25 de marzo de 2009

La Virginidad de Juan Tartufo

Juan Arístides López Tartufo no era un chico del montón. Su familia Tenía grandes planes para él Incluso antes de que naciera. De Hecho, su madre tenía arreglado A qué colegio lo enviaría sin Siquiera haberlo concebido; es Más, sin saber quién sería su padre. Y, claro, ya sabía qué carrera El seguiría. El problema no era Que Juan no hubiera participado De las decisiones, sino si le daría El coco para llegar tan lejos y Cuánto le costaría a la familia Hacerlo llegar hasta arriba de los Arribas. Porque ya de chiquito El Niño se mostraba muy poco Despierto: de hecho dormía casi Todo el día de bebé, y de preadolescente no salía de la cama (ya era Casi imposible sacarlo de la Pieza, y si iba al baño no salía Más, sobre todo si entraba muñido De alguna revista de dudosa Portada. En ese contexto, y decidido A dar un empujón a su vástago Que acusaba ya los trece añitos, Llegó el turno del padre de Tomar las decisiones que sólo Un hombre puede tomar para Hacer a su hijo hombre: “Pagale Una puta…”, dijo doña Evangelina, La madre, a su esposo quien se Mostraba preocupadísimo por La sexualidad del menor de los López Tartufo. Llegó el día V (de virginidad) y Don López (así le decían todos, Hasta su familia) llamó a Juan a Conferencia en el salón fumador De la residencia de la familia. Para Ello era rigor enviar una invitación Vía el mayordomo, pero éste no Había llegado todavía de sus Vacaciones en La Salada (tres días, Todo pago por el patrón); así que no le quedó más remedio a don López que cruzarse al ala izquierda del edificio y asomarse en la habitación De Juancito para pedirle esa reunión Educativa que lo haría comenzar A recibirse de hombre. Lamentablemente El niño estaba ausente sin aviso
en sus aposentos, Lo que obligó al
progenitor a hacerle Una
llamada por teléfono móvil: “Hijo mío, tenemos que hablar de Algo muy importante…” “Ufa…”, respondió el malcriado. “Espero que sea rápido porque Justo me estaba por masturbar con Unas fotos de Luciana Salazar…”, Explico el chico, muy político en Su decir y proceder. Llegaron casi juntos y entraron al Saloncito donde el hombre guardaba Sus mejores tabacos. “Hoy es un día Muy especial… Vamos a dejar de ser Niño para comenzar a ser hombre y bla bla bla bla…” “Ta bien, ta bien… lo Que digas, pero apagá esa pipa que Me estás ahogando coff… coff…”, Concedió el muchachito que estaba A punto de hacerse hombre. “…Una Buena amiga mía te va a ayudar a Transitar los primeros pasos en el Camino de la adultez bla bla bla…”, Continuaba don López entusiasmado En repetir las palabras que le dijera Su padre aquella sagrada vez, pero el Pibe no escuchaba nada, aturdido por Los audífonos del iPod que eran Ocultados por esa porra llena de rulos Que algunos osan llamar “cabellera”. El Joven sólo asentía con las cabeza, Siguiendo el ritmo de Eminem, lo que A su padre le hacía creer que entendía Todo lo que le decía. Así llegó la hora del “debut“. Romina Llegó puntual, a las 18. Pasó directamente Al ala izquierda donde Pepe, el mayordomo La condujo hasta las habitaciones de Juancito. Él la esperaba ansioso, jugando Con su Play Station uno de Kung Fu, por Eso no alcanzó a verla entrar. Ella se sentó En la cama a esperarlo y cuando él Se quedó sin vidas luego de la pantalla Número veintisiete, lo llamó para que se Acostara bocabajo (total le pagaban por Hora, qué le importaba a ella esperarlo!). Empezó por quitarle la remera de cien dólares Cuidadosamente y se puso a hacerle masajes en la espalda al niño. Así estuvieron Cinco años, religiosamente una vez a la semana, De 18 a 20 todos los miércoles. Pero el nene Fue creciendo y cuando terminó la Secundaria (la hizo en casa porque Afuera había mucha inseguridad, así Que los López Tartufo contrataron Todo un séquito de profesores para Juancito el lento, lo que era más Barato que blindar el auto y contratar Guardaespaldas), llegó la hora de Abrir la puerta para ir a jugar, lo Que hizo la Ama de Llaves, claro, Previa autorización de Madre (así Es como llamaban todos a la señora De López Tartufo, pero el único Que se lo decía de frente era Juancito, Quien pocos derechos a ello no tenía En verdad). Fue entonces que el Muchachón, ya entrado en la juventud, Viajó a Houston a conocer a su hermano Eric (se llamaba Enrique pero eso No quedaba muy en contexto allá), varios años mayor que él. El Día de su llegada, Eric (Enrique) organizó Una fiesta de bienvenida a modo de Presentación en sociedad, fiesta que Pagó la mujer de Eric, una texana Entrada en años que tenía buen pasar, Dado que el Enrique devenido Eric No tenía ni dónde caerse muerto pero Medía uno noventa, siempre estaba Bronceado y tenía una maestría en Relaciones Públicas (eso decía él, Flor de chamuyero). Alli en el “Grand Ranch” se convocaron las chicas más Lindas, ricas y tontas de la sociedad Texana, todos alrededor de la gran piscina iluminada desde dentro que esa noche lucía perfecta para tirarse Y arruinarle el vestido a más de una. Pero eso no pasó. Eric se encargó de Ser el perfecto anfitrión y dejó que su Hermanito hablase con las muchachas Y sus familias a sus anchas. El problema Era que, además del acento maraca Latino que tenía su inglés de entrecasa, El Juan no les hablaba más que de video juegos, Programas de tele argentinos, de Fútbol (que allá, además, se dice football y Se juega con la mano!)… Les cayó simpático, Sí, a más de una madre… Pero con las hijas Un desastre. Tampoco ese jopo nerd Que lucía desde sus 18 ayudaba mucho, Digámoslo. La noche pasó sin pena ni Gloria (la Stefan no pudo venir) a no ser por un detalle: Cuando Juancito (Johnny desde ahora, según Eric Que era Enrique) pasó por el corredor Rumbo al baño, equivocó la puerta y de Repente te topó con una parejita Matándose a manotazos en uno de los Rooms… Eso despertó la lucecita De curiosidad necesaria que hace del Hombre hombre, y de la bestia, inteligente. Al otro día, mientras Eric y Dixie dormían, Juan decidió que era hora de conocer El mundo por sí mismo y de salir a por Unos nuevos videojuegos de mano que Había visto en el avión a unos chicos Que viajaban cerca de él. Así se llegó Hasta el centro (treinta kilómetros en Taxi, cargados a la cuenta de Dixie, la Texana adinerada) y comenzó a pasearse Embobado por las vidrieras relativas a Boludeces de esas que a los yankees les Encantan y que duran lo que un pedo. Ya De entrada el taxista lo había acostado, Cobrándole de más, cosa que el pibe Nunca se enteraría (y lo que no se sabe, No Daña); después lo acomodó un Blockbuster, donde le vendieron una Consola de videojuegos usada a precio De nueva casa. Y lo terminó de rematar Un vendedor de teléfonos, que le enchufó Un Mobile (allá se dice así, con b de burro) Que en Argentina no servía ni para pisa Papeles. Bueno, para pisa papeles si. Pero Juan era libre, por primera vez. El pibe Nunca había visto el obelisco más que En internet (un vicio!) pero ahora se paseaba Por el centro comercial de Houston, man! De Houston… y justo (valga la onomatopeya) Se le dio por comerse un MacPollo (allá Se llama diferente pero es la misma mierda Que en todos lados) en un local donde una
linda peliroja de aspecto punky hacía
La misma cola para pedir lo mismo.
Ella Le habló, el le respondió… Ella le habló
de Nuevo preguntándole lo mismo; él volvió A responderle… Ella insistió porque no le Entendía un sorongo… Y así hasta que Se sentaron juntos, comieron, rieron (no sé De qué porque no se entendían, si él hablaba ese inglés de libro de Cultural Inglesa, pero dos chicos riendo es un cliché y lo respeto)… Y en cuanto quisieron acordar, estaban en Un cuartito negro, mal pintado, con lámparas De alto consumo, una cama doble y una Biblia en el cajón de la mesa de luz (todos, Siempre, revisamos los cajones de las Mesas de luz de los moteles). “Estou motell..”, Dijo ella, y se le tiró encima, le arrancó La camisa Lacroix que le había regalado Madre antes de partir y le pegó una montada Que fue digna de toda una texana En rodeo profesional. El potrillo No pudo saber qué le pasaba… Apenas si corcobeó después de Media hora de ser succionado, Estrujado, chupeteado, besado, Asfixiado y fornicado de mil Maneras diferentes… Como A las cuatro horas, justo un minuto Antes que él se enamorara, ella se aburrió. Se vistió y, saliendo, aún con la puerta abierta le dejó su mejor despedida: “Estou sexou…” Le dijo. Y Juancito, Juan, Johny No pudo siquiera levantar el índice Para arrastrar un “Esperate…”. Lo mató, lo remató… Porque el pibe Había vivido en un engaño involuntario, En la mentira de que él ya no era Virgen. Cinco años y nada. Lo habían estafado, sin querer, en eso que es Lo más sensible y profundo de un hombre; Le habían robado la dignidad. “Papá… Hoy tuve sexo, Papá…”, gritaba Enojado por teléfono… “Bueno, Te cuidaste?…, está bien que te Vayas haciendo de experiencias bla bla bla… “No, no Papá… No me entendés, Para variar… Hoy tuve sexo por Primera vez!!!…” “Cómo ‘sexo por primera vez‘, si yo te pagué una puta cinco largos años…”, Acometió don López sin tapujos al Hablar de guita… “Si, sí… por primera vez. Con Romina nunca hicimos esto que hice hoy… Nunca…” “Cómo que NO… Y qué hacían?”, Cuestionó el capitalista, herido en su Billetera y en su rol de proveedor de Sexo (por no llamarlo delivery, que Suena a empanada); golpeado como Educador sexual y como iniciador En la cadena ancestral de pelotudos De su familia… “QÚE HACÍAN?? “Masajes pa… Sólo me hacía masajes Romi… Y yo creía que eso era sexo. Y que yo ya no era virgen…”, confesó El hijo, todo un placard para él de regalo Por esa concepción de las cosas. “Pero no puede ser… si yo la saqué de…” Y ahí, a mitad de la frase, don López Tartufo se dio cuenta de todo; se cayó Sobre el error de rodillas y lloró por Dentro su fracaso… “…del Rubro Masajistas!”, Gritó para adentro sin dejar que ese Final lo escuchara nadie más que Su vencido orgullo de macho caído. Él, el heredero de una dinastía (había Ligado toda la herencia de su tía, Millonaria por haber inventado La pasa de uva), el hombre de familia, El prohombre de su tiempo y de Entre sus pares, había confundido A una masajista de ley con una puta Sana, por decirle algo que no sea Despectivo. Romina se dedicaba A dar masajes a domicilio en countries Y barrios privados… pero de sexo, Nada, si era lesbiana y había estudiado En colegio de monjas (y hasta casi Se consagra al Señor cierta vez, tomando Los hábitos). Qué desliz, qué patinada Del destino: cinco años perdidos y Cuánta guita tirada!! Y encima a don López le dolía la espalda. Qué bien Le habrían venido los masajes de esa Santa.

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