19 de marzo de 2009

Todo es una Cadena

A Rolando le llamaba la atención Que ciertos acontecimientos De su vida se enlazaran unos Con otros como eslabones en Una cadena interminable. Eso Justamente, esa sensación de Infinitud de esa cadena lo Desequilibraba, por eso Se peleaba todos los sábados A la tarde con cuanta barra brava Se topasen sus colegas de “Los Pesados de San Telmo”, Equipo que militaba por entonces En la segunda división (no es Que ahora haya mejorado sino Todo lo contrario). Los Pesados Eran los encargados de poner Justicia cuando, ignominiosos, los del otro Equipo gritaban a viva voz: “Ya van a ver, ya van a ver La pelota alguna vez…” y cosas Por el estilo. Si, él era parte De una barra de pesados, pero No por lo agresivos que fueran Sino por el evidente y mayúsculo Sobrepeso de sus miembros (los de los chicos de la barra, y los miembros Inferiores y posteriores de ellos mismos). Y no es que fueran tan chicos, a Juzgar por esas papadas y La pérdida general de chapas Que mostraban las bochas De más de uno, de un total De seis que componían el Enjambre (ya bastante difícil Era encontrar hinchas como Para arriesgarlos en enfrentamientos Estériles pero riesgosos). Lo cierto es que la vida de Rolando Barreto se debatía Entre al amor por la camiseta Azul y Negra y las tetas de Claudia, el amor de subida (la había conocido en el viaje De egresados cuando subían Al cerro Otto y la aerosilla se Trabó, quedando ellos atrapados Por tres horas en las que Rolo Aprovechó el terror de la chica A las alturas y su vértigo Para declararle el amor a sus Increíbles tetas, y cómo no amarlas Si a Rolo lo podía el fútbol y esas Eran como dos balones Inflados esperando la pitada inicial). Ella no era para nada Futbolera, y si lo hubiera sido Ya se habría repodrido de tanto Escuchar, bancar, esperar, curar A Rolando cada sábado. No había Una sola salida nocturna de fin de Semana a la que Rolo no fallara, Sea por reunión de barras, partido De visitante a cien kilómetros, Rotura de mandíbula por golpe Certero de hincha contrario, Ebriedad manifiesta o bien Cansancio de barra brava post Tribuna. Ese era el panorama Cuando él se enteró que ella Lo engañaba. “Turra, guacha, Me cagaste…” le reprochó él “…me engañaste como a un logi”, Acometió, herido animal que era. “Qué te voy a engañar si te lo Estoy contando yo”, le hizo ver Ella, con la sólida lógica de una Mujer bien atendida. “Y qué me Importa, bruja… si yo también Te cagué… Mil veces te cagué”, Se despachó Rolo, resentido Como bostero en gallinero. Y ahí Rolo, al escucharse a sí Mismo, comprendió que todo Vuelve, como en un ciclo Inexorable, tal le había dicho Aquél profesor de taekwondo Que una vez le diera media Clase de defensa personal al Ver lo torpe que era para pelear. Rolando empezó a hacer Memoria y así recordó Que la chica con la que él había Engañado a Teti (así le Decían a Claudia, por obvias Dos razones) también le había Dicho a su novio que lo Engañaba. Rolo lo supo cuando El tipo, un camionero de YPF Que trabajaba en el Docke, Se le vino al humo al grito de “Sos boleta, bufarrón”, lo que Llevó a Rolando a comprender Que sí, como todos decía, la Chica en cuestión era un Travesti; cosa que poco Importó en ese momento dado Que las trompadas en el rostro Dolían más que cualquier Prejuicio tardío. “No será Que me pasa esto por ser Así, por haberle hecho eso A la Teti?”, se cuestionó El mamut. Empezó así Una encuesta, una brutal (no podía ser de otro modo) Búsqueda de la verdad entre todos aquellos que conocía. Y así fue atando cabos, deshaciendo Nudos, y ganándose unos mangos Como marinero de agua dulce En un remolcador: “Para lavar Un desengaño no hay mejor Cosa que hacerse a las aguas A bordo”, había leido en un viejo Billiken una vez que fuera Al dentista (la única, en realidad).
Así, fatal y ensimismado, Una tarde nublada que terminaba El trabajo se cruzó por azar con el Instructor En ciernes, el que le daría la Lección de vida de su vida. “Y, Rolando, seguís tirando golpes Sin destino Y cobrando como siempre?” Fue la pregunta retórica que no Era reto pero que parecía retar a Rolo a tomar una decisión. “Maestro Zen… cómo necesitaba hablar con Ud!”, se confesó. “Zendra, Zendra Es mi apellido”, lo corrigió el Petiso, al que mejor ni contradecirlo Ni explicarle ni nada porque te Ponía bocabajo sin más, de una Patada. Rolando le contó un poco A las apuradas lo que venía Descubriendo, y cómo aquello que El instructor de taekwondo le Revelara se había hecho carne en Él y dominado su vida. “Yo me Refería entonces a la plata que Te había prestado para los puchos”, Le aclaró el maestro en relación Al “Todo Vuelve”; “…pero ahora Que me lo preguntás, sí… Todo Vuelve querido, menos el bondi Que me lleva a Villa Celina porque Creo que éste es el último… Hace Cuatro horas que estamos charlando”. Lapidario, seco y contundente Como una milanga al horno con fritas, el Profe Zendra se tomó el bondi Y Rolando Melquíades Barreto supo Que ese era su último día como Marinero de remolcador. “Voy a enseñar Artes marciales… Voy a transmitir la Filosofía que me fue revelada: Todo Vuelve… Seguro que así vuelve la Teti Conmigo”, se envalentonó en un Ataqué de lógica de macho de tablón Que era, el fin. Y sí, la cosa se fue Dando porque, de entrada, el profe Volvió al barrio, y así pudo recomenzar las Clases con él. Fue convenciendo a la Teti (Claudia para los registros) que Su cruzada era la de un hombre Cambiado, nuevo, rescatado. Ella Comenzó a ir a los entrenamientos Y se hicieron bastante amigos los Tres con el profe. Pero un día, en Que Rolo venía con flores para Volver a declarársele a la Clau (ya No le decía Teti porque temía que, Si todo vuelve, llamarla igual atraería La misma mala suerte y la Perdería otra vez), justo al atravesar La puerta del la Sociedad de Fomento Los ve: "qué toma tan extraña le enseña Zendra a la Clau...", pensó un momento con la rapidez de un Koala. Pero de esa toma, ellos dos nunca se zafaban, y al minuto Rolo se dio cuenta que no estaban entrenando sino muy arrumacados los dos, Instructor y ex señora de Barreto sin Papeles, matándose pero a besos y Manotazos. Duro, durísimo round Para un peso pesado de la vida que, Volviéndose, se comió una a una la Docena de Rosas mientras caminaba Hacia Su casa. “Qué boludo… qué Boludo…” fue lo único que dijo durante Dos semanas, tres casi, hasta que se Le desengancharon las últimas espinas De la lengua. Después desapareció del barrio. Y es que Ese ciclo había que cerrarlo. Si él Ponía la academia, todo comenzaría otra vez; la mujer de otro vendría a ver a su hombre en acción Y él y ella terminarían como Clau Y Zendra.. Y él, en tanto instructor, Tendría el mismo final que el Petiso taewondista. Porque no les Conté que al “matador” de las artes Marciales y mujeres ajenas lo Esperaron una noche a la salida, Lo agarraron a tiros y perdió Una pierna y la dentadura postiza. Hay quien cree que fue el Rolo, Pero la policía ya detuvo a una Mujer que parece, era la jermu Que él venía corneando hacía Tiempo sin pasarle un mango. “Si todo es una cadena, mejor me pongo una bicicletería” dijo Rolando, mientras fumaba Recordando que, al final, Al petiso le había cagado La guita de aquél atado que Nunca le devolvió.

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