20 de octubre de 2009

Dany Drogón

Empezó como empiezan todos: Probando… Una de ésta, otra de aquella… Y así se fue haciendo costumbre, como todo en la vida, te toma por asalto y en un par de ratos nomás te convertís en fanático de quién sabe que porquería. Hay adictos al trabajo, a la música de iglesia, adictos al chucrut o al cine escandinavo, al tute y a la payana. Hay adictos a lo que haya…. Pero el bueno de Dany era adicto a todo. De chiquito, lo podían los caramelos, sobre todo los envueltos (sin excluir a los otros). De más grande incursionó en los helados de agua y por entonces no paraba de mancharse la lengua de todos los colores con esos palitos berretas que de tan adicto se afanaba del kiosco de la escuela donde nunca terminó la secundaria dado que la deuda era tan grande en ese ingrato kiosco que debió trabajar 6 años parar pagar lo que ingería; igual seguía y seguía, y del helado pasó al alfajor de leche, ese que tiene azuquita arriba. Al fin, si haber pagado más que parte ínfima de la deuda, el kiosquero se cansó y de una pateadura lo mandó a la calle donde cambió alfajor por raviol, y azuquita por cocaína. Y cómo no iba a hacerlo si lo importante era encontrar a qué hacerse adicto. Así que como plata no había, cuando ya no le regalaron la golosina tuvo que salir a procurarla. No era Dany el Drogón hombre de armas llevar, no porque le faltara arma sino porque de hombre no tenía nada. Y en eso andaba una tarde oscura que entró a la sacristía de una iglesia a por la limosna. Dada la falta de canasta, de moneda y de todo, se entusiasmó con la imagen de una botellita clara, transparente como el alcohol puro; y ya que estaba, por qué no darse un toquecito ae alconafta como para seguir rumbeando a por alguna otra puerta sin llave que, generosa, se dejara abrir sin mucho bregar. Fue entonces que, espontáneo, sin mucho Pensar (como era su estilo), empinó la botellita hasta llenar la jeringa que llevaba y metérsela en la vena mayor del antebrazo… Y ahhhhuhhhhh! Ahí hubo como un cambio, una suerte de maremoto interior, una ceremonia interna de iniciación en algo que (otra vez) habría de cambiarle la vida. Estaba, era invadido por una nueva experiencia Religiosa: Y es que no era alcohol lo que contenía esa botellita, sino Agua Bendita… Bendita Agua que licuó esa sangre intoxicada y de un golpe, como una Maza Sagrada, derrumbó a ese monstruo que moraba en las entrañas revueltas (como todas!) del muchachón, ese que le reclamaba más y más… Ahora, la Santidad lo colmaba, lo invadía… lo drogaba! Si acaso la religión no es el Opio de los pueblos? En el caso de Dany Drogón, ahora conocido como Pastor Dany, la revelación llegó como influjo medicinal, como inyección de fé (nunca mejor utilizada la idea). Y hay que verlo, de blanco, Entre las viejas del pueblo y sus hijas (alguna Ya le ha echado el ojo), pregonando la sanación de las almas y, por qué no de lo cuerpos, a través de una simple infiltración de Agua Bendita, $50 la dosis a domicilio, gentileza de la Parroquia Local… La Iglesia, moderna, adaptada, no se iba a quedar sin su porción de santidad, verdad. Eso sí, a Dany no se la cobraban. Cuestión de humana piedad, si se quiere.

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