21 de mayo de 2009

Soy Glam, de Glew

Me presento, soy Julian y soy glam y como vivía en Glew, todos me conocen como el Glam de Glew. Mi ciudad es una pequeña localidad del confín del Gran Buenos Aires Sur, allí donde termina el tren eléctrico y se hace diesel nomás, para seguir más allá a puro ruido y tardar y tardar. Será por eso que esto de ser eléctrico me pegó, y fuerte. Desde chiquito ya agarraba la escoba de mi abuela y me zapaba un par de temas de Sandro y los de Fuego (que era lo que escuchaba ella); después le tomé el gustito a los maquillajes y accesorios de mi tia Yoly (a ella no le causaba nada de gracia, no solo porque le parecía afeminado de parte de su único sobrino que ande pintarrajeado por el barrio, sino porque el costo de esas porquería siempre fue privativo, yo, el Glam de Glew, no me andaba con chicas ni con pocas). Eso mismo, el que yo no anduviera con chicas, era lo que más les jodía a la tía y a mi vieja, pero a esta última no le afectaba tanto dado que todo lo endulzaba a puro vino blanco. Y eso achica las fronteras entre el ridículo y me importa un carajo. Toda vez que podía me colaba en el Club Social Y Deportivo Glew para espiar a las banditas que iban a tocar. Así me fui haciendo amigote de muchos que después fueron conocidos, y yo con apenas 12 años! Algunos me querían coger porque parecía una nena, todo pintado y con ropas de pendeja, pero enseguida me dejaban tranquilo porque mi voz a los doce ya era como la de Julio Sosa a los 41, muy rasposa pero como que me cambiaba y me salían de pronto unos aguditos muy histéricos que me daban un toque especial a la hora de encarar algún temita de los Virus o Babasónicos. Éstos recién empezaban pero yo ya los tenía recalados desde el vamos porque habían venido a Glew y porque una vez me escapé para ir hasta Lanús a verlos y después me perdí volviendo, en Adrogué, y la cana me tuvo que llevar a casa de la oreja como un borrego que era, bardeándome todo el tiempo con eso de que parecía una mariquita y qué carajo te creés que sos una estrella de rock, pelotudito y bla bla bla… (conocida es la manera tan fina de incentivar que tiene el zumbo promedio de la Bonaerense). Cuestión que ese día me decidí que quería ser un músico de Glam Rock tipo T-Rex, todo lentejuelas y anteojos muy “femme fatal“. Y fue gracias a las palabras que ese sargento le dijo a mi madre antes de dejarme de nuevo en casa con las orejas rojas y el culo idem de las pataditas que me iban dando desde que bajamos del patrullero hasta que entramos a casa. “Caguelo bien a patadas en el culo si vuelve a salir a la calle así, y va a ver como se regenera; si no se le va a hacer puto nomás le digo eh…” (todo un decálogo de la moral del conurbano que no hay que olvidar para poder comprender por qué estamos donde estamos). Ese día junté mis cosas y me escapé por la ventana para hacerme, de una vez por todas y para siempre, estrella de Glam Rock. Tomé un tren diesel que me llevara muy lejos, pero el muy choto se quedó parado a los dos kilómetros por un desperfecto (cosa de siempre) y me tuve que volver caminando a casa ya que ni un mango tenía; por suerte nadie se había avivado y zafé de la cagada a palos pero igual mamá no me pegaba, de tan mamada que siempre estaba. El problema era que esa noche en que me dejaron en casa los ratis esos uno de ellos le echó el ojo a mamá (se ve que le gustaban las mujeres fuertes de aliento) y el pesado pasaba todas las tarde a visitarla con el pretexto de ver cómo progresaba el putito a regenerar por el macho sistema que él representaba como la misma mierda que era. Entonces preparé mejor el plan de escape, que esta vez incluía venganza. Como buen Glam ya maneja cierta data sobre pastillitas de esas que te dan como cosquillitas en la conciencia si tomás una… Pero yo le mezclé como 15 (cuántas trae el blister?) en el whisky al puto rati ese que ahora hasta se quedaba en casa a pasar la noche y me comía las milanesas en lugar de hacer la ronda nocturna, el atorrante. Fue fácil porque el tipo le daba duro al trago y del pico. Un trámite! Así que cuando se desplomó a los pies de la cama, aproveché para afanarle el arma, la guita de las coimas que había recaudado esa misma noche de los bares y puteríos de los alrededores, y les puse las esposas a él y a mamá en los barrotes de la cama, desnudos ambos, y con un cartel que decía: “$2 por una foto con nosotros”…; y dejé la gorra de vigilante boca arriba al costado de la parejita obscena y la puerta de casa bien abierta de par en par. Eso me dio como tres días de ventaja: Yo sabía que los que entraran, más que preocuparse por ellos se dedicarían a sacarse fotos. Es que en los barrios pobres la diversión no abunda, así que toda cosa nueva es bienvenida, menos los nuevos ricos, que igual nunca vienen (para qué?, para deprimirse acordándose de cuando eran pobres?). Y esta vez sí me tomé el tren correcto hacia Bahía Blanca en Pullman y todo!, pagando pasaje con descuento para personal policial (también le afané la credencial al Valentino; Gracias, Policía Bonaerense… Tu sistema de obra social funciona y bien!) Allá armé la banda que hoy nos nuclea y da que hablar: Los Polizones; la quisimos llamar así un poco en honor al principal Gutiérrez, el que donara su dinero mal habido a nuestra causa sin quererlo, y otro poco por la palabra Sones que quiere decir sonidos, canciones, o algo así, qué se yo si soy glam, no profesor de lengua (la Z la relaciono con pizza, que es lo comemos cuando no hay guita gracias a la credencial PPBA de Marras (ese era el segundo apellido del cana). Y porque la primera vez quise escaparme de polizón y al final pagué como un boludo; y bueno. Yo soy glam, no inteligente. Llevo el pelo revuelto pero con spray; me calzo botas rojas de taco mal… Y por lo demás, nunca me falta un chal blanco y una chaquetita plateada bien ajustada… Tenemos ocho temas para tocar (siete son covers… qué va!), pero le ponemos toda la onda, y desfilamos al final! Si quieren contratarnos, pásense por Bahía Blanca y pregunten por mí: por Glam, de Glew. El de la campera plateada y las botas rubí con brillitos mal! Allí estaré (soy facil de reconocer). Bye bye…

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