, las putas lentes Con las que un hombre ve A una mujer vienen falladas; Falladas de fábrica. (“No me debés nada“, me dijo El petiso carrero… “Hacía Mucho que no veía Tantas tetas como esta Noche… Gracias!…” Y Se fue en su carro a por Una carga. Una más Para seguir tirando).

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